La situación social y económica venezolana es sumamente crítica. Los analistas internacionales pronostican una inflación del 950% en los próximos meses, una caída del 6% del producto bruto interno y escasas reservas internacionales que no sumarían más de 4.000 millones de dólares.
El factor desencadenante de esta grave situación es la profunda caída del precio del petróleo, sumado a una administración errática, que ha probado ser absolutamente incompetente para enfrentar este cambio tan importante de los fundamentales.
Lamentablemente, las perspectivas no son alentadoras porque el precio del petróleo está siendo afectado por un exceso de oferta que atenta contra la posibilidad de su recomposición. Y que se explica por el enorme avance tecnológico que ha permitido incrementar la oferta, a lo que se suma el abaratamiento de los costos de energías alternativas que se suman a la matriz energética.
Tampoco la situación política tiene miras de mejorar.
Este escenario no sorprende al inversor profesional ya que el cambio del comportamiento de estas variables se viene analizando y vislumbrando desde hace tiempo. Con lo cual, es razonable sostener que los inversores en papeles de la deuda soberana venezolana, a esta altura de los acontecimientos, seguramente son los de características más bien especulativas como hedge funds o bonos basura.
La conjunción de estos factores ideológicos, económicos y políticos genera una situación única en la región, propia de Venezuela. No hay riesgo de contagio porque han elegido el aislamiento del resto del mundo. Afortunadamente la democracia como sistema político está sólido en todos los países de la región. Por estas razones, no habrá un impacto económico significativo en el caso que Venezuela caiga en un default. No así en el plano social, ya que hoy en día la situación es crítica y de continuar en estas condiciones se profundizará el movimiento migratorio de los venezolanos hacia el resto del continente.
Jackie Maubré es directora de Cohen SA.