Las bolsas mundiales registraron la semana pasada un apreciable descalabro. El índice bursátil S&P 500 cayó un 4,1%, el MSCI Europe cedió un 4,6% y el FTSE All-share un 4,4%. Sin embargo, somos reacios a sacar demasiadas conclusiones sobre este particular brote de volatilidad, por dos razones principales.
Primero, esta clase de movimiento de la Bolsa no es atípico. Desde 1980, periodo en que el S&P 500 obtuvo una rentabilidad anual positiva, hemos asistido a una corrección máxima media del 11%. El año 2017, con su nula volatilidad, de hecho fue una excepción y quizás ha deformado nuestra idea sobre el funcionamiento «normal» de los mercados. En segundo lugar, aun después de un considerable asombro a posteriori, obviamente no vino motivado por noticias económicas ni geopolíticas..
Aunque es innegable que la tir estadounidense a 10 años alcanzó el 3,25% en los días inmediatamente anteriores a la caída de las Bolsas mundiales, esto fue solo una señal de bonanza económica, porque, de hecho, lo que aumentó fue el tipo real. Si hubiera sido un susto asociado a la inflación o una revisión drástica de la previsión de política monetaria de la Reserva Federal (Fed), podríamos haber sintonizado algo más con la idea de que la Fed iba a verse obligada a plantearse el fin del ciclo económico antes de lo esperado. Pero el hecho de que sean los tipos reales los que suban sugiere que los inversores de renta fija no están tan preocupados por las perspectivas a largo plazo del crecimiento de Estados Unidos. Esto apenas justifica que los inversores de renta variable se apresuren a buscar protección..
Entonces, ¿este repunte de la volatilidad se debió a un mayor temor a una guerra comercial? Aunque estos temores siguen coleando, en la semana pasada no se apreció claramente un ímpetu de mayor temor. Los inversores buscan pistas que les indiquen si los aranceles harán mella o no en los beneficios cuando las empresas del S&P informen de ellos en las próximas semanas, aunque no hubo demasiadas noticias políticas al respecto. Si acaso, los informes de la semana pasada indicaron que EE.UU. “no calificará a China como manipulador de la divisa», a pesar de haberse depreciado el renminbi un 6% frente al dólar este año.
Llegados a este punto, nos parece relativamente bien describir los bruscos movimientos observados la semana pasada como más ruido que señales. Estos tipos de baches en el camino serán más frecuentes porque nos encontramos en las etapas avanzadas del ciclo económico y bursátil; por eso, convendría que los inversores pensaran cómo pueden mejorar la resiliencia de sus carteras.
Seguimos creyendo que el responsable más probable del próximo ciclo bursátil bajista será la Fed, y aunque dicha autoridad ya no pise el acelerador con tanta firmeza, todavía ejerce una influencia nada desdeñable. Por consiguiente, tendría sentido que los inversores ajustasen igualmente el enfoque que adoptan en sus carteras. Acelerar a todo gas ya no es tan buena idea, pero tampoco lo es una parada de emergencia.