Casi cinco años después del pánico de marzo de 2009, fecha en la que las bolsas marcaron sus mínimos históricos más recientes, la renta variable ha recuperado un rango de valoración razonable. En torno a 1.800 puntos, el S&P 500 cotiza a un PER estimado en 2013 de unas 16,5 veces, descontando un retorno a largo plazo de entre un 7% y un 9% -en línea con su media histórica-. Así, los mercados de renta variable no parecen estar ni baratos ni sobrevalorados.
Esto representa un dilema para los inversores –tanto institucionales como individuales- que se hayan perdido el rally masivo del mercado desde los mínimos de 2009 (el “Fat Pitch”, utilizando una analogía deportiva procedente del baseball) y con él, los retornos equivalentes a toda una generación. “Si compramos bolsa americana ahora, ¿estaremos entrando en máximos?”, pueden estarse preguntando. “Y si no entramos, ¿nos perderemos otro Fat Pitch?”
En un intento de responder a esta pregunta, partimos de la premisa de que el panorama inversor en el mundo se encuentra ahora en mucha mejor forma que en aquellos oscuros días de 2008 y 2009. Como selectores de acciones bottom-up no intentamos hacer pronósticos macroeconómicos o geopolíticos, pero estamos convencidos de que la economía norteamericana está relativamente bien posicionada si se compara con la del resto del mundo. A considerar:
- El precio de la vivienda se ha recuperado de forma pronunciada desde su dramática caída de hace seis o siete años.
- El precio del gas sigue cayendo, al tiempo que el precio del crudo recorta respecto a su último repunte.
- La situación del mercado laboral va mejorando, si bien la recuperación sigue siendo lenta.
- La inyección de liquidez de la Fed en el sistema a través de los programas de relajación cuantitativa ha tenido un claro efecto positivo en las principales instituciones financieras. Estas han conseguido recuperar su capital al tiempo que mejoraba la calidad del crédito y descendía la morosidad.
Además, no creemos que el mercado bursátil de EE.UU. haya generado una burbuja, como ocurrió en 1998 y 2000, con la excepción de un pequeño grupo de small y mid caps que sí están caras. El mercado de bonos de EE.UU., sin embargo, sí que aparece artificialmente inflado a medida que las subidas de tipos van siendo más plausibles.
Contra estos factores favorable está el continuo desacuerdo de Washington sobre la política fiscal de EE.UU., que ha generado un daño significativo a la confianza empresarial. En lugar de aumentar la inversión en equipos, instalaciones productivas e I+D, las grandes corporaciones han optado por devolver capital a sus accionistas vía recompras de acciones y dividendos. Esta carencia de inversión está detrás de que el crecimiento del PIB esté por debajo de su potencial.
En conclusión, creemos que el sesgo hacia valoraciones más altas para la renta variable se va a a mantener en el largo plazo. Esto se basa tanto en las valoraciones actuales como en los catalizadores que provienen de una economía al alza y, una vez se resuelva la situación presupuestaria, de una mayor inversión empresarial. Es cierto que el crecimiento de beneficios va a presentar mayores retos en 2014 pero creemos que esto está plenamente descontado en las expectativas del mercado.
Extracto del White Paper de Robeco titulado «U.S. Equities at a Crossroads?», publicado en enero de 2014