El mundo de la moda vivió dos acontecimientos importantes el mes pasado. Mientras aficionados a la moda de todo el mundo le daban el último adiós al legendario director creativo de Chanel, Karl Lagerfeld, el comité de auditoría medioambiental del gobierno británico (EAC, por sus siglas en inglés) presentaba el documento final de su informe sobre la sostenibilidad de la industria de la moda.
Aunque las firmas de alta costura como Chanel y las tiendas online de «moda rápida» como Boohoo y Missguided se sitúan en extremos opuestos del mundo de la moda, todas pertenecen a un sector que demanda un nuevo modelo económico, en opinión del EAC.
Como asegura en el documento «Fixing fashion: clothing consumption and sustainability» (Cómo arreglar el mundo de la moda: consumo de ropa y sostenibilidad) «hacer lo que siempre se ha hecho ya no sirve. La forma en que se fabrica, se usa y se desecha la ropa resulta insostenible».
La investigación del EAC identifica cinco aspectos de la industria de la moda que resultan perjudiciales para el medioambiente tales como el trabajo forzoso y otras prácticas laborales ilícitas, las fibras sintéticas que liberan partículas de plástico, el uso excesivo de agua durante la fabricación de las prendas, el consumo y demanda crecientes de moda rápida y los residuos textiles a gran escala.
El comité también sugiere cinco posibles soluciones o formas en las que el gobierno puede contribuir a mejorar la situación: garantizar los derechos de los trabajadores en Reino Unido y en otros países, combatir la contaminación que provocan las fibras sintéticas, reducir el consumo excesivo de agua, los residuos generados por la industria y el ritmo de consumo de las prendas de ropa.
La recomendación que ha captado la atención de los medios de comunicación ha sido la de aplicar una tasa de un penique a cada prenda que se fabrique. El comité calcula que con esta medida se recaudarían 35 millones de libras que podrían invertirse en mejorar el reciclaje textil en el Reino Unido.
Otras recomendaciones destacadas incluyen reformar el sistema fiscal para premiar a las firmas de moda que diseñen productos con un menor impacto medioambiental y penalizar a las que no lo hagan, que el impuesto al plástico se aplique también a los productos textiles para fomentar el mercado de fibras recicladas en Reino Unido, prohibir que las prendas no vendidas que puedan reciclarse se quemen o se desechen en vertederos, poner en marcha un programa de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) que premie a los que adopten medidas para reducir la generación de residuos y promover una mayor colaboración entre la industria y el gobierno para acabar con los abusos laborales en las cadenas de suministro