Los acontecimientos actuales probablemente marquen un punto de inflexión en la política económica y el fin de un período de 40 años de capitalismo de libre mercado. Nadie puede saber cuánto tiempo durará la crisis del COVID-19, pero creo que independientemente de esto, la crisis marcará un profundo cambio a largo plazo en la política económica.
Es probable que sea un punto de inflexión en la historia; los historiadores podrán mirar hacia atrás y decir que marcó el final del período 1980-2020 de un capitalismo efectivamente desenfrenado en Occidente. En este momento estamos viendo una intervención masiva del gobierno en el sector privado, ya sea obligando a los propietarios a ofrecer períodos de alquiler gratuito, dando instrucciones a los bancos para que cancelen los dividendos y concediendo directamente préstamos bancarios.
Todo esto marca el fin de la «mano invisible» del economista Adam Smith, que ha operado principalmente sin restricciones a lo largo de mis 30 años de carrera como inversor. Este término, popularizado en el influyente libro de Smith La riqueza de las naciones, se refiere a una fuerza de mercado inobservable que permite que la oferta y la demanda de bienes en un mercado libre alcancen el equilibrio.
En mi opinión, nos estamos moviendo hacia una nueva era para la elaboración de políticas macroeconómicas. La fusión de la política fiscal y monetaria está a punto de convertirse en la norma. Mientras tanto, creo que varias cosas están llegando a su fin en muchos países: la independencia de los bancos centrales, la flexibilización cuantitativa, la financiarización de los activos (en la que la política impulsa los precios de los activos y no la economía) y la creencia de que un capitalismo relativamente poco controlado es el mejor enfoque de la gestión económica.
A corto plazo, es probable que las economías que se derrumben sean deflacionarias y que los rendimientos de los bonos del Estado puedan caer aún más. Sin embargo, a medio plazo (de uno a dos años) creemos que las políticas para compensar la grave desaceleración causada por el COVID-19 probablemente sean similares, en última instancia, a alguna forma de MMT (Teoría Monetaria Moderna – básicamente donde el gasto fiscal se financia principalmente con la impresión de dinero).
Estas políticas pueden señalar en última instancia el fin de la deflación y el prolongado período de menor crecimiento económico (también conocido como estancamiento secular) que hemos visto desde la crisis financiera mundial de 2008.
Es probable que se combinen otras tendencias con esto, entre ellas:
- El fin de la creciente globalización y la optimización de las cadenas de suministro. La globalización ya estaba empezando a invertirse (en términos de comercio como porcentaje del PIB mundial) a medida que los países cuestionaban cada vez más la excesiva dependencia de China y la complejidad y los riesgos de depender de cadenas de suministro en múltiples lugares lejanos. Es probable que la «repatriación» se convierta en la norma cada vez más frecuente, especialmente en ámbitos esenciales y críticos como los productos farmacéuticos, la infraestructura del sector salud y de defensa y la tecnología. Esto pondrá en tela de juicio el modelo de desarrollo que persiguen actualmente muchas economías emergentes.
- El gran gobierno será el nuevo mantra popular. De nuevo, como la tendencia de la globalización, esto estaba empezando de todas formas. Ya sea Trump en EE.UU. con sus políticas populistas o el nuevo gobierno conservador en el Reino Unido con sus planes para una sociedad mejor. Los Millennials y la Generación Z están claramente mucho más abiertos a los grandes gobiernos y al populismo, en comparación con las generaciones de los Baby Boomers y la Generación X, que recuerdan los males de los años 70. El gran gobierno significará que los estos aumenten el control y la inversión directa de capital, el gasto en investigación y desarrollo, y que posean o controlen la infraestructura económica crítica clave (transporte, servicios públicos, telecomunicaciones, bancos).
- Impuestos más altos. Se esperará que los ricos paguen más, ya sea a través del impuesto sobre la renta, las ganancias de capital, los impuestos sobre el patrimonio, los impuestos sobre la propiedad (los gobiernos pueden ser innovadores, al menos en lo que respecta a los impuesto). Las garantías de ingresos mínimos también pueden arraigarse en muchos países, especialmente en aquellos que las han introducido efectivamente debido a la crisis del COVID-19.
- Una Europa Federal. El euro finalmente se estabiliza o se salva ya que Alemania acepta la generosidad fiscal y pasamos a una Europa Federal. Sin esto, el euro probablemente colapsará si la crisis actual se prolonga. Las políticas de tipo MMT pueden entonces engendrar la necesidad de controles de capital/represión financiera (la tenencia forzada de bonos gubernamentales por parte de instituciones nacionales como los bancos y las compañías de seguros) en muchos países para garantizar que los gobiernos no se vean obligados a someterse a los mercados.
- El capitalismo «amiguista» se acabará . Las recompras serán penalizadas al igual que las compensaciones exageradas de los directores generales. La tendencia según la cual la remuneración de los directores generales multiplica cada vez más los ingresos medios de los empleados se invertirá.
Claramente, lo anterior es una especulación, pero estamos bastante convencidos de en qué dirección vamos respecto a los temas anteriores, aunque no de a qué velocidad. En realidad, el mundo dentro de dos años puede parecerse más al período posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando los gobiernos de Occidente se enfrentaron a una enorme carga de deuda y las poblaciones, agotadas y cansadas de la guerra, recurrieron a las políticas mencionadas para crear una sociedad más justa y poder soportar unas cargas de deuda insostenibles. Es interesante que se trata de un régimen político no tan diferente del que prevalece en China hoy en día.
Las implicaciones en la inversión
Siguiendo adelante, ¿qué significa esto para la inversión? Si estamos en lo cierto en nuestra tesis anterior, no es un telón de fondo muy favorable para los activos financieros. Claramente es poco probable que el dinero en efectivo y los bonos vayan bien. Algunas áreas de la renta variable y el inmobiliario deberían ser una mejor cobertura de la inflación, pero la clave será centrarse en aquellas áreas menos propensas a la intervención del gobierno.
Las acciones asiáticas me parecen uno de los mejores lugares para estar a medida que avancemos en la crisis y se dé la respuesta política. Los niveles iniciales de deuda pública en Asia son mucho más bajos que en Occidente, por lo que el alcance del reajuste de políticas mencionado anteriormente puede ser menor en Asia.
Aunque no sean inmunes a los cambios estructurales mencionados, me preocupa menos el impacto del nuevo «Gran Gobierno» en los valores asiáticos. Y, por supuesto, en China el «Gran Gobierno» ya es la norma.
Tirbuna de Robin Parbrook, codirector de inversiones alternativas de renta variable asiática en Schroders