Los desastres climáticos son cada vez más comunes: Australia ha sufrido recientemente devastadoras inundaciones en las mismas zonas donde hace unos años ocurrieron trágicos incendios, y también han ardido bosques en Europa y EE.UU. Estas catástrofes nos abren los ojos a la cruda realidad de las consecuencias que ya tiene el cambio climático. Si bien los medios suelen dar parte de sus graves consecuencias para las personas, estos eventos también tienen un impacto secundario en los mercados financieros que no siempre es evidente. No es de extrañar que muchos enfoques tradicionales en inversión climática se hayan centrado en abordar estos riesgos. Sin embargo, creemos que estas aproximaciones y su alcance no son exhaustivas ni tienen en cuenta algunos matices, por lo que generan ineficiencias.
En este artículo, mostramos nuestra visión acerca del conjunto de oportunidades climáticas, centrándonos en el creciente potencial del cambio climático para transformar sectores enteros.
Definir correctamente las oportunidades climáticas
Hasta ahora, los flujos de capital hacia las oportunidades ESG han sido clave para abordar estos problemas, pero también han deparado sorpresas en los mercados. Es cierto que esta oleada de capital es «buena», en la medida en que financia a empresas que, a nuestro juicio, contribuyen positivamente a mitigar los efectos del cambio climático o a favorecer la adaptación al mismo. No obstante, el flujo se dirige sobre todo a empresas que ya cumplen unos umbrales tangibles de inclusión en ETF y estrategias reguladas por criterios ESG. Hay que destacar que estos enfoques generalmente descartan a aquellas que todavía no cumplen estos parámetros, incluso aunque se estén esforzando activamente por convertir el mundo en un lugar más sostenible, ya sea invirtiendo en I+D, cambiando líneas de productos o transformando sus modelos de negocio.
Por ejemplo, los productores de metales suelen puntuar bajo en cuanto a emisiones de carbono o factores ESG, y podría excluírseles por esos motivos. Sin embargo, algunos de ellos, como los dedicados al aluminio, requieren un análisis más detallado. El aluminio es esencial en la producción de vehículos eléctricos, la generación de energía solar, las infraestructuras físicas resistentes al cambio climático, las infraestructuras de redes eléctricas y otras tecnologías renovables. Hay muchas empresas que pueden beneficiarse y crecer gracias a las iniciativas de descarbonización en áreas como estas, y creemos que los parámetros actuales no lo reflejan.
En nuestra opinión, la mayoría de estos enfoques se centra en el pasado, pero no en el futuro, con lo que gran parte del sector está infravalorado. En consecuencia, se da una situación inusual, ya que uno de los principios básicos de la inversión consiste en valorar una empresa según sus perspectivas de futuro. Al hacer tanto hincapié en los actuales parámetros de una empresa en materia ESG, e incluso usarlos como fundamento de exclusión, los inversores podrían pasar por alto a los futuros ganadores.
Creemos que esta dinámica de mercado ha generado ineficiencias significativas, aunque también oportunidades para enfoques más dinámicos como los basados en «falsos negativos» y «falsos positivos».
Entender las ineficiencias del mercado en cuanto a inversión climática
Los «falsos negativos» incluyen empresas que, en nuestra opinión, están adaptando con éxito sus modelos de negocio a otros más verdes, cuentan con fundamentales atractivos y cotizan a precios interesantes, en parte porque no llegan a los umbrales actuales de inclusión en estrategias con estrictos criterios ESG. Sería el caso, por ejemplo, de una empresa automotriz que estuviera comenzando a producir y vender vehículos eléctricos, pero que aún no obtuviera el 50% o más de sus ingresos por esta actividad. Al no cumplir este típico umbral, no podría incluirse en un fondo de impacto, incluso si es más que probable que cumpla dichos objetivos a lo largo del plazo de la inversión.
En el extremo opuesto estarían los «falsos positivos» con empresas que actualmente tienen una aparente ventaja en cuestiones climáticas, que, a nuestro juicio, podría desaparecer en el futuro. Algunas de estas empresas podrían tener fundamentales poco sólidos o en deterioro, o carecer de una ventaja competitiva sostenible. También podría ocurrir que su cotización fuera alta, en parte porque cumplen umbrales tangibles para incluirse en estrategias con estrictos criterios ESG. Un ejemplo de empresa rodeada de este «efecto halo» podría ser una SPAC centrada en los vehículos eléctricos, pero sin una ventaja competitiva duradera en un sector caracterizado por una competencia feroz entre las compañías nuevas y las tradicionales.
La figura 1 refleja nuestra visión, más amplia, de este conjunto de oportunidades climáticas. Del mismo modo, incluye los «falsos negativos» y los «falsos positivos» descritos anteriormente, así como las empresas que creemos que son «auténticos positivos» y «auténticos negativos».
Conclusiones sobre la inversión climática
Creemos que el conjunto de oportunidades de inversión relacionadas con el cambio climático es mucho más amplio y dinámico que las estrategias tradicionales centradas en el clima. Además, creemos que el entorno actual y las estrategias existentes están generando una dispersión cada vez mayor entre el valor y el precio relativos, por lo que en el futuro será clave adoptar enfoques más precisos que tengan en cuenta los matices.
Tribuna de Alan Hsu, Global Industry Analyst; Nathan Ritsko, Investment Director y Eric Krusell, CFA, Investment Specialist en Wellington Management.