Una misma talla no sirve para todos. Tal es el corolario después de 20 años experimentando con las pensiones de todo el mundo. ¿Necesitaba el mundo dos décadas para llegar a ello? Por desgracia, sí. Hace 20 años, en 1994, el Banco Mundial publicó su informe Averting Old Age Crisis (Sobre la Crisis de la Vejez), un detallado estudio con básicamente una recomendación: todo el mundo debe seguir el modelo de pensiones chileno, es decir, un sistema totalmente privatizado.
Averting Old Age Crisis marcó el clímax del llamado Consenso de Washington: la idea de que Latinoamérica debe seguir un “laundry list” de preceptos básicos para lograr un crecimiento económico. Fue presentado en las reuniones anuales del Banco Mundial y del FMI celebradas en septiembre de 1994 en la capital de un país que en ese momento era una muestra de los efectos de la liberalización y la apertura económica: Madrid.
Hoy en día, sin embargo, nadie quiere seguir el sistema chileno. En 2005, el Banco Mundial anunció que las recomendaciones del informe Averting Old Age Crisis ya no eran válidas. De los 11 países que adoptaron el modelo chileno, solo Chile se mantiene intacto. Y eso probablemente no durará mucho más tiempo: el próximo mes Chile comenzará una revisión que podría acabar con la creación de un fondo de pensiones estatal que competirá con las instituciones financieras privadas.
Por lo tanto, éste es un buen momento para analizar lo que sucede con los sistemas de pensiones de Latinoamérica. Éste es el objetivo de un curso que se está celebrando en Miami del 14 al 18 de julio, organizado por el London School of Economics (LSE), Santander Asset Management y Novaster.
Los sistemas de pensiones “completamente privatizados” han fracasado precisamente en las zonas donde se suponía que debían ganar. A nivel de gestión, los costos de pensiones no han disminuido a pesar del hecho de que, al menos en teoría, los fondos gestionados deben ser más eficientes que la burocracia gubernamental. Desde una perspectiva macroeconómica, los planes de pensiones privados no siempre han significado una mejor asignación del capital, tal vez porque en muchos países en desarrollo no hay muchos mercados en los que invertir. La falta de oportunidades de inversión crea otro problema: a menudo, los rendimientos de los fondos de pensiones privados son bajos, o incluso negativos. Así, en lugar de ayudar a luchar contra la bomba de tiempo demográfica que enfrentan las pensiones públicas, empeoran.
Otro riesgo es la injerencia del Gobierno. El Gobierno de Argentina obligó a los fondos de pensiones, creados en 1994, a comprar activos denominados en pesos para apuntalar la asediada deuda del país. Esa fue una catástrofe para los ahorradores en 2011, cuando Argentina incumplió el pago de su deuda y vio colapsar el peso, y allanó el camino para la renacionalización del sistema siete años después. En países pequeños, como Bolivia y El Salvador, el sistema privado acabó creando un duopolio, simplemente porque no hay suficientes ahorradores para mantener seis o siete gestores de fondos. El problema no es solo de Latinoamérica: la reforma de pensiones en Hungría, en 1997, terminó en desastre.
¿Por qué funcionó en Chile y no en tantos otros lugares? Carmelo Mesa, distinguido profesor emérito de la Universidad de Pittsburg y uno de los oradores en el evento de LSE en Miami, señala dos elementos que hicieron a Chile diferente: “En primer lugar, su economía informal es relativamente pequeña. En otros países hay un gran número de trabajadores que trabajan por cuenta propia en el sector informal y que no contribuyen a sus planes de pensiones. Chile no tiene que lidiar con eso. En segundo lugar, Chile tiene un sistema de valores que funciona desde 1898, que ha proporcionado oportunidades de inversión para los fondos de pensiones”.
Sin embargo, incluso el sistema chileno se enfrenta a obstáculos, entre ellos los costos persistentemente altos de gestión. Esto desafía la economía tradicional, pero, pero poner a la vista el comportamiento de la economía no es tan sorprendente. “La experiencia empírica muestra que los ciudadanos tienen asuntos por lo general más urgentes en que pensar que analizar las diferentes opciones que ofrecen las instituciones financieras”, explica el profesor Nicholas Barr, de London School of Economics, quien recuerda cómo, a principios de los años 90, trató sin éxito en el Banco Mundial, de evitar que se hiciera de Chile el ejemplo para todo el mundo.
El hecho de que la gente no pueda manejar sus cuentas adecuadamente para bajar sus costos puede sonar contra intuitivo, e incluso condescendiente, pero es un hecho: si los hedge funds son acusados regularmente de abusar de sus inversores –que supuestamente son los más sofisticados y ricos-, ¿por qué el ciudadano medio con poca o ninguna formación financiera debería saber cómo manejar sus pensiones?
Veinte años después de la aclamación universal del modelo chileno de pensiones por el Banco Mundial, ha quedado claro que no es la cura mágica que sus partidarios pretendían. Las pensiones necesitan una reforma – incluyendo la ampliación de la edad de jubilación, y la combinación de los planes privados y públicos- pero la fórmula de la talla única nunca debió sonar.