Bajas valuaciones, mejores perspectivas económicas y monedas fuertemente devaluadas. Este trinomio es una extraña combinación que se ha dado pocas veces en la historia de los mercados emergentes y que se configuran como los factores principales para apostar a estas bolsas de cara al año que comienza en días.
Lo acontecido en los últimos 12 meses para estas bolsas fue ciertamente vertiginoso, pasando de la decepción a la euforia para luego volver al escepticismo nuevamente. En este sentido, el 2016 se divide en dos etapas bien diferenciadas para dichos mercados: la era pre-Trump y la época post-Trump.
Después de la gran caída que sufrieron las acciones en el mes de enero, la recuperación ha sido muy fuerte, sobre todo en las bolsas de la periferia que se acoplaron a los récords de Wall Street.
Finalizando febrero, lo peor pareció haberse dejado atrás, ya que la Reserva Federal de Estados Unidos no continuó con su ajuste de tasas de interés, asegurando liquidez en los mercados financieros. Por su parte, la economía de China se estabilizó y los temores sobre posibles devaluaciones del yuan cedieron.
Así, los mercados emergentes no solo que ganaron un interés particular, sino que la suba se dio con un interesante ingreso de capitales, revirtiendo el desinterés mostrado en 2015.
En esta línea, la salida de capitales en emergentes fue mermando en el primer y segundo trimestre, mientras que crecía el ingreso de fondos en busca de una renta extraordinaria. Finalmente, en el tercer trimestre los ingresos superaron ampliamente a los egresos, permitiendo un flujo neto positivo de casi US$ 7.000 millones.
Sin embargo, algo que parecía encaminado a la recuperación se quedó en el camino por ds eventos que minaron el territorio de las economías en proceso de desarrollo:
- La victoria de Donald Trump.
- La suba de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal.
Este fue un cóctel explosivo que llevó a una rápida salida de fondos de esos mercados, revirtiendo la tendencia del tercer trimestre, una depreciación acelerada de las monedas contra el dólar y una caída de las Bolsas.
La foto de lo sucedido se resume en el siguiente gráfico:
Mientras las acciones estadounidenses consolidaron su andar y trayectoria alcista, las emergentes fueron castigadas, principalmente las latinoamericanas como se observa más arriba.
Mirando hacia adelante
Como mencioné anteriormente, me permito ser optimista hacia adelante. Es cierto que la foto actual luce de ser la mejor para las economías emergentes: las tasas de interés subieron y hay una amenaza latente de mayor proteccionismo global impulsado por el presidente elector de Estados Unidos.
Sin embargo, aun con esto, hay lugar para pensar en buenos negocios. Tres son las razones que impulsan mi optimismo con las bolsas emergentes:
1. Valuaciones bajas (y atractivas)
Uno de los indicadores más utilizados para medir el potencial de un mercado en particular es el indicador Shiller P/ E que lo que hace es ajustar las ganancias por los ciclos de mercado para lograr una idea de tendencia desestacionalizada.
Para ello, se toma un promedio de las ganancias de la última década y se las compara con el precio actual del valor del índice.
Así, el promedio de Shiller P/E para los mercados emergentes es de 11,2 veces en la actualidad, bien por debajo de las 13 veces verificadas en la crisis de 2008 y de las más de 20 veces que tiene el S&P 500.
2. Monedas deprimidas
Las monedas de los mercados emergentes han sobre reaccionado negativamente a la llegada de Trump y la suba de las tasas de interés de Estados Unidos.
De acuerdo al índice de monedas emergentes llevado adelante por JP Morgan, en promedio las monedas cotizan con un descuento contra el dólar estadounidense equivalente al de la Crisis Asiática en 1997 y el default de Rusia en 1998.
Este nivel de descuento sugiere una recuperación para los próximos meses / años en virtud de la reversión cíclica de la historia de estas monedas.
3. Perspectivas económicas
Todo indica que el duro período 2015/2016 para las economías emergentes tendría su punto de inflexión a partir del año próximo, lo que supone mayor crecimiento esperado con su consecuente impacto positivo en las ganancias corporativas.
De esta manera, de prosperar esta visión, las economías en desarrollo volverán a ser el motor fundamental del crecimiento global.
Estos tres factores me invitan a tener un mayor optimismo para los mercados emergentes de aquí en adelante, presentándose como una oportunidad de valor para los inversores pacientes y de largo plazo.
Diego Martínez Burzaco, es economista jefe de Inversor Global y portfolio manager.