Con un gobierno y la mayoría del parlamento a primera vista contrarios a políticas de contención fiscal, la percepción por parte del mercado del riesgo de una involución en el proceso de consolidación fiscal y el cumplimiento de objetivos déficit fue evidente desde el comienzo de la legislatura. Sin embargo, el comportamiento económico de Portugal en 2017 nos ha sorprendido a todos, agencias de calificación crediticia incluidas.
Cuando gobiernos con este tipo de mensaje toman el poder siempre saltan las dudas en cuanto al trato que recibirán las empresas, no solo a nivel tributario sino en el resto de legislación fundamental y en particular, en el plano de las relaciones laborales.
En este sentido y contra pronóstico, el actual ejecutivo no ha deshecho modificaciones en este ámbito aprobadas por el gobierno anterior y que han favorecido la flexibilidad de las empresas, lo que ha impulsado la confianza a la hora de acometer inversiones y estimulado la contratación después del duro pero necesario ajuste durante la crisis.
Sin embargo, en lo que se refiere a ciertos sectores de la economía, sí que hemos visto la materialización de algunas promesas “duras” de campaña como la cancelación de la privatización de los transportes urbanos en Lisboa y Oporto, cambios en el modelo de la privatización de la aerolínea TAP, discriminación en las subidas de impuestos a compañías con mayores beneficios y peores condiciones para las operadoras privadas en acuerdos público-privados de gestión de concesiones, entre otras medidas.
En lo que se refiere a las finanzas públicas todo parece tener una tendencia positiva, estando presupuestado para 2018 un déficit de tan solo un 1%. No obstante, la caída cíclica del déficit público esconde una foto de déficit estructural sin grandes cambios y que podría incluso sufrir con los aumentos de sueldos en el sector público y prestaciones sociales. En este sentido, me parece adecuada la desconfianza de la Comisión Europea en cuanto a los supuestos de crecimiento utilizados por el gobierno para sus presupuestos, en un momento en donde la retirada de estímulos monetarios pondrá a prueba la fortaleza real de las economías en ese proceso.
Nuevo gobierno
En mi opinión, esta “sorpresa” que Portugal ha causado realmente es consecuencia de una coyuntura macro muy fuerte que ha compensado el impacto de un gobierno finalmente menos dañino de lo que se esperaba. La caída de tipos de interés, los frutos de las reformas implementadas por el gobierno anterior, un contexto económico global muy fuerte y un periodo excepcionalmente positivo para el turismo portugués han cimentado la recuperación en Portugal.
Si sumamos el turismo de ocio al movimiento de extranjeros cambiando sus residencias a Portugal por las favorables condiciones fiscales, tanto para trabajadores como jubilados, tenemos un efecto especialmente positivo para todo lo que es el inmobiliario, particularmente en las grandes zonas urbanas y de costa. Esto incide no solo en la confianza del consumidor sino en la inversión en construcción (tanto en renovación, con el importante parque de edificios degradados en Lisboa y Oporto, como nueva construcción) estimulada además por unos precios de partida muy por debajo del resto de capitales europeas.
En cuanto al sector exterior, las exportaciones siguen bien soportadas por el fuerte tirón de la demanda de los principales socios comerciales (España y resto de países Europeos principalmente) y una creciente actividad a nivel de I+D, muy centrada en temas de tecnología/robótica y en parte potenciados por en Web Summit que se realiza en Portugal desde 2016.
Competitividad
Es muy importante que Portugal esté a la altura para competir por una creciente demanda de servicios de mayor valor añadido, pudiendo así impulsar mejoras salariales respaldadas por incrementos de productividad en vez de salir corriendo a “inflar” el coste laboral como demasiadas veces ha ocurrido en el pasado cuando la economía experimenta mejoras coyunturales. Para ello es necesaria una reflexión sobre el activismo de trabajadores/sindicatos y una concienciación general de la importancia de la calidad de la educación de los portugueses (a todos niveles de enseñanza), invirtiendo a tal propósito tanto promotores (Estado e instituciones privadas) como alumnos y sus padres.
Para concluir, diría que previsiblemente tengamos algún tipo de inestabilidad en Portugal a lo largo del próximo año, ya sea porque el gobierno mantenga el rumbo en las actuales políticas con vistas a sostener la tendencia de rigor presupuestario, provocando así la eventual retirada de apoyos de los actuales partidos de izquierdas o bien cederán a las presiones de sus compañeros de viaje creando problemas en las finanzas públicas y generando inestabilidad en los mercados financieros.
Esto lleva a que a la hora de tomar una decisión de inversión en el país luso claramente no se deberían de incorporar primas de riesgo demasiado bajas y además extremar cautelas en empresas operando en actividades reguladas.
Tribuna de Ricardo Seixas, CEO y co gestor de fondos Iberia en Fidentiis Gestión.