Ya ha transcurrido algún tiempo desde que el sector farmacéutico fuera ensalzado como el niño emblema para los inversores que buscan acciones growth (de crecimiento). Si prestamos atención a las noticias hoy, es probable que escuchemos numerosos comentarios sobre las amenazas que representa el plan Obamacare, la austeridad europea y la expiración de patentes, así como un temor exagerado a que el pozo del descubrimiento de nuevos medicamentos se haya secado. A la miseria le encanta la compañía y la gente acaba por creer aquello que se pregona a bombo y platillo con suficiente frecuencia, de modo que los riesgos potenciales se convierten en hechos aceptados.
Tras un prolongado periodo de baja confianza en el mercado, creemos que los inversores deberían volver a fijarse en este sector poco apreciado en Europa. Hace ya algún tiempo que venimos señalando que la industria farmacéutica se encuentra en una situación bastante mejor de lo que indica la percepción general. Incluso iría más allá y diría que las farmacéuticas son el ejemplo más claro de una reversión positiva a la media en la totalidad de Europa y que puede que tan solo nos estamos adentrando en lo que podría acabar siendo toda una década de mercados alcistas.
Volvimos a interesarnos por las farmacéuticas europeas hace dos o tres años, cuando las principales compañías del sector presentaban coeficientes precio/beneficio de un solo dígito (tras haber registrado PER de hasta 30 a finales de la década de los noventa). En ese momento, las farmacéuticas estaban empezando a incrementar sus márgenes a través de líneas de negocio sostenibles que garantizaban ingresos a largo plazo: segmentos como la salud animal, los alimentos nutricionales y las vacunas. Sin embargo, los inversores aún seguían descontando la posibilidad de que las compañías no lograran sacar al mercado nuevos medicamentos con los que generar futuras ganancias.
El desarrollo de nuevos medicamentos es la savia de esta industria, al igual que sucede con los nuevos productos de cualquier otro sector. Los picos y los valles son parte del ciclo natural y fue el infértil periodo comprendido entre 1998 y 2006 —en el que un menor volumen de medicamentos llegaron a ser comercializados— el que conformó erróneamente la opinión actual. En realidad, los proyectos de investigación y desarrollo (I+D) nunca perdieron “perdieron su ciencia”. De hecho, recientes estudios en el Reino Unido han demostrado que, en promedio, el número de medicamentos introducidos cada año en el mercado ha aumentado desde la década de los setenta.
Lo que es cierto es que factores relacionados con la industria y el mercado han forzado a las farmacéuticas a adaptarse a través de la revaluación y el rediseño de sus modelos de negocio, así como de la diversificación hacia nuevas áreas de crecimiento. El compromiso con la inversión en I+D sigue siendo fuerte, pero mucho más focalizado, racionalizado y eficiente de lo que solía ser. Se está prestando más atención a la gestión del ciclo de vida de los medicamentos con el fin de maximizar la rentabilidad. Además, las principales farmacéuticas también están entrando en el mercado de los medicamentos genéricos, o reduciendo el coste de sus productos tras la expiración de las patentes para ralentizar la erosión de los ingresos.
Creemos firmemente que el potencial de las farmacéuticas europeas permanece intacto y que muchas empresas están bien posicionadas para generar beneficios sostenibles a largo plazo, con precios de entrada atractivos para los inversores. Teniendo en cuenta estos factores, continuamos aumentando nuestra exposición al sector farmacéutico; el sector salud, en general, ya representa, en promedio, entre un 30% y un 40% de nuestra cartera.