Hay que mirar atrás hasta inicios de la década de los setenta para que las estadísticas nos muestren un incremento en la producción de petróleo en EE.UU. Además, en aquella época la demanda aumentaba a un ritmo mucho mayor que la producción, así que el impacto positivo del aumento en la producción de petróleo se veía más que compensado las crecientes importaciones de crudo. Por el contrario, y como resultado de los cambios demográficos y la mayor eficiencia, en la actualidad la demanda de petróleo va a la baja, y se espera que esta tendencia continúe.
Los avances tecnológicos que permiten que se extraiga gas y petróleo del esquisto, así como el apoyo de Washington a la industria de exploración y producción, son los factores claves que respaldan el significativo aumento en la producción de energía, una tendencia que se prolongará durante varios años. Como consecuencia, EE.UU. tiene ahora un dependencia significativamente inferior a las importaciones de crudo no norteamericano –en 2012 importó un 40% de sus necesidades de petróleo, mucho menos que el 60% que importó en 2005. Esta menor dependencia del país al crudo extranjero tienen implicaciones notables para la economía global y la geopolítica
La extracción de gas natural a partir de formaciones de esquisto ha rejuvenecido la industria del gas natural en EE.UU. Por sí solo, EE.UU. está aliviando la presión sobre la OPEP contribuyendo al descenso en los precios del crudo desde niveles que han racionado la demanda durante más de dos años. Como consecuencia, ahora se cumple uno de los condicionantes esenciales para la recuperación económica: la adecuada y preferiblemente abundante oferta de energía barata basada en el petróleo.
Norteamérica producirá de 0,8 a 1,0 millones de barriles diarios (mbd) de petróleo adicionales de aquí a final de 2013 (como contexto, EE.UU. consume unos 18 mbd), y si se mantienen los precios del crudo en niveles actuales, esta tendencia continuará. Al mismo tiempo, los requerimientos más estrictos de los combustibles que apoyan el desarrollo de vehículos más eficientes, probablemente contribuirán al descenso de las importaciones de crudo.
La inclusión del etanol como energía renovable demuestra que, como resultado de la implementación del “Renewable Fuels Standard” de 2005, EE.UU. ha conseguido ligar la producción de grano y semillas a la producción de crudo. Al ser el primer exportador de productos agrícolas del mundo EE.UU. ha conseguido orquestar un fuerte empuje al precio de los productos agrícolas, impulsando otra industria y con ella toda la región del “Midwest” del país. Este hecho incrementa la ventaja económica generada por la revolución del gas de esquisto y refuerza el posicionamiento de Norteamérica como motor de la recuperación económica global.
La nueva relación entre el dólar y los precios de las materias primas se perfila como el factor más perturbador, ya que esta correlación se ha mantenido durante 40 años. Esencialmente, se van a gastar menos dólares fuera de EE.UU. para suministrar los 18 mbd de petróleo (y bajando) que consume el país. Si se combina esto con el flujo de inversiones hacia los EE.UU, unido a la recuperación generalizada de la economía, el dólar debería disfrutar de un periodo sostenido de fortaleza. Dado que estos hechos se producirán en un periodo de mayor crecimiento global que presionará al alza los mercados de materias primas, anticipamos un escenario de fortaleza de precios para las materias primas al tiempo que prevemos un dólar fuerte.
Además del impacto macroeconómico que hemos descrito, resulta razonable extrapolar que la política exterior de EE.UU., especialmente en lo relativo a Oriente Medio, puede verse afectada por el rápido descenso de la dependencia norteamericana al petróleo de la OPEP. Un estudio de la agencia de inteligencia exterior de Alemania, el BND, concluye que el poder discrecional de Washington sobre sus políticas de seguridad y exterior, aumentará de forma sustancial gracias a la nueva riqueza energética del país, mientras la amenaza potencial de productores de petróleo como Irán, disminuirá. Así, el desarrollo de los recursos energéticos de EE.UU. está coincidiendo en el tiempo con movimientos sísmicos en la política interna de varios países de Oriente Medio. Este escenario refuerza el papel de EE.UU. como objetivo predilecto para la inversión aumentando la probabilidad de que los precios del petróleo permanezcan altos en el futuro.
Columna de opinión de David Donora, director de Materias Primas en Threadneedle