¿Están los políticos invadiendo el territorio de los bancos centrales? La verdad es que la mayoría de los bancos centrales no llevan mucho tiempo siendo independientes. En algunos casos, como en el del Banco Central Europeo (BCE), esto se debe a que se originaron con la moneda a la que respaldan; en otros, los gobiernos tomaron el control de las entidades privadas que habían hecho las veces de banco para el gobierno.
Norteamérica es una de las regiones con una independencia más prolongada: el Banco de Canadá es independiente desde 1935, mientras que, en Estados Unidos, el Acuerdo de 1951 ratificó la independencia de la Reserva Federal para formular la política monetaria después de que se hubiera recurrido a ella para respaldar las bajas tasas de deuda nacional durante las dos guerras mundiales. De hecho, fue el éxito de la independencia de la Reserva Federal (concretamente, bajo la presidencia de Paul Volker en la década de 1980, al que se atribuye lograr el control de la inflación en Estados Unidos) el que animó a otros países a conceder la independencia a sus bancos centrales: el Banco de Inglaterra fue independiente en mayo de 1997 y el Banco de Japón, poco después, aunque desde 2013 este último coordina su política con el gobierno.
Interferencias
Al haber empleado los bancos centrales más herramientas no convencionales para respaldar la política monetaria, es cada vez más difícil distinguir entre si lo que hacen es de carácter monetario o fiscal. Crear dinero (expandir el balance) para adquirir deuda pública, sobre la premisa de que proceder en ese sentido contendrá las rentabilidades de la deuda pública y los costes de financiación, podría percibirse como un apoyo tácito al gasto público.
Es incluso más curioso cuando el interés que el banco central recibe por los bonos que compra con el dinero creado, junto con los posibles excedentes de capital, se traslada posteriormente como beneficio al Tesoro. En el caso de la Reserva Federal, la cantidad alcanzó los 65.400 millones de dólares en 2018. La mayoría de los departamentos de cumplimiento tendrían dificultades para justificar que se trata de un acto entre partes independientes.
Transferencias de la Reserva Federal al Tesoro estadounidense (miles de millones de USD)
Héctor el protector
¿Qué hacemos entonces con los políticos que tratan de interferir con los bancos centrales? En Estados Unidos, el presidente Trump no deja pasar un momento —o un tuit— para indicar a la Reserva Federal qué debe hacer, respaldando al mismo tiempo su independencia. Puede que nunca sepamos si la marcha atrás de la Reserva Federal en cuanto a subida de tipos de este año se basó únicamente en datos económicos o si el aluvión de críticas procedentes de la Casa Blanca tuvo algo que ver. En India, Urjit Patel, gobernador del Banco de la Reserva de India hasta diciembre de 2018, dimitió tras las tensiones entre el banco central y el gobierno, que continuaba presionando al regulador para que bajara los tipos y permitir que los bancos, debilitados, concedieran más crédito.
En el Reino Unido, impera la tendencia opuesta: Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, fue acusado de izar en el regulador la bandera de la permanencia en la Unión Europea por sus discursos, que parecen dibujar una visión claramente negativa de la salida de la Unión.
Por su parte, el presidente de Turquía, Erdogan, alberga una visión no ortodoxa de la política monetaria: afirma que unos tipos de interés elevados causan inflación y critica con regularidad al banco central por mantenerlos en niveles elevados. Parecería formar parte de la escuela neofiseriana de economía, que defiende que el tipo de interés real de una economía es el tipo de interés nominal menos la tasa de inflación, de modo que, si los tipos nominales bajan, a largo plazo la tasa de inflación debe descender a un nivel coherente con la tasa real de equilibrio a largo plazo y viceversa. El presidente Erdogan colocó recientemente a su yerno al frente del ministerio de finanzas. Este nepotismo podría parecer inverosímil hasta que se conoce que el presidente Trump tuvo activamente en cuenta a su hija Ivanka para la presidencia del Banco Mundial.
Reflexividad
Sin embargo, sería desacertado ver a los bancos centrales como elementos estancos: no llevan a cabo su actividad en el vacío, sino en un mundo enormemente politizado. Los bancos centrales funcionan con reflexividad: el ciclo de retroalimentación que toma las percepciones de los inversores y el entorno económico como factores clave en la toma de decisiones de los bancos centrales. Cuando Mario Draghi, presidente del BCE, salió al rescate del euro en 2012 con su discurso de “todo lo que sea necesario”, pocas personas eran conscientes de que sus actuaciones respaldaban tanto el proyecto político de la Unión Europea como su moneda.
Ante el final del mandato de Draghi en octubre de este año, ya se están produciendo maniobras en las capitales europeas para decidir quién será su sucesor. El perfil de quien sea la persona elegida podría ofrecer pistas sobre el rumbo del pensamiento político y económico en la zona euro. Algunos de los posibles candidatos son Benoît Cœuré, economista francés y miembro del consejo del BCE que se percibe en gran medida como que ofrece continuidad de la favorable política monetaria de Draghi, y Jens Weidmann, gobernador del banco central de Alemania, manifiestamente crítico con algunas de las políticas acomodaticias del BCE. Como sucede con la mayoría de los bancos centrales, son los dirigentes políticos los que deciden el nombramiento, reafirmando la cita del novelista alemán Thomas Mann: todo es política.
Columna de Nick Maroutsos, director adjunto de bonos internacionales de Janus Henderson Investors
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