El cambio climático está reorganizando la economía global, afectando la producción en industrias que dependen considerablemente de los recursos naturales y cambiando las exigencias de los consumidores. A medida que los países buscan reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y el público busca productos y servicios más sostenibles, la demanda se está alejando de las industrias de altas emisiones hacia alternativas más sostenibles.
Los inversionistas globales están reconociendo esta oportunidad: los fondos sostenibles atrajeron un récord de 69.200 millones de dólares en flujos netos en 2021, los cuales equivalen a un aumento de 35% con respecto a 2020, cuando se registró el récord anterior.
Sin embargo, los inversionistas aún tienen que reconocer completamente la oportunidad que representa la transición hacia el cero neto en América Latina, ya que actualmente la región solo contribuye con el 2% de la emisión mundial de bonos verdes.
Con un inmenso capital natural y una población urbana en crecimiento, América Latina se perfila como un actor crucial en la economía verde. Desde la agricultura sostenible hasta la energía y transporte limpios, la inversión en industrias de bajas emisiones y servicios de ecosistemas puede convertirse en una vía de crecimiento a largo plazo para los inversionistas latinoamericanos.
La demanda de alternativas bajas en carbono está creando oportunidades de inversión en algunos de los sectores económicos clave de la región, al tiempo que también capitaliza sus recursos naturales únicos. Nuestro análisis ha encontrado que:
- La transición hacia el cero neto podría disminuir la producción estimada de petróleo y gas para 2050, ya que la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles acelera la adopción de energías renovables.
- En los últimos dos años, la emisión de bonos verdes en América Latina se ha duplicado con creces y está ayudando a financiar proyectos de energía renovable, transporte y uso de la tierra.
- La inversión en tecnologías agrícolas y prácticas sostenibles podría ayudar al sector a adaptarse a los cambios en la demanda, al mejorar el rendimiento de los cultivos, abordar el desperdicio de alimentos y mejorar la ganadería.
- La cuenca del Amazonas, uno de los pocos depósitos de carbono en el mundo, contribuye al enorme potencial de secuestro de la región, posicionándola como líder en los mercados voluntarios de créditos de carbono.
Los cambios en la demanda y riesgos geopolíticos en los mercados energéticos crean oportunidades para las energías renovables
Para limitar los impactos del cambio climático, los países deben buscar emisiones netas cero, equilibrando la cantidad de GEI producidos y eliminados. Alcanzar este objetivo requerirá también de un cambio en la demanda de operaciones intensivas en carbono a alternativas de bajas emisiones.
El sector energético, que actualmente es la fuente de 46% de las emisiones de América Latina, necesitaría depender menos de los combustibles fósiles y aumentar la demanda de generación de electricidad renovable, hidrógeno y biocombustibles.
Este cambio desafiaría a la industria del petróleo y gas, que históricamente ha contribuido con un porcentaje significativo del Producto Interno Bruto (PIB) de la región. Las estimaciones sugieren que para 2050 los volúmenes de producción podrían reducirse un 55% (petróleo) y 70% (gas) respecto a los volúmenes actuales.
Durante la última década, la región ya ha visto una disminución constante en la renta petrolera. En promedio, actualmente representa 1,7% del PIB, en comparación con 3% en 2010. Para países como México, estos ingresos se han reducido a más de la mitad en los últimos 10 años (ver Gráfico 1).
El fuerte aumento de los precios del petróleo y gas, así como los crecientes riesgos geopolíticos asociados con la dependencia de los combustibles fósiles podrían acelerar la adopción de energías renovables. En medio de las pérdidas registradas por las acciones como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania, las energías renovables están teniendo un rendimiento superior, debido al aumento de los precios de la energía y la búsqueda de alternativas por parte de los inversionistas.
En la medida en que las industrias vayan eliminando los combustibles fósiles, América Latina tendrá que pasar por una transformación energética. Esto requerirá de inversiones considerables en fuentes renovables y limpias, lo que representa una oportunidad a largo plazo para los inversionistas.
La emisión de bonos verdes en América Latina se ha más que duplicado en dos años, lo que permite la transición hacia el cero neto de la región
Para poner un número a esta transformación, la Corporación Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés) estima que la oportunidad de inversión acumulada en infraestructura de energía renovable en la región asciende a 555.000 millones de dólares para 2030, más de 12% de su PIB actual.
Los principales fondos de activos con mandatos medioambientales, sociales y de gobernabilidad corporativa (ESG por sus siglas en inglés), las aseguradoras y los fondos de pensiones están contribuyendo al crecimiento del floreciente mercado de bonos verdes en América Latina. Estos instrumentos de deuda, creados para financiar proyectos que tengan beneficios ambientales y/o climáticos positivos, se han convertido en la piedra angular de la inversión ESG. En menos de dos años, la emisión de bonos verdes en la región se ha duplicado con creces, al pasar de 13.600 millones de dólares en septiembre de 2019 a 30.200 millones de dólares a finales de junio de 2021.
La mitad de estos fondos se dedican a proyectos de energía renovable (principalmente solar y eólica).
Brasil es el mercado de bonos verdes más grande de la región, con emisiones acumuladas de 10.300 millones de dólares, seguido de Chile (9.500 millones de dólares) y México (4.000 millones de dólares). En los últimos dos años, varios países han ingresado al mercado de bonos verdes (Barbados, Bermudas, Ecuador y Panamá), elevando a 14 el número total de países emisores verdes en América Latina y el Caribe (ALC). Sin embargo, el mercado aún es incipiente, ya que ALC solo contribuye con 2% de la emisión mundial de bonos verdes, frente al 40% de Europa.
Si bien la energía es el sector más financiado en el mercado de bonos verdes, hay otras industrias que presentan oportunidades en la economía cero neto, incluyendo transporte y uso de la tierra (ver Gráfico 2).
En Chile, por ejemplo, la mayor parte de los bonos gubernamentales emitidos recientemente son para transporte verde, como las nuevas líneas de Metro del Sistema de Transporte Público Metropolitano de Santiago.
El uso de la tierra, sector significativamente sub-financiado a nivel mundial, representa más de 10% de las emisiones de ALC. Gran parte de estos bonos financian proyectos certificados relacionados con la agricultura, el sector forestal y la industria del papel, especialmente en Brasil. También hay otros sectores importantes que permanecen sin explorar: el de la construcción y el hídrico, dos de los más financiados a nivel mundial, se encuentran entre las categorías más relegadas en la región.
El auge de las industrias de bajas emisiones crea nuevas oportunidades de inversión en la región
Los cambios en la demanda de energía también podrían afectar al sector agrícola, ya que los biocombustibles se están convirtiendo rápidamente en un área de alto crecimiento. Un informe sobre la demanda de biocombustibles en la región ilustra esta trayectoria. Mientras que las exportaciones de productos agrícolas básicos, como aceite vegetal, azúcar y cereales, crecieron a tasas anuales inferiores a 4,5% en la última década, los sectores de biotecnología de mayor valor añadido, como biocombustibles, bioplásticos y biofertilizantes, se incrementaron en promedio 25%, 20% y 14% anualmente en los últimos cinco años, respectivamente.
La creciente demanda de biocombustibles podría llevar a los agricultores a reducir las tierras de cultivo dedicadas a la producción de alimentos y al pastoreo para dar espacio a cultivos rentables (ver Gráfico 3). Para mantener la producción de alimentos, la región tendría que invertir en agricultura sostenible para mejorar el rendimiento de los cultivos, abordar el desperdicio y trazabilidad de los alimentos, y adaptar la tecnología a la ganadería.
Las nuevas tecnologías agrícolas (AgroTech por su denominación en inglés) podrían abordar una variedad de problemas, incluyendo los sistemas de producción, la protección y genética de cultivos y animales, y el procesamiento, logística y distribución de alimentos. AgroTech también representa uno de los sectores más prometedores para los inversionistas.
En Estados Unidos, la inversión se disparó a 7.900 millones de dólares en 2020, superando las de 2019 en 2.300 millones de dólares, o 41%. Las empresas de biotecnología agrícola atrajeron un interés particular de los inversionistas con 173 acuerdos cerrados, que representan un aumento de 58%.
Este sector ha permanecido fuera del radar de los inversionistas latinoamericanos, pero la región se beneficiaría con creces al ser uno de los productores agrícolas más grandes del mundo.
Según los datos de la Asociación para la Inversión de Capital Privado en América Latina, el año pasado se invirtieron 35,4 millones de dólares en capital de riesgo en AgroTech en 15 rondas divulgadas.
La mayor fue una de serie A de 25 millones de dólares a principios de 2020 de Frubana, con sede en Colombia. Sin embargo, en América Latina hay más de 450 nuevas empresas y la mayoría se concentra en Brasil (51%), Argentina (23%) y la Región Andina (18%), los cuales también son algunos de los proveedores de alimentos de la región. Estas start-ups se concentran en el desarrollo de soluciones locales en áreas como macrodatos y agricultura de precisión, software de gestión y plataformas de compraventa de servicios y financiamiento.
El potencial de secuestro de América Latina la posiciona como líder en el mercado de créditos de carbono
Además de la energía limpia, la demanda de compensaciones de carbono podría afectar la distribución del uso de la tierra en la región, ya que el valor de los bosques aumenta debido a su potencial de captura de carbono. Los depósitos de carbono son áreas que almacenan más CO2 del que emiten y América Latina alberga uno de los pocos que quedan en el mundo: la cuenca del Amazonas, que se extiende por ocho países y elimina 1,2 gigatoneladas de CO2 al año.
Esta es solo una parte del potencial de la región. Simplemente permitiendo que los bosques establecidos crezcan durante otros 40 años, América Latina podría absorber potencialmente hasta 31 mil millones de toneladas de CO2 de la atmósfera, equivalentes a las emisiones totales de carbono por el uso de combustibles fósiles y procesos industriales en toda ALC entre 1993 y 2014.
El gran potencial de captura de carbono de la región la ha llevado a convertirse en el segundo principal proveedor mundial de créditos de carbono voluntarios, acaparando cerca del 20% del suministro total entre 2020 y 2021 (ver Gráfico 4).
La demanda de créditos de carbono seguirá creciendo a medida que los países ajustan las regulaciones para frenar las emisiones. Solo en la primera mitad de 2021, el mercado mundial voluntario de carbono experimentó un aumento de 60% en comparación con 2020 y para finales de 2021 es probable que su valor histórico alcance los 6.700 millones de dólares. A este ritmo, los análisis recientes predicen que la demanda se multiplicará por cinco o 10 durante la próxima década y en parte se cubrirá a través de emisiones de créditos de carbono de proyectos basados en América Latina. En 2019, los europeos compraron 40% de sus compensaciones de carbono de proyectos en ALC.
Los países latinoamericanos están asentados sobre varios de los depósitos de carbono más valiosos del mundo. Las reservas totales de carbono de la región ascienden a más de 3,9 billones de toneladas, con un valor de más de 14,5 billones de dólares, según la base de 40 dólares/toneladas de dióxido de carbono equivalente establecidos en el Acuerdo de París. A este nivel de precios, el valor de las reservas de carbono de Brasil asciende a 10 veces su PIB actual, mientras que el de Bolivia es el doble y el de Colombia es 80% (ver Gráfico 5).
Conclusión: un efecto de red hacia el cero neto
El cambio climático representa una amenaza existencial y, si no se aborda, tendrá impactos ambientales y económicos devastadores para América Latina. Sin embargo, la transición a una economía cero neto también representa una oportunidad para inversionistas que buscan rendimientos a largo plazo. Los cambios en la demanda de bienes y servicios de los de alta emisión a alternativas bajas en carbono podrían tener un efecto de red que mueva recursos de una industria a otra. La demanda de fuentes de energía con bajas emisiones de carbono afectará no solo al sector energético, sino que también podría repercutir en la agricultura y uso de la tierra. Otras alternativas sostenibles podrían tener efectos similares en una variedad de industrias, desde la gestión de desechos hasta la conservación del agua. Los inversionistas que sean capaces de anticipar estos efectos y realizar inversiones estratégicas podrán cosechar las recompensas.
Este artículo fue escrito por Economist Impact con el apoyo de J.P. Morgan