Retos en la gestión de fondos de pensiones definidos en el entorno de mercado
| Por Irene Rodriguez | 0 Comentarios

Una primera mirada a la oficina de inversión familiar. El family office está de moda. Quizá porque la coyuntura económica ha facilitado la creación de varias de ellas, porque algunas de sus inversiones se publican en prensa o porque algunos de sus propietarios son socialmente conocidos. Y, también, porque gestionan un volumen de activos lo sufiecientemente notable como para que el interés de la industria financiara por ellos crezca cada vez más.
Si debemos hablar de oficina familiar o de family office es irrelevante y depende, exclusivamente, de la claridad con la que seamos capaces de transmitir nuestro conocimiento. Dicho de otro modo, las finanzas son más sencillas de lo que aparentamos. Los conceptos tras los términos no son en absoluto complejos, mientras que la terminología (plagada de anglicismos) tiende a ser pretenciosa.
Una oficina familiar no es más que un conjunto de recursos materiales y humanos al servicio de uno o varios individuos (generalmente se hace referencia a una familia), que posee un patrimonio suficientemente elevado como para que tenga sentido económico contar con un equipo propio dedicado a su gestión. A partir de ahí, las tareas que realice la oficina podrían exceder a la supervisión del patrimonio, tomando forma de prestación de servicios personales y profesionales.
Por lo tanto, una oficina familiar puede hacer varias (internamente o de manera subcontratada) o exclusivamente una de entre todas sus posibles funciones. Y, si únicamente se dedicara a la gestión de inversiones, podríamos denominarla oficina de inversión familiar, que será el concepto al que nos referimos de aquí en adelante.
El cometido de la oficina de inversión familiar (en este caso) no está por inventar. Está ya recogido a lo largo infinidad de páginas de teoría financiera, relacionado con los mercados, las categorías de activos, la gestión de carteras, la medición de riesgo, las métricas de análisis financiero, los procedimientos necesarios o la psicología.
Sus aportaciones hacia la familia, la razón de ser de su existencia, tienen que ver con su capacidad de minimizar los conflictos de interés, actuar de manera privada, focalizarse en el control exclusivo de sus posesiones o manejarse en un entorno complejo (la inversión es un campo de conocimiento suficientemente variado y profundo como para serlo, la propia familia incrementa su complejidad con el paso de los años y las múltiples relaciones con asesores o especialistas requieren también de ayuda profesional).
Por lo tanto, todo lo demás, aquello que no encaje en la descripción de oficina familiar (general o de inversión), es otra cosa. Tan sólo, podría ser que hablemos de una oficina que atienda a más de una familia al objeto de ser más eficiente en costes y ganar volumen (llamada oficina multifamiliar, o, no nos engañemos, el término que escuchemos será multi family office). Pero, más allá, el resto de las referencias a family office (ahora sí) quedan en el lado de las estrategias de venta (unas más acertadas que otras) de proveedores de servicios.
La enorme evolución de la industria financiera en las últimas décadas ha permitido que (a efectos de la inversión de patrimonios privados) no haya prácticamente barreras a la entrada, es decir, cualquier familia con un patrimonio (suficiente) podrá invertir en la categoría de activo que desee, en el lugar del mundo que prefiera, sin demasiadas trabas administrativas. Alfo que es beneficioso para la inversión en general, es uno de los mayores riesgos a la hora de pensar en la protección del inversor.
Me explico. La regulación y los supervisores de la industria financiera han tenido un gran desarrollo, haciendo un buen trabajo buscando proteger al inversor final, para que las malas prácticas de la industria en el pasado no vuelvan a repetirse; y para que las nuevas alternativas de inversión caigan solamente en las manos adecuadas. Sin embargo, constituir una oficina y decidir una cartera de inversión (inadecuada) sin un proceso lo suficientemente profesional, es posible. Y es que la figura de oficina familiar no está regulada ni supervisada (debiéndose normal y únicamente a la Ley de Sociedades de Capital, al no prestar servicios a terceros sino administrar activos propios), como sí lo están las gestoras de activos.
En coherencia con lo anterior, por si no tuviéramos suficiente, la muestra de ejemplos prácticos de oficinas a las que tomar como referencia no es sencilla de obtener (no todos los ejemplos son buenos). Así, sólo hay una cosa que podamos hacer en nuestra oficina de inversión para protegernos (tanto del entorno como de nosotros mismos, ante cualquier tentación): optar por la ortodoxia en vez del «entretenimiento». Es decir, profesionalizar la actividad de la oficina que se esté creando, contar con una base teórica suficiente para que las actividades estén respaldadas por una lógica y racional adecuados, dando relevancia a la formación como herramienta para ejercer una adecuada supervisión.
En ocasiones, esta tarea inicial lleva su tiempo, y no habrá mayor oportunidad perdida que la de no comenzar esta nueva actividad con unas bases suficientemente sólidas. Mientras tanto, no debiera haber más urgencias, en los mercados financieros no perderemos durante este periodo ni una sola oportunidad con capacidad para determinar nuestro éxito como inversores en el largo plazo.
«Cuida del orden, para que el orden te cuide a ti» (sin atribución verificada, hasta donde he podido llegar), no lo puede sintetizar mejor. En este caso, el orden hace referencia al conocimiento (una teoría financiera suficiente), a los procesos (actividades con un orden lógico y una documentación adecuada) y al rigor (disciplina para evitar salirse de los raíles correctamente marcados). Si, como ya sabemos, todos los caminos cuentan con baches, no hay demasiadas alternaticas más allá de adquirir criterio a base de preparación y trabajo. No obstante, de las peculiaridades del viaje, hablaremos en los próximos capítulos.






