¿Cómo de eficientes serán las vacunas para resolver los riesgos del entorno actual?
| Por Beatriz Zúñiga | 0 Comentarios
Continúa el optimismo en los mercados globales. La posibilidad de que haya diversas vacunas disponibles para el próximo año ha marcado una meta clara: controlar esta pandemia y frenar su impacto económico. Durante la presentación de perspectivas de cara a 2021, las gestoras coinciden en que tener una vacuna será clave para abordar una recuperación económica el próximo año, pero recuerdan que no hay que ignorar ciertos riesgos que pueden persistir.
Además de las vacunas, hay otros factores positivos que están ayudando al mercado como el previsible traspaso pacífico en el gobierno estadounidense, el compromiso de la mayoría de las instituciones monetarias de apoyar las economías y los estímulos fiscales y gasto que están dispuestos a hacer los gobiernos de medio mundo para frenar el impacto económico del COVID-19 y los confinamientos.
“Es muy pronto, pero las noticias sobre una vacuna efectiva son claramente positivas. Sin embargo, todavía no se conoce con certeza la duración de la respuesta inmune tras la vacunación y aún queda por resolver los problemas de logística. Dado que es probable que varias vacunas lleguen al mercado en el primer semestre de 2021, la capacidad total de vacunación no se verá limitada por un único proceso. En este sentido, las campañas de vacunación podrían entonces levantar las restricciones y dar paso a la vuelta a la normalidad en 2021. Y en el segundo semestre, las economías podrían beneficiarse de las políticas monetarias y de la normalización de los niveles de actividad”, señalan desde Lazard Frères Gestion.
Sin renunciar a este escenario optimista, la gestora recuerda que hasta que las vacunas permitan volver a la normalidad, la economía seguirá funcionando en un entorno de restricciones y muy por debajo de su potencial. “Los nervios en los mercados seguirán a flor de piel. Con este telón de fondo, las medidas de apoyo de los gobiernos seguirán siendo clave para preservar la capacidad de producción. El banco central deberá centrarse en impulsar las finanzas del los estados y la combinación de las políticas fiscal y monetaria debería estimular los mercados financieros. Si se confirma, la perspectiva de un final de la crisis podría empujar el valor de los activos de riesgo al alza, dado la tendencia persistente de tipos de interés ultrabajos”, argumenta.
De los posibles riesgos de caer en una euforia desmedida también advierte Chris Iggo, CIO de AXA Investment Managers, quien ve un posible exceso de entusiasmo de los mercados. Ante las incertidumbres que suponen algunos aspectos de las vacunas, Iggo apunta que “el peligro es que los mercados recaigan ahora en una fase de esperar y ver, similar a la caracterizó el escenario entre agosto y las elecciones estadounidenses. Un periodo en el que, recordemos, la rentabilidad de la Bolsa estadounidense fue negativa”. En este punto, el experto de la gestora AXA IM recuerda: “Los mercados quieren cotizar la esperanza cíclica, pero las economías occidentales están una vez más limitadas por la única respuesta que se tiene hasta ahora a los altos niveles de contagio por COVID-19, los confinamientos”.
En este mismo sentido, Philippe Waechter, economista jefe de Ostrum AM (afiliada de Natixis IM), argumenta que aunque el ciclo económico se fortaleciera con la vacuna, “la crisis no se habría acabo”, ya que el impacto estructural provocado por la pandemia «será persistente» y «necesitará inversión pública».
Según su valoración, «una vacuna trae la posibilidad de establecer una duración finita de la crisis» lo que solucionaría parte del problema con este tipo shock económico que, ahora mismo, «no sabemos cuándo terminará» y que tiene dos vertientes: una asociada al ciclo económico que «se puede solucionar rápidamente con una vacuna», y otro más estructural que «será más duradero».
Consecuencias de la crisis en los activos
Para Toby Nangle, director mundial de asignación de activos de Columbia Threadneedle Investments, el efecto de la pandemia sobre los activos se notará a largo plazo aunque, a corto, las expectativas de una vacuna hayan impulsado los mercados al alza más de lo esperado. En este sentido, considera que sin el nuevo coronavirus no habríamos asistido al impresionante y repentino despertar de la economía real que ha ofrecido a las grandes compañías cotizadas la oportunidad de acelerar la disrupción de los sectores de la vieja economía.
“La crisis sanitaria ha incidido notablemente en la economía y en los mercados financieros. Sin la crisis tampoco habríamos sido testigos del desplome de los rendimientos de los bonos a largo plazo, y con ellos los tipos de descuento utilizados para valorar los activos de riesgo; lo que ha catapultado el valor actual de los flujos de caja futuros. La magnitud del daño económico todavía se desconoce, pero la mayor parte de los analistas, inversores y responsables políticos consideran que los rendimientos a largo plazo no experimentarán un rápido aumento, dado el impacto desinflacionista de la COVID-19, probablemente durante los dos próximos años”, señala Nangle.
En su opinión, sin la pandemia tampoco habría repuntado el nivel de endeudamiento de los hogares, las compañías y los gobiernos. “Unos mayores niveles de endeudamiento no implican necesariamente unos mayores niveles de servicio de la deuda, dado el colapso de los rendimientos de los bonos, pero sí limitan en cierto modo el grado en el que los tipos pueden subir antes de que se adopten medidas de endurecimiento monetario; lo que significa que, suponiendo constantes los demás factores, los tipos de interés de equilibrio se situarán, a buen seguro, en cotas más reducidas”, afirma.
El papel de los gobiernos
Como indica el experto de Ostrum AM, esta incertidumbre ha cambiado drásticamente los comportamientos: “Los hogares han ahorrado más de lo habitual, las empresas han dejado de invertir y los banqueros centrales han decidido comprar toda la deuda pública emitida por los gobiernos». Y, todo ello, «tiene efectos secundarios, ya que demasiado ahorro conduce a una menor demanda y a un mayor desempleo y la baja inversión conduce a un menor crecimiento potencial». Pero, como comenta Waechter, «la vacuna cambiaría todo» porque una menor incertidumbre animaría «a los responsables políticos a adoptar políticas muy acomodaticias para impulsar el crecimiento y a los hogares a ahorrar menos» lo que «ayudaría a reducir rápidamente un exceso de ahorro, haría crecer la demanda y las empresas tendrán incentivos para invertir». «Así podríamos encaminarnos rápidamente a una trayectoria más robusta», señala el experto.
Por otra parte, Chris Iggo destaca que “de momento, los beneficios derivados de las políticas fiscales de apoyo superan a las preocupaciones por los niveles de deuda y los déficits públicos. Puede llegar un momento en que esto se convierta en un problema; que los bancos centrales dejen de expandir sus balances y los mercados de bonos no estén tan dispuestos a comprar deuda con tipos negativos. Hoy no estamos en ese escenario todavía y los aportes de la política monetaria y fiscal y sus nuevos niveles de interacción son un soporte clave para la actividad económica y los mercados financieros”.