Han pasado ya cuatro meses desde que se promulgó la “Ley 28/2022, de fomento del ecosistema de las empresas emergentes”, Ley de Startups para los amigos. Y más de cuatro años desde que se abrió la consulta sobre el anteproyecto. Cuatro años en el mundo startup es una eternidad. En cuatro años una startup nace, cierra rondas y, a menudo, desaparece.
No voy a entrar en los detalles de las carencias o problemas de la ley. Hay innumerables artículos que lo hacen, basta googlear “problemas ley startups”. Pero sí tengo tres reflexiones sobre ella.
Otra vez se queda corta
La primera: tropezamos dos veces con la misma piedra. Cuando en 2018 se abrió la citada consulta habían pasado poco más de cuatro años desde la anterior “Ley de apoyo a los emprendedores y su internacionalización”. Que, obviamente, no debió de ser muy buena si hubo que empezar tan pronto a pensar en otra.
Y hemos vuelto a caer. Se ha vuelto a hacer una ley bienintencionada pero que se queda corta. Corta en el apoyo fiscal a las startups, corta en los incentivos fiscales a inversores, corta en el tratamiento de la stock options, corta en la simplificación de los trámites. Y que abre, pero no cierra, el melón del reparto entre ministerios y administraciones de la puesta en marcha final de todas las medidas.
¿Cuándo empezamos?
Segunda, derivada de la última frase anterior: todavía no se ha puesto en marcha prácticamente ninguna de las disposiciones de la ley. Están casi todas pendientes de su correspondiente normativa y, en muchos casos, pendientes de decidir incluso qué ministerio u organismo se encarga de ello. De hecho, cuatro meses después, seguimos esperando la puesta en marcha del “Proceso de certificación” como startup, que es básico para muchas de las ventajas de la ley.
No ha ayudado mucho la disolución del “Alto comisionado para España Nación Emprendedora”, que ha sido el organismo que más ha empujado esta ley -era una de sus prioridades- y que la ha dejado huérfana nada más nacer.
Hay vida más allá de las startups
Tercera: ¿por qué solo a las startups? En España hay unas… ¿10.000? startups. Está bien, pero también hay casi 3 millones de pymes. Son la base de la economía española, el 97% de las empresas. Cierto es que la ley deja bastante abierto el “coladero” para que una empresa pueda considerarse startup (a la espera de reglamento), pero la mayor parte de estas medidas, aun siendo cortas, serían buenas para cualquier nueva empresa, innovadora o no, y muchas de ellas para cualquier empresa, de nueva creación o no.
¿Por qué facilitar la entrada de talento externo solo a las startups?, ¿por qué no simplificar todos los trámites a todas las empresas?, ¿por qué no premiar la inversión en el emprendimiento, disruptivo o no?
Y una reflexión más como ‘bonus track’: parece que legislar es un fin en sí mismo. ¿Tenemos un problema, una necesidad?, pues hacemos una ley. Aunque se quede sin desarrollar y sin dotar. Muchas de las medidas podrían haberse puesto en marcha más rápidamente sin una nueva ley, modificando reglamentos, otras leyes… o, sencillamente metiéndolas en los Presupuestos. Por otro lado, mientras en este país sigamos legislando para limitar, y no para facilitar, todo costará más, incluyendo el ser una “nación emprendedora”.
Tribuna de Quino Fernández, CEO & Co-Founder de Aticco Lab