”I guess things are gonna get much worse before they get better”. Eminem
Hay países que tienen un gran potencial y cuyos gobernantes tienen la manía de llevarlos al desastre con las políticas económicas más empobrecedoras posibles. El socialismo represor y depresor. Mientras aquí los populistas nos venden las soluciones mágicas de intervenir, devaluar, imprimir e inflacionar sin parar, allá donde se aplican solo dejan miseria. Venezuela, un país que he tenido el honor de conocer bien y que adoro, es uno de ellos.
Hace unos meses comentaba el camino hacia el precipicio llevado a cabo por el chavismo en “Venezuela y la pesadilla del petroestado”. Los resultados de la política económica no pueden ser peores: una caída estimada del PIB del 7% con una inflación usando el cálculo oficial del 168% (según HSBC y el FMI). Una inflación real del 615% si usamos la pérdida real de poder adquisitivo según el economista Steve H. Hanke. Más del 90% de las empresas expropiadas por el chavismo se encuentran en pérdidas o quiebra técnica. Todo lo que nacionalizan se pudre en una combinación de corrupción, intervencionismo y mala gestión. Y ante el desastre, Maduro amenaza a los que sobreviven.
Uno de los mayores grupos alimentarios, Polar, se ha mantenido en el país a pesar de amenazas y entorpecimiento estatal… Siempre desde una postura de colaboración con el gobierno. Pues se le culpa de todo y se amenaza con expropiarlo. Mientras las empresas alimentarias expropiadas, que controlan más del 50% del mercado de alimentos, destruían su producción, Polar se mantuvo en el país distribuyendo y creciendo a pesar de las dificultades hasta que el sabotaje interno y las amenazas la llevan al borde del cierre. El régimen chavista, como un virus, solo busca asaltar el tejido productivo, no mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. De las más de 1.500 empresas productivas expropiadas, el resultado ha sido caídas de la producción del 50% medio y pérdidas generalizadas. Muchas ya ni producen. Venezuela se sitúa entre los países más corruptos del mundo y el más corrupto de América Latina según Transparency International. Con 82 muertes violentas por cada 100 mil habitantes, Venezuela tiene la segunda tasa de criminalidad más alta del mundo. A la corrupción y las expropiaciones desastrosas se añade una política monetaria de película de terror que ha hecho que el Bolivar “fuerte”, creado por Chavez irónicamente para atacar la inflación, se ha devaluado como casi ninguna moneda del mundo. Como dicen en mi querida Caracas, lo único fuerte del Bolivar es su devaluación. El tipo de cambio ha pasado de 6 bolivares por dólar a 200 bolivares por dólar en casi diez años. Imprimir para “redistribuir”… Miseria.
Las expropiaciones, inflación y la corrupción hacen que el nivel de desabastecimiento llegue a niveles extremos, hasta de un 90% en productos esenciales. El Tiempo denunciaba que los 30 millones de habitantes del país tienen asignado un día exclusivo a la semana para adquirir los productos más importantes, según anunció en enero el gobierno socialista de Nicolás Maduro.
Mientras, el gobierno tiene la desfachatez de hablar de bajada de la pobreza. Cuando se empobrece a todos, hay menos pobres en términos relativos, y cuando se desabastece a toda la población baja la desigualdad. Genial. Sin embargo la pobreza real supera el 55%. Muy por encima del 26% oficial aunque el gobierno se niega a publicar cifras oficiales recientes.
El salario mínimo interprofesional es de 29 dólares al mes. Ni un dólar al día. Descontando el impacto de la inflación, que en Venezuela supera ratios de doble dígito, el crecimiento real de Perú, Chile o Brasil en los últimos catorce años es más de tres veces superior al venezolano. Esto en un país que es de los más ricos del mundo en petróleo, que contaba con empresas líderes en sectores de todo tipo, y que ha desaprovechado la época en que disfrutó de unos precios del petróleo que se multiplicaron por diez para despilfarrar, destruir el tejido productivo y encima depender aún más del petróleo, mientras sus dirigentes populistas y los llamados boliburgueses se llevaban miles de millones de dólares.
La política “social” de devaluar, expropiar e intervenir ha llevado a la economía a una situación insostenible de escasez, empobrecimiento generalizado y represión. Imaginen lo mismo en un país sin petróleo como España. Venezuela es otro ejemplo de cómo el populismo y la política económica de las soluciones mágicas convierte el pan en piedras. Y solo deja miseria. Y, por supuesto, no olvidemos a los presos políticos y la represión. Pero hay esperanza. Venezuela es demasiado buena y su gente es mucho más grande que los opresores.
Daniel Lacalle (Madrid, 1967) es economista, gestor de fondos de inversión y colaborador de El Confidencial, autor de Nosotros los Mercados, Viaje a la Libertad Económica y La Madre de Todas las Batallas.
Todas las opiniones de Daniel Lacalle expresadas en sus libros, entrevistas y blog son estrictamente personales y no reflejan la estrategia o filosofía de ninguna otra entidad. Si le ha resultado de interés, puede acceder a sus publicaciones a través del siguiente link.