La huerta en casa, gracias
| Por Dina Zelaya | 0 Comentarios
El descontento de los agricultores con muchas de las condiciones y políticas relacionadas con su actividad profesional y su sustento está a la orden del día. Esto, a pesar de que la cobertura mediática sobre la agricultura, producción primaria o ruralidad sea en general aún baja. De hecho, los profesionales de este sector a menudo percibimos el gran desconocimiento y desconexión que existe entre la realidad productiva agrícola y alimentaria y el consumidor. Éste, además, ha incrementado sus exigencias respecto a la calidad nutricional de lo que consume y a la sostenibilidad e impacto medioambiental de esta actividad, muchas veces sin conocer cómo se gestan estas mejoras desde el campo.
¿Cómo de conscientes somos del privilegio de acceder a una variada selección de frutas y hortalizas, y productos derivados de ellas, a un precio todavía muy asequible si se tiene en cuenta la tecnología necesaria y el coste para su producción?
El sector agroalimentario español, incluyendo producción primaria y transformación alimentaria es responsable de casi el 10% del PIB y la principal industria manufacturera, con más de 30.000 empresas, la mayoría pymes, circunstancia que nos ha valido el título de “la huerta de Europa”, apelativo que sinceramente está en peligro, y con ello también parte de nuestra soberanía alimentaria y nuestro bolsillo.
La desconexión que mencionábamos favorece que como sociedad percibamos el sector agroalimentario, especialmente la producción primaria, como un sector tradicional, falto de innovación. Muy al contrario, la calidad y variedad de la I+D pública y privada, y la innovación de startups e industrias han permitido a nuestro país dar la talla y posicionarse entre los principales productores alimentarios, y lo que aún queda por venir, tecnológicamente hablando. El 60% de las startups del ecosistema agroalimentario se posicionan en la parte de producción primaria y transformación alimentaria. El sector emprendedor ha recibido en 2023 en España más de 200 millones de euros de inversión, pero sigue necesitando apoyo.
Será en la I+D donde el sector, y nosotros los consumidores, podremos encontrar soluciones para los retos diarios que enfrenta la actividad agrícola. Estos retos, relacionados con la gestión, el relevo generacional, la disponibilidad de mano de obra cualificada, acceso a materias primas por cuestiones geopolíticas, el retorno económico a lo largo de la cadena y aspectos medioambientales, en muchas ocasiones tienen su origen en aspectos externos que el agricultor no puede controlar de forma directa, pero ante los que tiene que responder con mejoras tecnológicas y de manejo.
La agricultura es uno de los sectores más afectados de forma directa por el cambio climático que se encuentra directamente relacionado con el incremento de temperaturas, la disminución y cambio de patrón de las lluvias o el deterioro de la calidad de los suelos agrícolas, entre otros aspectos que se traducen en menor productividad y retorno económico.
No siendo las condiciones externas las ideales, como sociedad y consumidores, esperamos además que se produzca más, sin incrementar el área cultivable y de forma más sostenible, para alimentar de productos variados y sanos a una población mundial creciente.
Es cierto que es posible reducir el impacto negativo de la propia agricultura en el medio ambiente con un manejo agrícola más eficiente de recursos (agua, tierra, fertilizantes, fitosanitarios…) e incluso ser parte de la solución para la captura de gases invernadero y disminución de la huella de carbono, mediante una agricultura más regenerativa.
El agricultor ya avanza para adaptar su manejo y gestión, no solo a las condiciones externas, sino también a los necesarios pero muchas veces complejos, marcos regulatorios dictados por Europa en materia de economía circular, insumos, fitosanitarios, productos biológicos, normativa de manejo integrado, agricultura orgánica o agricultura regenerativa entre otras.
Estas adaptaciones tendrán un peaje de impacto en la variedad de cultivos, en su productividad, en su disponibilidad y en su precio, porque requerirán de inversiones por parte del agricultor para poder aplicarse a pie de campo.
La llave y la oportunidad, la tienen la I+D, la innovación, los emprendedores y los productores e industria que continúen validando e implantando soluciones tecnológicas robustas.
Añadamos a esta receta la financiación, la pública y la privada, que desde fondos de capital riesgo especializados como el fondo Agri Food Tech de Swanlaab Venture Factory, impulsa, profesionaliza y acompaña a esa innovación para que sea una realidad en mercado, local y global. Es necesario más apoyo inversor especializado en las etapas tempranas e intermedias de desarrollo tecnológico para facilitar la llegada a mercado de productos y tecnologías innovadoras con capacidad de generar retornos muy interesantes gracias al interés de productores ávidos de soluciones.
La buena noticia es que ya tenemos cantera, desde el ámbito público y el privado, trabajando en mejorar también la transferencia de tecnología al mercado. Hablamos de desarrollo de variedades adaptadas a las condiciones que marca el cambio climático, insumos más respetuosos con el medio ambiente (biopesticidas, bioestimulantes, biofertilizantes…), robótica, sensórica y análisis de datos integrados con inteligencia artificial para facilitar la toma de decisiones del productor durante el cultivo, cosecha y postcosecha y aprovechamiento de subproductos para generación de energía u otros productos de valor.
Estas y muchas otras tecnologías serán interesantes oportunidades de inversión, podrán atraer además talento especializado haciendo atractivo el sector agrícola y serán claves para mantener la productividad y seguir teniendo nuestra huerta en casa.
Tribuna de Xana Belastegui, General Partner en Swanlaab Venture Factory