Ir en contra del momentum o impulso es un juego difícil, pero cuando se hace bien, puede ser muy rentable o al menos eso creen los estrategas de renta variable estadounidense de Morgan Stanley. En su opinión, ahora es cuando las preferencias deben pasar de un enfoque de crecimiento a valor.
Su análisis señala que el mercado mostró signos de agotamiento tras la publicación de un crecimiento del PIB estadounidense muy fuerte en el segundo trimestre de este año y creen que podría producirse una corrección mayor que la de febrero, que sería más profunda en el caso de carteras centradas en valores tecnológicos, discrecionales y small caps.
«Nuestros infraponderados son una mezcla de crecimiento y costosas estrategias de defensa: tecnología, consumo discrecional y REITs. La buena noticia es que el valor comenzó a superar significativamente al crecimiento después de uno de los peores períodos registrados. Creemos que no es demasiado tarde para sesgar las carteras en esta dirección. Por lo tanto, tal vez la mejor manera de expresar nuestra visión del mercado bajista sea simplemente sobreponderar el valor frente al crecimiento, como actualmente recomendamos en nuestro sector de ponderaciones. Apreciamos el hecho de que luchar en el momento puede ser un juego perdedor, pero cuando las cosas llegan a este extremo y hay evidencia de un giro, tenemos que ir por el otro lado», comentan.
En su lugar sobreponderan a las empresas de servicios públicos así como el energético, industrial y financiero, lo que les da una importante inclinación de valor, con un toque defensivo.
«Sobre la base de este ensanchamiento en el último año, creemos que es hora de una reversión. Las acciones de Large Cap Value subirán más o las acciones de Large Cap Growth simplemente bajarán y se pondrán al día con el resto del mercado en cuanto a P/E. Pensamos que será lo último pero no importaría si es lo primero. De cualquier manera, el factor valor supera al de crecimiento y creemos que el diferencial puede reducirse en un 10-15% en los próximos meses», concluyen.
En Europa y en China, se han lanzado bastantes planes en los últimos meses para reducir estructuralmente la emisión de gases de efecto invernadero. A principios de julio, China propuso un ambicioso plan de acción para conseguir un aire más limpio para 2020, al que puso el original nombre de «plan de guerra para recuperar un cielo azul». Desde luego, es algo que hace falta en China, porque no sé si habrán estado recientemente en Beijing, pero allí el aire está verdaderamente contaminado. Un paseo de media hora por la capital china basta para tener que echar a lavar una camisa blanca y te hace sentir como si acabases de fumarte un paquete de cigarrillos, envase incluido. En los Países Bajos, también se están elaborando nuevos planes de emisiones. Aquí, el objetivo principal es limitar las emisiones de CO2. Los planes todavía tienen algunos cabos sueltos aquí y allá, pero se retomarán después de un caluroso (demasiado) verano en la tierra del pólder.
En el Reino Unido, por el contrario, tienen unos problemas totalmente distintos, y es que a ellos les falta CO2. Sí, de verdad; la primera vez que lo leí, tampoco me lo creí, pero los británicos tienen una necesidad imperiosa de CO2 este verano. Este gas de efecto invernadero se usa en las burbujas de la cerveza británica y de los refrescos y, con este clima tan cálido, hay una gran demanda de estas bebidas. Tanto Heineken como Coca-Cola han tenido que parar algunas de sus fábricas, lo que ha dado lugar a que los pubs de JD Wetherspoon se quedasen sin cerveza durante los últimos partidos del Mundial. Además de en la cerveza, el CO2 se usa para mantener los alimentos frescos en el envase y para aturdir al ganado antes de sacrificarlo. Por ejemplo, un matadero de Escocia ha cerrado debido al déficit de CO2.
Pese a que está disponible libremente y en cantidades cada vez mayores en nuestra atmósfera, el CO2 en el Reino Unido solo se obtiene como subproducto de la industria química. Sobre todo en la producción de amoniaco y dihidrógeno, el CO2 se recupera y se vende a la industria alimentaria. Y este verano, gran parte de la industria química en Inglaterra está inactiva. Por ejemplo, tres de las cinco fábricas de amoniaco británicas están paradas para realizar el mantenimiento estival. La demanda de amoniaco como componente de fertilizantes suele ser baja en verano. Además, el gas natural, de donde se obtiene el amoniaco, también se ha encarecido considerablemente en los últimos meses, lo que pone aún más presión sobre la demanda de amoniaco.
Dado que el coste de almacenar y transportar el CO2 es mucho mayor que el precio del CO2 en sí, importar CO2 desde el continente no parece ser una solución para los británicos en este momento. Parece incluso más barato importar la propia cerveza o, simplemente, dejar la cerveza más burbujeante y pasarse a la clásica ale británica. Se trata de elegir entre decir adiós a la cerveza o volver al sacrificio de animales sin anestesia. Hoy día, esta segunda opción no está permitida por la legislación europea, aunque podría quedar abolida con el Brexit en el Reino Unido, pero me parece poco probable esta cuestión esté ya en la agenda política de Downing Street. Por supuesto, el CO2 también puede obtenerse del aire. En un artículo reciente publicado en la revista MIT Technology Review, se explica que, con las últimas tecnologías, debería ser posible obtener CO2 de la atmósfera a un coste de 100 dólares por tonelada de CO2, lo que comienza a ser interesante desde el punto de vista del precio, pero aún no es viable.
Yo creo que aún podría ser más barato si lo recuperásemos de las numerosas centrales térmicas de carbón y de gas todavía en funcionamiento. Esta idea no es nueva y ya se ha probado muchas veces en el mundo con ayuda de subvenciones. En los Países Bajos, también se ha probado con la central térmica de carbón más nueva, ubicada en la llanura del Mosa, pero el año pasado se puso fin al proyecto porque, según los operadores, sería demasiado costoso almacenar el gas de efecto invernadero en un campo de gas vacío bajo el mar del Norte. Y esto a pesar de las subvenciones millonarias recibidas y a pesar del hecho de que el permiso para la central térmica se otorgó con la condición de que se recuperase y se almacenase el CO2. Originalmente, la idea era almacenarlo en un campo de gas agotado en el subsuelo de Barendrecht, lo que habría sido más barato, pero los habitantes de este municipio no se mostraron precisamente partidarios de este plan. Al contrario.
Pero si el almacenamiento del CO2 es un problema tan grande, ya sea en el mar del Norte o en nuestro subsuelo, ¿por qué no se lo damos a los ingleses? Seguro que se beberían a gusto una parte de nuestras emisiones.
Por Henk Grootveld, responsable del Equipo de Inversión en Tendencias Globales de Robeco
Durante el primer trimestre de este año, el PIB de Japón se contrajo por primera vez desde 2015. El país nipón no ha sido ajeno a la ralentización del crecimiento de las economías desarrollas y también se ha visto afectado por este frenazo. ¿Qué podemos esperar de Japón de cara al segundo semestre del año?
Pese a que el crecimiento ha sido menor de lo esperado, desde Candriam son moderadamente positivos porque la factura salaria continúa subiendo y aumenta más rápido que la inflación. “La tasa de paro se situó en el 2,2 % en mayo. Además, las empresas siguen apostando por seguir invirtiendo, como se observa en la última edición de la encuesta Tankan, publicada el 2 de julio. La política monetaria no debería cambiar, ya que dos años consecutivos de crecimiento positivo no han conseguido tirar mucho más al alza de la inflación”, explican desde la gestora.
Su posición “moderada” se debe a que Japón no está libre de riesgos, en concreto la gestora observa dos: la guerra comercial con Estados Unidos y la popularidad del primer ministro Shinzo Abe. Respecto a la guerra comercial, Candriam señala que si las empresa retrasan sus planes de inversión ante el conflicto, Japón sería arrastrada por la consiguiente desaceleración mundial.
Riesgo a perder las Abenomics
En segundo lugar, “el porcentaje de aprobación del primer ministro Shinzo Abe, que ha caído debido, en parte, al escándalo Moritomo. Este hecho ha reducido sus posibilidades de salir reelegido como líder de su partido, el LDP, el próximo mes de septiembre. Si Shinzo Abe no sale reelegido, el nuevo líder del partido (que sería, de facto, el nuevo primer ministro) podría dar un nuevo rumbo a la política económica y fiscal de Japón”, explica la gestora.
En este sentido, lo más importante es cómo afectaría un cambio en la política japonesa a la renta variable del país. “Después de mantener el optimismo en torno a la renta variable japonesa desde el pasado verano, Candriam ha adoptado una postura de mayor cautela en junio. Como se acaba de señalar, la votación para elegir al presidente del LDP en septiembre supone un riesgo para el primer ministro Abe y amenaza su Abenomics, una combinación de políticas de estímulo en el ámbito monetario, económico y fiscal. Este conjunto de políticas expansivas sigue siendo vital para la economía japonesa. Además, los riesgos de guerra comercial supondrían un duro golpe para una bolsa donde las exportaciones pesan mucho”, argumentan desde Candriam.
A consecuencia de ello, el estatus del yen pone de relieve su atractivo como refugio y contrarresta la brecha de tipos de interés. En este sentido, las empresas ya no pueden depender de la debilidad de la moneda para impulsar sus ingresos en el extranjero. Las acciones japonesas están experimentando una ralentización en sus beneficios y apenas crecen en estos momentos, mientras que se prevé que otras regiones registren tasas de crecimiento más elevadas.
La oposición en el seno de la zona euro por lo que se percibe como una construcción ineficaz, rígida, burocrática, injusta, e incluso antidemocrática va en aumento. No obstante, son precisamente sus insuficiencias las que son objeto de un rechazo creciente, y no su existencia.
Los movimientos de pánico que acompañan ocasionalmente las veleidades expresadas aquí o allá respecto de la salida de la zona euro no se atienen a lo esencial: la opinión pública ha entendido por doquier que el coste de un retorno a la moneda de origen de cualquier país sería prohibitivo.
Con o sin razón, el euro es a día de hoy irreversible, como recordaba recientemente Mario Draghi. En cambio, el funcionamiento del conjunto de la Unión Europea acusa una necesidad urgente de reformas so pena de sacudidas recurrentes que podrían acabar de una vez por todas con su estructura.
El presidente francés Emmanuel Macron lo ha entendido bien, al igual que la canciller Angela Merkel. Esta podría aprovechar su última legislatura al frente de Alemania para apoyar este movimiento. En el plano económico, una iniciativa de esta última podría consistir, por ejemplo, en reunir a su coalición en torno a un proyecto de reforma fiscal que explotaría algunos de los amplísimos márgenes de maniobra de los que dispone la economía alemana.
Este gesto de liderazgo político sería una respuesta creíble a un riesgo de ralentización económica ya perceptible y posicionaría aún más al país como locomotora del crecimiento europeo, en lugar de seguir asumiendo principalmente el papel de vigilante puntilloso del cumplimiento de las limitaciones de equilibrio de Maastricht. Una vez apaciguadas sus preocupaciones migratorias, el CSU, socio conservador de la CDU, podría sin duda respaldar un programa de reducción de la presión fiscal.
Probablemente uno de los errores más recurrentes de los observadores anglosajones haya sido haber subestimado en cada crisis europea la voluntad política que es capaz de congregarse en torno a la supervivencia de la zona del euro. El verdadero riesgo a corto plazo sigue siendo, en nuestra opinión, aquel ligado al ciclo económico, por el agotamiento de los factores de estabilización monetarios y de unos factores de estabilización presupuestarios muy insuficientes en ausencia de reformas.
Las amenazas proteccionistas son naturalmente motivo de ansiedad para la mayoría de los agentes económicos. No obstante, esta observación aplica también a EE. UU., donde el mundo empresarial comienza a señalar al gobierno estadounidense los riesgos de una política semejante.
Paradójicamente, el hecho de que su impacto directo e inmediato sobre el crecimiento económico estadounidense sea muy débil refuerza el riesgo de mantener una postura política muy rígida en el futuro inmediato. Así, la actualidad para los mercados ha pasado a ser de índole principalmente política en este momento, lo que reduce la visibilidad e incita a la prudencia. Pero las fuerzas estabilizadoras —o, dicho de otro modo, el sentido común— deberían seguir multiplicándose con el fin de llegar a compromisos positivos.
Recordemos que el verdadero riesgo para los mercados es más complejo y, por ende, más difícil de controlar a corto plazo, puesto que reside en la posibilidad de una confluencia de estas políticas económicas desestabilizadoras, un ciclo económico que se ha vuelto vulnerable y unos bancos centrales faltos de artillería.
Didier Saint-Georges es managing director y miembro del Comité de Inversión de Carmignac.
La nueva regulación europea MiFID II y la competencia de los fondos de gestión pasiva siguen ejerciendo una gran presión sobre los honorarios de los gestores activos, que se esfuerzan por atraer más flujos de inversión hacía sus fondos.
Según el informe del sector europeo de la gestión de fondos elaborado por Cerulli Associates, cada vez existe mayor competencia entre las gestoras europeas. Los cambios regulatorios, la fortaleza de la gestión pasivo, la búsqueda de eficiencias y la guerra de honorarios entre firmas está detrás de esta mayor competitividad.
El recorte desenfrenado de los precios en los fondos indexados y en los fondos negociados en bolsa ha conducido a entradas masivas en estrategias pasivas, señala Cerulli Associates. «Pero el vínculo entre las tarifas bajas y los flujos positivos puede estar llegando a su fin porque el inversor busca algo más. En cambio, el foco está volviendo a la gestión activa”, advierte Angelos Gousios, director de investigación europea de Cerulli.
Según Cerulli, las tarifad de la gestión pasiva ya no pueden caer mucho más de los precios actuales. “Funcionar y comercializar fondos de inversión cuesta dinero, incluso un fondo de seguimiento barato tiene costos de negociación”, afirma Gousios.
En su opinión, las tarifas atractivas ya no logran convencer a los inversores y, poco a poco, va reduciendo su importancia: “Los inversores saben que lo más barato no es necesariamente lo mejor. Se está prestando mayor atención a cómo se gestionan los fondos».
Cerulli dice que el número de fondos activos que han lanzado tarifas inferiores está aumentado y como ejemplo señala a las grandes gestoras, quienes han hecho lanzamientos con tarifas más bajas y vinculadas al desempeño del producto. Esta tendencia podría ser, según Gousios, “el comienzo de una lucha por los flujos entre los gerentes activos”.
La competencia también se está aumentando en otras áreas. En reconocimiento del riesgo potencial, los gestores de activos están reduciendo las tarifas para los inversores que respaldan un producto anticipadamente. Del mismo modo, se ofrecen descuentos en los precios de las acciones a los agestores de patrimonio y distribuidores. Las tarifas de los gestores activos también se ven presionadas por las estrategias smart beta más baratas.
Al 31 de julio, el índice principal de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) acumulaba en el período presidencial corriente 18,8% de rendimiento, con media anual de 3,37%. La frustración aumenta al ver los comparativos: el dólar subió 44% y, la Unidad de Inversión, (UDI) 24,5%. Es decir que la BMV arrastra pérdidas sexenales por partida doble, de 17,5% en dólares, y 4,6% en UDI. Su desempeño evidencia la pérdida significativa del poder de compra en términos de la referencia que se asume como la real, e inclusive no alcanza para resarcir la merma causada por la inflación general.
El punto de quiebre se dio en septiembre de 2014, cuando el interbancario a la venta oscilaba aún alrededor de 13 pesos y la bolsa acarreaba plusvalía de 9,5% en dólares. Véase en la gráfica que a partir de ahí se separaron las cuatro líneas inferiores: la de la divisa, que aceleró su ascenso; la del índice, que con ciertos vaivenes alcanzó al tiempo retornos nominales máximos de 22,2%; la de la bolsa en UDI, que dibujó un trazo casi horizontal, decepcionante, sobre la línea de cero, que llegaría incluso hasta -13,8% en mayo del presente, para recuperar algo del terreno perdido en los dos últimos meses; y la línea del mercado en dólares, que cayó a mínimos de -34,8% en enero de 2017, y que parece empezar a salir apenas de ese fondo en forma de canal en que se mueve desde agosto de 2015.
Fuente: Elaborado por el autor con datos de Banxico y Bloomberg
Como se visualiza, el índice S&P 500, en pesos, no tuvo parangón; con todo y las caídas de entre enero-agosto de 2017, y entre enero-abril de este año, su rentabilidad en el período es impresionante. Llegó a ser de 214,9% apenas en junio; resultó de 186.3% al corte, con media anual de 33,4%. La diferencia contra la BMV en pesos sí que ampolla, o regocija, según se vea.
Fuente: Elaborado por el autor con datos de Banxico y Bloomberg
Desempeño decepcionante en México y Brasil, llevadero en Chile
La frustración no es solo un caso local, aunque el nuestro es el más drástico entre sus pares. La relación del alza cambiaria contra el retorno en dólares de la bolsa de Brasil fue también decepcionante; en cambio, fue llevadera en el caso de la de Chile. El dólar subió 79% contra el real (casi lo doble que contra el peso mexicano) aunque el IBOVESPA creció 38% (poco más de lo doble que el IPC); se apreció 33% contra el peso chileno en tanto el IPSA ascendió 31%. En resumen, la subida del tipo o tasa de cambio respecto a la de cada indicador bursátil fue dispar: 134% mayor a la del IPC mexicano, 109% más alta que la del IBOVESPA brasileño, y apenas 5% superior a del IPSA chileno.
Fuente: Elaborado por el autor con datos de Banxico y Bloomberg
¿Oportunidad de compra?
El rezago de la BMV puede verse como una oportunidad de entrada. No obstante, a decir verdad, no hay mayores alicientes generales a la vista que el acuerdo o acuerdos para la continuidad del TLCAN, las expectativas sobre el nuevo gobierno y la recuperación del precio del petróleo. Vuélvase a ver la gráfica y nótese que para cuando el ahora presidente de Estados Unidos comenzó a vociferar contra México, la BMV en dólares ya estaba rezagada 20% contra la UDI, 65% contra el dólar y 115% contra el S&P en pesos.
Claro, más allá del pesimismo, no hay que dejar de lado la máxima de cualquier época: las compras han de hacerse cuando los precios son bajos.
Si queríamos algo con lo que medir el nivel de salud de la economía global en la última década, el consumo de petróleo es un buen candidato. El consumo aumentó en más de un 14% desde 2009 hasta los 97,2 millones de barriles diarios el año pasado, en línea con el crecimiento económico global. Y de cara al próximo año, la Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda alcance los 100 millones de barriles por día en 2019.
En opinión de Stéphane Monier, jefe de inversiones de Lombard Odier, esta tendencia remarca la solidez de la recuperación desde la crisis financiera, y sugiere que el desafío para el petróleo es la oferta. “Comparando las cifras de almacenamiento de petróleo con los niveles más bajos de demanda desde enero de 2015 y por debajo del promedio a cinco años, Estados Unidos, China e India han pedido un aumento del suministro para evitar una escasez peligrosa desde el punto de vista económico”, destaca Monier. ¿Podríamos en un escenario de desequilibrios entre oferta y demanda de petróleo?
Según el jefe de inversión de Lombard Odier, las decisiones políticas de la OPEP sí podrían conducirnos hacia un desequilibrio de este mercado. Según explica, a principios de julio, “la OPEP y Rusia llegaron a un acuerdo hace para aumentar el suministro por un millón de barriles por día como máximo a partir del 1 de julio. El acuerdo superó la resistencia de Irán, el tercer productor más grande de la OPEP, que se enfrenta a una caída de la producción a medida que se avecina la reimposición de sanciones por parte de Estados Unidos”.
Esta decisión llegó después de que desde enero de 2017 el precio del petróleo haya ido subiendo, en parte por falta de oferta. De hecho, la fuerte demanda, los recortes de producción durante el año pasado y las tensiones geopolíticas han contribuido a impulsar los precios a unos niveles cercanos a los máximos de tres años y medio.
En cambio, de cara a 2019, la gestora espera un equilibrio entre oferta y demanda , suponiendo que no haya disrupciones. “Las reservas, en términos absolutos, pueden crecer modestamente mientras se mantienen por debajo del promedio a cinco años. En un contexto de capacidad más limitada y una falta de inversión apreciada en el sector estos últimos años, el petróleo podría volverse más sensible a ciertas alteraciones y cuestiones geopolíticas”, apunta en sus previsiones.
Según Monier, esta perspectiva sobre el mercado del petróleo y el alza de su precio no desincentiva su interés por el mercado de materias primas. “Nos siguen gustando como un activo que puede ofrecer a los inversores una cobertura frente a riesgos geopolíticos y de inflación dentro de una cartera multiactivos. Nuestra
perspectiva sobre el petróleo se mantiene neutral, con un precio objetivo de 70 dólares. La OPEP se mantiene claramente comprometida con este nivel de precios, lo que transmite tranquilidad tanto a productores como a consumidores.
También creemos que los fuertes retrocesos de la curva de rentabilidad de los futuros, donde los precios de los futuros son más bajos que los precios esperados al contado, ofrece una oportunidad interesante para los inversores en el mercado del petróleo”, sostiene Monier.
La economía de Estados Unidos, ahora en su noveno año de maratoniana expansión económica, podría haber conseguido más combustible para continuar creciendo en 2018. Gracias a los amplios recortes de impuestos aprobados a finales de 2017 y el incremento del gasto del gobierno aprobado en febrero, la economía de la nación ha renovado su fortaleza en un momento en el que la extensa recuperación desde la crisis financiera global parece estar quedándose sin energía.
Llamémosles políticas que mejoran el rendimiento; se espera que, en conjunto, sumen alrededor de 285.000 millones de dólares en estímulo fiscal para la economía de los Estados Unidos este año.
La reforma fiscal podría estimular el crecimiento económico en 2018 y en 2019 gracias al aumento del consumo y el gasto de las empresas”, afirma el economista de Capital Group, Jared Franz. “A esto hay que sumar, una combinación de un mayor beneficio de las empresas, los incentivos para invertir en equipamiento y el buen contexto global podría extender la actividad económica. Espero ver un crecimiento del PIB este año de alrededor de un 3%”.
Efectivo en la caja de las empresas
La bajada de impuestos y el la reforma laboral de 2017 recortaron los impuestos tanto a los hogares como a las empresas y éstas han respondido elevando el gasto en sus negocios al mayor ritmo en años. El gasto en capital –o inversión en fábricas, equipamiento y otros bienes de capital– de las cotizadas del S&P 500 ha alcanzado el total de 167.000 millones de dólares en el primer trimestre, el ritmo más alto de los últimos siete años.
Las compañías de tecnología están entre las que más invierten y se convierten así las ganadoras de este aumento del gasto en capital. Google ha alcanzado el primer puesto de la lista del gasto durante el primer trimestre del año con 7.300 millones de dólares, desde 2.500 millones de dólares el mismo periodo del año anterior. Apple y Microsoft también están en los diez primeros puestos. Estas firmas también se han beneficiado por un aumento del gasto en infraestructuras tecnológicas este año.
Los beneficios empresariales de Estados Unidos crecen
El recorte impositivo está ayudando a que las ganancias de las empresas del S&P 500 alcancen nuevos máximos. En general, en el primer trimestre los beneficios después de impuestos de las compañías del índice subieron un 25,3% frente al mismo periodo del año anterior, según Thompson Reuters. Estas cifras marcan el séptimo trimestre consecutivo de subidas de los beneficios por acción y las mayores ganancias en más de siete años.
Dada la salud de las empresas, la capacidad de subir precios y la fortaleza de la economía, la atención debería posarse sobre la inflación. Uno de los indicadores más fiables de la inminente inflación es la utilización de los recursos. Cuanta mayor sea la tasa de utilización, menor es la holgura de la economía y mayor el potencial de presiones inflacionistas. La tasa de utilización mezcla medidas de la actividad manufacturera y de empleo, así que esta clase de relación parece intuitiva.
Las subidas de tipos serán graduales, por ahora
Una variedad de datos indica que la inflación podría incrementar y podría influir la velocidad con la que la FED sube los tipos de interés. Parece lógico que cualquier subida en el crecimiento y en la inflación podría hacer que la Reserva Federal acelerase el ritmo de subidas en los próximos dos años. El mercado podría tener que reconsiderar que la trayectoria de las estimaciones de la subida de tipos de interés debería revisarse al alza.
Desde ahora, la Fed está en proceso de subir los tipos de forma gradual hasta el final de 2020. Spence afirma que la política de la autoridad monetaria no será considerada “ajustada” hasta que los tipos superen los mínimos que tocó la rentabilidad del bono estadounidense a 10 años durante el ciclo de ajuste”.
Hay algunas evidencias de que el ritmo de subidas de tipos de la Fed podría jugar su papel al determinar cuánto tiempo tardará la próxima recesión en tomar forma. Como muestra el gráfico, cuanto menor sea el ritmo de subidas, mayor será el tiempo entre recesiones.
La Inflación no tiene por qué afectar a la renta variable
A principios de año, el temor a una mayor inflación alimentó los miedos ante una subida de interés más rápida, situación que contribuyó a la primera corrección de los mercados desde 2016. Pero la inflación ha sido relativamente baja durante años, así que algo de aceleración debería ser bienvenida. Las recientes lecturas de los precios no se acercan a los niveles que típicamente ha influido sobre la renta variable.
De hecho, desde 1946, la rentabilidad de la renta variable ha alcanzado el doble dígito de media en los años en los que la inflación ha estado entre el 2% y el 3%. El S&P 500 ha tenido unas fuertes ganancias la mayor parte de los años en los que la inflación estaba entre el 3 y el 4%. Desde luego, la inflación es sólo uno de los factores y los retornos futuros pueden variar, pero los inversores deberían sentirse cómodos con el hecho de que, por sí solo, un moderado aumento de la inflación no suele ser normalmente negativo para la renta variable.
Continúa la larga expansión
Desde la segunda Guerra mundial, las expansiones de la economía americana han durado 60 meses de media. Tras 108 meses, no estamos ante una expansión tipo y continuará, especialmente por la estimulación procedente de los recortes de impuestos y el aumento del gasto fiscal.
La economía de Estados Unidos ha estado en expansión durante un tiempo, pero creo que todavía hay camino por recorrer. No parece que estemos ante ningún problema sistémico, o ningún gran desequilibrio, que creemos que sea de importancia en cuanto a tamaño o naturaleza que pueda empujar a la economía de Estados Unidos a una recesión en los próximos 12 o 18 meses.
Tribuna de Richard Carlyle, director de análisis de renta variable de Capital Group.
Tras la tendencia positiva de los dos últimos años, las expectativas de rentabilidades a largo plazo parecen algo más moderadas. La era de los bajos tipos de interés conlleva una menor rentabilidad en la deuda pública y corporativa. ¿Qué implicaciones tiene esta situación para los inversores?
En primer lugar, los inversores, en su búsqueda de nuevas fuentes de rentabilidad, se han planteado el uso de inversiones alternativas, lo que puede ofrecer oportunidades interesantes según la opinión de Petri Niininen, analista cuantitativo de carteras en Nordea Asset Management. “Se espera que las materias primas, tras un periodo de rentabilidades negativas, registren un mejor comportamiento en la próxima década, si bien en cotas aún moderadas y con una elevada volatilidad. Los activos inmobiliarios presentan una menor volatilidad, pero las rentabilidades previstas para los REIT globales en los próximos diez años se sitúan en un nivel inferior al de la última década. Además, los productos alternativos también suelen ser menos líquidos”, explica Niininen.
Otra tendencia que se ha producido en este contesto es que muchos inversores se han replanteado su enfoque. Para opción, este experto de Nordea propone desglosar las rentabilidades de los activos por la prima de riesgo subyacente de forma sistemática. “De este modo, los inversores pueden obtener rentabilidad exponiéndose a los factores que no estén correlacionados con sus carteras actuales o con los mercados en general”, puntualiza.
También hay primas de riesgo que parecen mantenerse en los distintos mercados. Por ejemplo, algunos estudios e informes han identificado que los títulos de valor arrojan una rentabilidad superior a la de los valores de crecimiento, que los recientes ganadores superan a los perdedores, y que los activos de alto rendimiento suelen registrar un mejor comportamiento que aquellos de rendimiento reducido. Estos enfoques se conocen como valor, momentum y carry.
Por último, Niininen señala que los inversores también pueden optar por combinar las primas de riesgo con su cartera actual con el fin de mejorar las rentabilidades y reducir el riesgo de la cartera. “No se trata solo de introducir un sesgo hacia los títulos de valor, por ejemplo, sino también de eliminar la exposición a los riesgos no deseados, centrándose en las primas que actualmente hacen gala de solidez y ajustar la cartera en función del actual régimen económico. El enfoque centrado en las primas de riesgo abarca todas las clases de activos que ofrecen una serie de catalizadores de rentabilidad diferentes para los inversores. Con las primas de riesgo, los inversores pueden lograr una mayor diversificación en sus carteras”, concluye.
Los Principios para la Inversión Responsable (PRI en sus siglas en inglés), es una iniciativa lanzada por las Naciones Unidas que ahora cuenta con 1.961 signatarios a nivel global, principalmente del mundo financiero. En 2018, Vontobel recibió una puntuación superior a la media con sus estrategias de inversión sostenible.
“Nuestra puntuación PRI, que excede mucho la media, es una confirmación de nuestra experiencia en el campo de la inversión sostenible, que Vontobel ha estado construyendo y expandiendo de forma sostenida desde 1990. Esta puntuación es muy relevante, ya que la importancia de los Principios para la Inversión Responsable ha crecido en importancia en los últimos años, cuando se trata de otorgar mandatos a las gestoras de activos. Es cada vez más frecuente que los clientes pregunten de forma significativa por los ratings PRI”, explica Axel Schwarzer, director de Vontobel Asset Management.
El PRI evalúa signatarios basándose en su implementación de sus seis Principios para la Inversión Responsable:
Incorporar los criterios ESG al análisis de inversión y los procesos de toma de decisión.
Ser propietarios activos e incorporaremos criterios ESG en las políticas y prácticas de propiedad.
Solicitar la divulgación adecuada sobre cuestiones de ESG por parte de las entidades en las que se invierten.
Promover la aceptación y la implantación de los Principios en la industria de inversión.
Trabajar conjuntamente para mejorar nuestra efectividad en la implementación de los Principios.
Informar sobre las actividades y progresos hacia la implementación de los Principios.