Se acabó la samba en Brasil
| Por Fórmate a Fondo | 0 Comentarios
Jair Bolsonaro lleva la delantera en las elecciones presidenciales de Brasil con el 46% de los votos. Más allá de sus opiniones tan divisivas en ciertos asuntos sociales (situación de la mujer, comunidad LGBT), sobre el acuerdo de Paris y la corrupción de los gobiernos anteriores, junto con su meta de acabar con la violencia endémica de Brasil al permitir a la población portar armas, ¿existen fundamentos económicos para esta victoria probable?
Dicha victoria tiene explicaciones económicas muy claras. La economía del país ha sufrido desde el 2014 con el colapso de los precios de las materias primas. La recesión de 2014-2015 y 2016 se prolongó demasiado, seguida de una opaca recuperación, que fue más una estabilización que un repunte real. El PIB del segundo trimestre de 2018 todavía cayó 6% por debajo que la cifra registrada el primer trimestre de 2014.
Esta drástica situación puede atribuirse a dos factores. El primero es la alta dependencia del país en las materias primas. Brasil gozó de una situación muy cómoda a inicios de la presente década cuando China se convirtió en su principal socio comercial.
Las oportunidades se incrementaron y los precios de las materias primas aumentaron, por lo que las ganancias eran abundantes y no se incentivó la inversión, lo que generó un fenómeno conocido como mal alemán, donde las ganancias de las materias primas eran tales que no había incentivos para invertir en negocios alternativos. Pero cuando el crecimiento en China empezó a ser más lento y los precios de los commodities se precipitaron, la economía brasileña no pudo adaptarse, por lo que cayó en una severa recesión.
El otro factor es que Brasil destinó recursos financieros considerable a financiar el Mundial de futbol de 2014 y las Olimpiadas del 2016, lo cual, en un país con un enorme déficit por cuenta corriente, añadió mucha presión a las finanzas. La financiación de infraestructuras pública remplazó a la inversión en producción, lo cual empeoró la situación del país aún más. Los brasileños han pagado un precio muy alto por el breve momento de gloria de su nación.
¿Resultaron afectados el empleo y el poder adquisitivo?
Si, el mercado laboral se contrajo y la inflación se elevó, y si analizamos el indicador de la encuesta Markit, el empleo no ha vuelto a los niveles de 2015, especialmente en el sector servicios, si bien el empleo se estabilizó en el sector manufacturero durante el año pasado, aunque a niveles bajos. Por tanto, los brasileños aún están pagando por la recesión.
El otro punto es el aumento en la inflación (casi 11% a principios de 2016) y el deterioro del poder adquisitivo ya que los salarios no subieron. El banco central emprendió medidas para contener la inflación y apretó la política monetaria con una tasa real de interés positiva, lo que pudo haber exacerbado y extendido la recesión económica del país.
Un análisis profundo de esta información –una larga recesión sin una recuperación real, mayor desempleo y un colapso en el poder adquisitivo – proporciona un mejor entendimiento de porque los brasileños decidieron rechazar al partido en el poder, aunque no justifica las decisiones tomadas.
¿Qué podemos esperar para la economía brasileña en el corto plazo?
La economía brasileña es todavía muy inestable y las encuestas más recientes sugieren que el riesgo de una recesión sigue elevado.
En términos más generales, la desaceleración de la economía global no pudo reforzar el impulso económico, si bien en lo que respecta a las materias primas, solamente los petroprecios siguen en tendencia al alza.
El nuevo presidente tiene una dura tarea ante sí ya que el país tiene expectativas muy altas, pero Brasil no es EE.UU.: ya no representa una potencia económica y antes debe reconstruirse, lo cual será un proceso prolongado. Existe un riesgo de que el cambio no llegue lo suficientemente pronto para mantener al electorado brasileño contento, en momentos en que las autoridades también están aplicando una línea más dura en la ley y el orden.
Philippe Waechter, Economista en Jefe de Ostrum Asset Management, filial de Natixis IM.