Venezuela está en crisis. Su actividad económica se colapsa, su tasa de inflación está por los cielos y el valor se su divisa se ha desplomado. La población está abandonando el país en un éxodo masivo luego de cerciorarse de que no hay futuro.
La gente se muere de hambre. El peso promedio de la población se reduce cada año. De acuerdo con una Encuesta sobre las Condiciones de vida (ENCOVI), el peso promedio de los venezolanos en el 2017 fue 11 kilos menor que en 2016 y, en dicho año, 8 kilos menor que en el 2015. Lo anterior es una métrica real de una crisis profunda. De acuerdo con dicha encuesta, en el 2014, la gente que no sufría de pobreza representó al 51,8% de la población. En 2017 este dato se redujo al 13%. En otras palabras, 87 % de la población se consideraba en la pobreza.
Si el precio del petróleo es alto, como fue el caso antes de mediados de 2014, la situación es manejable, pero tan pronto se desploma no hay capacidad de generar nuevos ingresos.
El nivel real del PIB es actualmente 40% menor que en el 2015 y la tasa de inflación presenta ya un perfil de hiperinflación. Una taza de café con leche, de acuerdo con un reporte de Bloomberg, muestra el aumento de los precios. La tasa inflacionaria ya se pronostica en 1.000.000% para este año.
La divisa venezolana cotizaba a 10 unidades por dólar a principios de año y ahora está en casi 250.000 (cotización oficial). Durante el fin de semana, se devaluó drásticamente ante el dólar, un 95%. El nuevo bolívar soberano tiene un valor de 6.000.000 por cada dólar. Al mismo tiempo, la divisa (pagaré) se ha re-denominado al quitarle cinco ceros y se llama ahora bolívar soberano.
Para compensar la devaluación, el salario mínimo se incrementó en 3.500% a un equivalente de 30 dólares al mes. El IVA aumentó el 4%.
La cuestión es si el plan de Maduro es efectivo.
En resumen, existe una enorme devaluación que incrementará enormemente los precios de las importaciones y añade presión a la inflación actual, lo que constituye una ruta segura hacia la hiperinflación.
El aumento al salario mínimo es inútil ya que la producción se ha colapsado y los comercios están vacíos. Por tanto, a los venezolanos no les sirve de nada un aumento al salario mínimo, ni siquiera aunque este sea del 3.500%.
Las dos mayores debilidades del plan tienen que ver con la política monetaria y el tipo de compromiso ante el resto del mundo.
La máquina de imprimir
La cantidad de divisa circulante ha escalado desde principios del 2018 y es una fuente real de hiperinflación. La ecuación es fácil de entender. El banco central imprime más y más dinero para una divisa que a nadie le interesa tener. Además, sin un contrapeso en la producción, el precio interno de la divisa se reduce rápidamente, lo que genera una hiperinflación. Dicha dinámica surge invariablemente durante este tipo de episodios.
Hasta ahora, no existe ningún compromiso del banco central o del gobierno que podría cambiar las expectativas sobre el desempeño del país. Desde principios del 2018 la cantidad de divisa en circulación se ha incrementado drásticamente, como se demuestra en la gráfica. No existe ningún compromiso para revertir esta tendencia.
La conclusión más relevante es que nadie va a querer modificar este comportamiento, y nadie desea tener esta divisa, por tanto, el régimen de hiperinflación va a continuar.
En episodios anteriores de hiperinflación, el instrumento necesario para frenar una dinámica tan negativa es asumir un compromiso con las instituciones externas. Los compromisos pueden convertirse en una fuente de credibilidad si la política económica queda condicionada por estos. Estos son también una fuente de estabilización macro y esta es la razón de su utilidad.
¿Cómo cambiar la trayectoria?
Dicho de otro modo, si los compromisos son creíbles y el gobierno los cumple, entonces las expectativas se modifican y las actitudes cambian. Si la política económica gana credibilidad, entonces podemos anticipar nuevas relaciones comerciales con otros países, que a su vez van a limitar al país que atraviesa por un episodio de hiperinflación.
Al constatar que el gobierno respeta sus compromisos, los inversionistas extranjeros y las personas pueden modificar su percepción del país, lo que deriva en un perfil renovado y una trayectoria más sólida.
Thomas Sargent ha analizado muchos episodios similares de la década de los 20 en Europa. De acuerdo con su estudio, dichos compromisos resultan esenciales para detener la hiperinflación, pero Venezuela carece de ellos. Maduro incluso ha afirmado que no le interesa tratar con el FMI y tampoco involucrarlo en el proceso.
El hecho de que el nuevo bolívar soberano estará respaldado por una criptodivisa (el petro) no otorga credibilidad. Nos corresponde esperar a que el tipo de cambio entre las dos divisas se modifique.
El gobierno de Venezuela ha generado las condiciones para imitar a la Alemania de 1923 y las medidas anunciadas la semana pasada no acabarán con la crisis actual, sino que incluso pueden acelerarla, por lo que podemos entonces anticipar la continuación del éxodo desde Venezuela y un nuevo episodio de hiperinflación.