Actualmente, el sector automovilístico vive su mayor revolución desde la introducción del Ford T hace más de un siglo. Los vehículos eléctricos no son una novedad, ya que el primer prototipo se desarrolló en el siglo XIX, poco antes que los vehículos con motor de combustión. Sin embargo, la superioridad tecnológica de los motores de combustión ha eclipsado el desarrollo de los eléctricos hasta la actualidad. Los vehículos eléctricos tienen muchas ventajas: rendimiento energético superior, producción más simple y menos mantenimiento (pocas partes móviles), buen rendimiento de los motores, etc. Además de estas ventajas, la principal razón para optar por la transición eléctrica está relacionada con nuestra salud y el medio ambiente.
Los vehículos con motor de combustión emiten gases como CO2 u óxido de nitrógeno (NOx), que contribuyen al calentamiento global. Además, las emisiones de los tubos de escape contienen cantidades significativas de partículas finas (menores de 2,5 μm) que penetran en los pulmones y causan problemas respiratorios y cardiovasculares. En 2012, la Organización Mundial de la Salud consideró estas emisiones como “carcinógenas”. El debate no debería centrarse en diésel o gasolina, ya que ambos son extremadamente nocivos.
A pesar del reciente auge de los vehículos eléctricos, aún son menos del 2% de las ventas totales. El coste, la autonomía limitada y la falta de puntos de carga pueden ser culpables. Sin embargo, hay indicadores de que los vehículos eléctricos se multiplicarán en los próximos años, incluso superando las previsiones más optimistas. Para entender esta afirmación, debemos analizar las tres principales preocupaciones actuales: infraestructuras, regulación y baterías.
La falta de estaciones públicas de carga se menciona a menudo como un obstáculo. Hay distintas opciones para cargar vehículos eléctricos: ultralenta, lenta y rápida. Los cargadores ultralentos tienen una potencia limitada y se utilizan principalmente durante la noche. Se estima que entre un 70% y un 90% de las necesidades de carga se pueden cubrir en casa o en el trabajo. Los cargadores lentos permiten la carga en 3-4 horas y se encuentran sobre todo en espacios públicos, como centros comerciales o aparcamientos, mientras los cargadores rápidos permiten cargar las baterías en menos de 30 minutos pero requieren infraestructuras especiales.
La siguiente generación de cargadores ultrarápidos, actualmente en fase de desarrollo, permitirá la carga en menos de diez minutos, aunque serán menos frecuentes y se utilizarán sólo para recorrer largas distancias. La necesidad de estaciones en lugares públicos está sobreestimada, ya que no será la opción más utilizada. Debemos entender que cargar un vehículo eléctrico es un proceso completamente distinto a repostar en una gasolinera.
En segundo lugar, la regulación de emisiones de CO2 cada vez es más estricta, lo que ha llevado a los fabricantes de coches a desarrollar alternativas que emitan menos CO2. Recientemente, distintos gobiernos y ayuntamientos han anunciado que prohibirán la circulación de vehículos con motor de combustión o han establecido cuotas de vehículos eléctricos. Además, cada vez más países incentivan la compra de vehículos eléctricos, como Noruega, Corea del Sur, Dinamarca y China. El objetivo es estimular la demanda a corto plazo compensando la diferencia de precio respecto a los vehículos con motor de combustión.
Por último, las baterías juegan un papel muy importante, ya que el 50% del coste de los vehículos eléctricos está relacionado con ellas. Durante los últimos años, los precios de las baterías han caído de manera constante pero aún no pueden competir con los motores de combustión. Actualmente nos encontramos en un punto de inflexión. La reducción de precios se hará más pronunciada, permitiendo la paridad entre los coches de combustión y los eléctricos en 2025.
Junto con el progreso tecnológico, la producción en masa se está extendiendo. La producción de baterías cubrirá la mayor parte de las necesidades en los próximos años (suficiente para tener un 10% de penetración en 2020). En el corto plazo, incluso podría haber un exceso de
capacidad de producción que influirá en los precios. Sin embargo, todavía quedan retos considerables a medio plazo, ya que la demanda llegará a superar el suministro.
La revolución eléctrica está cambiando profundamente el sector automovilístico. Los fabricantes tradicionales atraviesan un periodo de transición muy importante, dado que los vehículos eléctricos no son especialmente rentables. La cadena de valor está cambiando de los motores de combustión, que dejan grandes beneficios, a las baterías, la tecnología integrada y la electrónica, que no son el negocio principal de los fabricantes tradicionales. Los ganadores del futuro se encontrarán entre aquellos que sean capaces de integrar estos elementos clave.
Jonathan Graas, analista de Degroof Petercam AM