El nuevo gobierno que está por tomar posesión tiene muchos planes de inversión y de gasto social que demandan recursos para poder sufragarlos. Ante esa situación algunos legisladores del partido que va a estar en el poder propusieron utilizar las reservas internacionales para financiarlos.
Independientemente de los aspectos legales respecto a quien le pertenecen las reservas internacionales, no hace sentido económico utilizarlas para financiar gasto público. Las reservas internacionales son para intervenir en el mercado cambiario. Cuando el tipo de cambio era fijo, como lo fue en México durante largos periodos de tiempo en el siglo pasado, se utilizaban para asegurar que no se modificara la cantidad de pesos que se tenían que pagar por un dólar. Actualmente, en que el tipo de cambio es flexible, se utilizan para evitar que un evento temporal provoque variaciones bruscas en el tipo de cambio. De esa forma, Banco de México vende dólares para que el incremento de su precio no sea desmedido o compra los dólares para que no baje de manera artificial.
Para que las reservas internacionales se utilizaran para financiar los proyectos del gobierno, el Banco de México tendría primero que salir a venderlas en el mercado cambiario, lo que implica aumentar la oferta de dólares, baja el precio del dólar, o sea que se aprecia el peso. Pero al salir a vender los dólares, va a retirar los pesos de circulación, y al haber menos dinero en la economía se va a incrementar la tasa de interés y va a escasear el crédito. Una vez que se vendieron las reservas internacionales, el Banco de México tendría que comprarle bonos al gobierno para hacerle llegar los recursos, lo que implica que la deuda del gobierno tiene que aumentar.
Por lo tanto, la ocurrencia de utilizar las reservas internacionales para financiar el desarrollo termina afectando negativamente a la economía nacional. La baja del precio del dólar impacta negativamente a los exportadores y favorablemente a los importadores, convendría más comprar en el extranjero que en México y por lo tanto la producción en el país disminuye. La menor cantidad de pesos en circulación provocaría aumento en la tasa de interés, menos créditos y más caros para consumidores y productores, afectando negativamente a las actividades que dependen del crédito como la venta de automóviles y casas. Para tener acceso a los recursos el gobierno terminaría aumentando el valor de la deuda, o sea que es equivalente a gastar más pidiéndole prestado a Banco de México. Los períodos de mayor inflación que ha vivido el país, en la década de los ochenta del siglo pasado, fue cuando el gobierno tenía un elevado nivel de gasto, sus ingresos no le alcanzaban para cubrirlo y tuvo que emitir bonos y vendérselos al Banco de México para tener financiamiento. En esas épocas una llamada del Secretario de Hacienda era suficiente para que Banco de México tuviera que comprarlos, ahora la autonomía de Banco de México evita esa situación. Por eso es muy importante que los legisladores entiendan las implicaciones económicas de sus propuestas, la importancia de la autonomía del banco central y que la mejor forma de aumentar el gasto es subiendo los ingresos.
Columna de Francisco Padilla Catalán