Nos enfrentamos a un contexto económico en el que es muy difícil evitar la volatilidad de los mercados, por lo que es importante intentar entender las tendencias a largo plazo de la economía global y no centrarse en los movimientos puntuales que se producen. Y es que tener una visión cortoplacista a veces puede causar serios daños en las carteras.
Una manera eficiente de abordar esta cuestión es hacerlo a través de una estrategia global macro, con un enfoque top-down, que combine el escenario macroeconómico con apuestas tácticas. También es de gran relevancia que dicha estrategia sea flexible, para poder adaptarse a los cambios de los mercados y que tenga en cuenta la descorrelación entre las distintas clases de activos.
En nuestra opinión, prestar especial atención a la descorrelación es clave para minimizar el riesgo de la cartera. No obstante, este es un aspecto que en los últimos años ha sido muy complicado de gestionar debido a que el mercado ha estado muy influido por la acción de los bancos centrales, que ha provocado que se rompan muchas de las correlaciones tradicionales. En este sentido, pensamos que actualmente una buena apuesta es estar cortos en dólares estadounidenses y largos en bonos del Tesoro americano, debido a que son los activos que ofrecen la mejor descorrelación.
Creemos que el dólar está cerca de sus máximos y que su actual fortaleza no se va a mantener durante mucho más tiempo. Los fundamentales de la economía estadounidense no son tan sólidos como se esperaba y todo apunta a que Janet Yellen no acometerá otra subida de tipos de interés en el corto plazo tras la que se produjo el pasado 16 de diciembre. Además, la fortaleza del dólar constituye un problema para China y para los países emergentes que han emitido deuda denominada en esta moneda. Así como para los productores de materias primas, ya que un dólar fuerte presiona a la baja el precio de los commodities, lo que unido a las políticas expansivas puestas en marcha por el Banco de Japón y el Banco Central Europeo provoca deflación.
Y es que las medidas acometidas por Draghi han propiciado la debilidad del euro y no han supuesto una solución final para la crisis. Lo que la eurozona, en cuya recuperación se está teniendo demasiado optimismo, necesita son estrategias que resuelvan los problemas locales de las economías que la integran. Y a nivel mundial, urge una solución global, consensuada entre los distintos bancos centrales, que acabe con las divergencias que estamos viendo actualmente.
Por todo ello, pensamos que es apropiado estar cortos en renta variable y en el dólar americano, como ya hemos comentado y largos en bonos del Tesoro americanos y oro, que está ligado a la situación macroeconómica, con muchos fundamentales que apoyan este activo y no a factores geopolíticos, como sucede con otras materias primas como puede ser el petróleo.
Columna de opinión de Maurizio Novelli, gestor del fondo Lemanik Global Strategy Fund