Expectativas y riesgos: ¿qué preocupa sobre la desaceleración de China?
| Por Beatriz Zúñiga | 0 Comentarios
China fue el primer país en recuperar el PIB anterior a la crisis provocada por la pandemia del coronavirus. El endurecimiento de las políticas a finales de 2020 causó una importante desaceleración en el segundo semestre de 2021, ahora las gestoras esperan que una relajación calibrada de las medidas ayude a la economía a encontrar su equilibrio en 2022.
“Para el gobierno chino esta crisis ha sido una prueba de la que ha salido bastante bien, en comparación con el resto del mundo. Pero China no termina de crecer al mismo ritmo por motivos internos y problemas estructurales. Pese a ello los inversores siguen entrando en el país porque ven oportunidades, aunque sea en menor medida ”, señala Alicia García Herrera, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis.
Si comparamos esta crisis con la oscuridad en 2008-2009, los expertos de DWS señalan una diferencia muy clara: “Tras la crisis financiera, el mundo entero se benefició de los programas de estímulo de China. Durante la pandemia, sin embargo, Pekín se está centrando más en respaldar su economía”.
Para Elke Speidel-Walz, Chief Economist Emerging Markets en DWS, el gobierno ha reaccionado de forma activa. “En los últimos años, ha desarrollado instrumentos más eficientes para estimular de forma focalizada sectores concretos de la economía”, apunta. Speidel-Walz subraya el creciente énfasis en la inversión en tecnología y descarbonización: “El reverso para la economía mundial es que, ahora, los estímulos chinos benefician principalmente a la economía china, y no tanto al resto del mundo. Lo que, a su vez, implica que, cuando hace falta –como durante la crisis de la COVID-19– los países occidentales tienen que rascarse el bolsillo”.
Sus propios retos
En opinión de la economista de Natixis, el país tardará en experimentar y mantener un crecimiento tan fuerte como el visto antes de la pandemia, ya que depende de las exportaciones ante un consumo interno que se muestra algo más débil. “En un contexto de salida del COVID-19 deberíamos esperar un fuerte consumo, pero no está siendo así por varios motivos: las fuertes medidas ante los contagios, la desaceleración de los ingresos familiares, haberse convertido en un exportador de inflación, la falta de infraestructuras y los problemas que se han visto en su sector inmobiliario”, añade García.
Según la valoración que hace Salman Ahmed, responsable global de Macroeconomía y Asignación Estratégica de Activos en Fidelity, China se enfrenta a sus propias decisiones cruciales de política económica ahora que su nuevo modelo de crecimiento está cobrando forma. “La desaceleración del crecimiento tras el fuerte auge posterior a la pandemia está viéndose agravada por los intentos inequívocos del gobierno chino de abordar la desigualdad reformando varias áreas de la economía, con el sector inmobiliario como elemento transcendental. Los denominados tres obstáculos (sanidad, educación y vivienda) también plantearán dilemas de difícil resolución en 2022 debido a los costes macroeconómicos de los profundos cambios normativos”, explica Ahmed.
En este sentido, el experto de Fidelity espera que los efectos negativos sobre los sectores duren varios trimestres antes de tocar fondo en el caso de que Pekín siga optando por la pasividad, mientras que el golpe al PIB será más duradero por el retraso con el que estos efectos actúan sobre el conjunto de la economía. “Sin embargo, ya han aparecido las primeras señales de que la política monetaria podría estar empezando a flexibilizarse. Que termine convirtiéndose en un esfuerzo concertado para sostener el mercado inmobiliario y el crecimiento económico en su conjunto y la rapidez con la que lo haga tendrán un efecto enorme sobre el crecimiento económico de China y el resto del mundo en 2022”, añade.
El signo más evidente fue la sorprendente bajada en el tipo de interés preferente a un año en cinco puntos básicos, el primer recorte en 20 meses, que anunció el Banco Popular de China antes de acabar el año. “Aunque la dirección de la marcha es clara, el movimiento es modesto y el cambio en el tipo a un año, que está vinculado a los préstamos de las empresas, mientras que se mantiene el tipo a cinco años, que está vinculado a las hipotecas, confirma el enfoque en una suave relajación mientras se mantiene un sesgo de endurecimiento en el mercado inmobiliario”, explica Michael Kerley, gestor del equipo de renta variable Pacífico de Janus Henderson.
Para Kerley, los datos clave a los que hay que prestar atención en los próximos meses son los relativos al crédito, tras el recorte de las reservas obligatorias a mediados de diciembre, y el aumento de la emisión de cuotas para los bonos de las administraciones locales, que debería añadir una importante liquidez al sistema. “Existe una fuerte correlación entre la dirección del indicador de impulso crediticio, el PIB chino y la evolución del mercado de valores, por lo que una mejora del primero se observa con tanta atención. Se esperan nuevas medidas de flexibilización en 2022, ya que la economía china se orienta hacia una política de apoyo al crecimiento, como se subrayó en el comité de trabajo de diciembre. La interrupción de nuevos cierres por el COVID-19 podría adelantar estas medidas”, matiza el gestor de Janus Henderson.
Los posibles riesgos
Ahora de hablar de riesgos que el inversor debe tener en cuenta, García identifica, entre otros, la llamada “política de cero casos” por COVID-19 (que tienen como consecuencia ahondar en los problemas de la cadena de suministro); la crisis energética y la inflación. Sobre esta última, apunta: “China va a seguir siendo un país que exporte inflación, mientras que se mantendrá contenida en el consumo local ya que es débil”.
Los inversores también deberán seguir de cerca lo que ocurre en los sectores privados, principalmente educación, tecnología y sanidad, ante los cambios regulatorios que el gobierno está promoviendo. Además, no hay que olvidar el sector inmobiliario que es ahora el mismo el que más preocupa. “La crisis de confianza hacia los promotores inmobiliarios altamente endeudados ha provocado el estancamiento de las ventas de nuevos inmuebles, lo que ha eliminado una fuente clave de financiación y ha provocado una menor actividad de construcción, más reestructuraciones de deuda y menores ventas. Los políticos han mostrado más tolerancia ante los problemas del sector inmobiliario, en consonancia con las reformas regulatorias más amplias del Gobierno, destinadas a lograr la prosperidad común”, explica Andrew Rymer, especialista en inversiones de mercados emergentes de Schroders.
Según el experto de Schroders este riesgo puede reducirse ya que es muy probable que las autoridades intervengan en algún momento para estabilizar el sector, dadas las posibles consecuencias negativas para el sistema financiero y la economía en general de un hundimiento completo del mercado inmobiliario. “Aun así, los desfases entre la debilidad de las ventas de suelo y viviendas nuevas y la actividad conllevarán que la actividad constructora continúe siendo débil en 2022. Hay que tener en cuenta que tradicionalmente este sector ha supuesto una quinta parte del PIB”, añade.
La buena noticia, en su opinión, es que nada de esto será una completa sorpresa para los mercados. “Los datos que se publiquen pueden seguir sorprendiendo a la baja a corto plazo, pero nuestra prolongada preocupación por la desaceleración de China se ha convertido en la opinión generalizada y los mercados se centrarán en cualquier signo de mejora. Un anuncio de estímulos fiscales, quizás orientado a la inversión en la transición energética, podría impulsar la confianza”, afirma Rymer.
Por último, la economista del banco Natixis reflexiona sobre los riesgos geopolíticos: “Ahora mismo, nadie quiere un conflicto con Taiwán, país cuyo 40% de exportaciones depende de China, por lo que la relación con Estados Unidos y la presión sobre la industria de semiconductores permanecerá relajada. Respecto a la Unión Europea, el bloque europeo está intentando buscar su sitio y definir su relación con China para no depender de Estados Unidos”, concluye.
Oportunidad: el auge de los bonos verdes
En opinión de Diogo Gomes, Senior CRM UBS AM Iberia, dentro de la renta fija china, la inversión sostenible es un factor cada vez más importante. Bajo el lema de la «prosperidad común», el gobierno central se ha comprometido a alinear los factores ESG para impulsar el modelo de crecimiento a largo plazo de China.
“Aunque algunos aspectos de esta transición han provocado volatilidad a corto plazo en los mercados de crédito chinos en relación con el mercado asiático en general (ver gráfico inferior), creemos que cambios en factores como el control de los mercados inmobiliarios para frenar los precios, los ajustes en las políticas de educación y las reformas laborales en relación con los trabajadores de bajos ingresos serán saludables para el desarrollo futuro de la economía y los mercados de renta fija”, afirma Gomes.
En cuanto a la política medioambiental, añade: “El compromiso de China de alcanzar la neutralidad en materia de emisiones de carbono para 2060 es un posible motor de expansión del gasto en capex; la esperada puesta en marcha del mecanismo de préstamos verdes del Banco Popular de China (PBOC) y la normalización en el sector bancario en torno a los préstamos verdes deberían mejorar la eficiencia de la distribución de capital en la economía”.
Misma visión comparte Cosmo Zhang, analista de renta fija de Vontobel Asset Management, ya que considera que el mercado chino de bonos ESG es demasiado grande para ignorarlo, y los inversores deberían tener en cuenta tres consideraciones a la hora de invertir en este mercado. En primer lugar, explica que el mercado chino onshore es ahora el segundo más grande del mundo después del estadounidense. Los bonos chinos offshore en dólares, excluyendo Hong Kong, representan aproximadamente el 50% del mercado de bonos asiático, mientras que alrededor del 45% de los bonos ASG de Asia son de China. China ha sido el mayor emisor de bonos ASG en el continente desde 2013, seguido de Corea.
“En segundo lugar, el análisis financiero diligente de las empresas sigue siendo crucial, ya que la calificación ASG no siempre se correlaciona positivamente con el rendimiento de la inversión. Por ejemplo, Kaisa, una empresa inmobiliaria china tiene una calificación ESG satisfactoria (‘Bajo riesgo’ de Sustainalytics; ‘rango medio’ de S&P / MSCI /Bloomberg), pero está en situación de crisis ahora. De hecho, los bonos de Kaisa cayeron un 60% el año pasado. Y, en tercer lugar, la emisión de bonos ESG está creciendo al mismo tiempo que mejora el perfil ESG en China. Los principales sectores negativos en materia de ASG (carbón/acero/fabricación de cemento) no son los principales componentes de los bonos chinos en el extranjero. Los criterios ESG también son la tendencia de los emisores principales de China, ya que hemos sido testigos de un aumento de las emisiones de bonos verdes y de sostenibilidad”, concluye Zhang.