Frecuentemente, las oportunidades más prometedoras son aquellas que se hacen visibles cuando el sol brilla en la oscuridad. Una de esas áreas de oportunidad es la abundancia de fuentes de energía sin explotar que aún persiste en América Latina; quizás ninguna tan prometedora como la propia luz del sol.
Si se compara con el resto del mundo, la tasa de implementación de energía solar en toda América Latina es sorprendentemente baja. Cada año, se espera que se desplieguen a nivel mundial 100 gigavatios de energía solar; de los cuales menos de 500 megavatios – o alrededor de la mitad del uno por ciento – se estima provengan de América Latina.
Mientras que otras regiones ya han desplegado recursos considerables en energía solar como parte de programas integrales de energía sostenible, la tecnología solar fotovoltaica es prácticamente inexistente en América Latina. El año pasado, el Banco Interamericano de Desarrollo publicó un informe que indica que América Latina y el Caribe podrían, en teoría, satisfacer el 100 por ciento de sus necesidades energéticas con energías renovables. Por ejemplo, el desierto chileno ofrece un potencial económico para la energía solar similar al de Arizona o Nevada, dos de los líderes en la industria en los EE.UU. Otras regiones – como Sudáfrica – están avanzando rápidamente. El tiempo para la energía solar en América Latina es ahora.
En primer lugar, vamos a desmentir algunos de los mitos acerca de la viabilidad de la energía solar.
Hay una gran distinción que debe hacerse entre la fabricación de paneles solares y la producción de energía solar. Por ejemplo, el fabricante en EE.UU. de paneles solares, Solyndra, un blanco favorito de los críticos de la energía solar, no era un productor de energía solar, sino un fabricante de paneles solares. Su falta de éxito fue consecuencia de un cambio darwiniano en las fuerzas del mercado: los precios del panel, impulsados por un fuerte descenso ante la alternativa de opciones más baratas procedentes de China, hicieron que el modelo de negocio de Solyndra -y muchos otros fabricantes a nivel mundial– fuera insostenible. El hecho de que estas empresas fueron incapaces de competir en un mercado floreciente no es evidencia de que no existe el mercado o que los demás no vayan a tener éxito en él. Solyndra desapareció, pero la demanda de paneles solares continúa creciendo rápidamente. Existen menos empresas supliendo esa demanda hoy, pero son mejores fabricantes con un futuro brillante por delante.
Los subsidios ya no son un requisito para la solvencia de las empresas; las cuales requerían de la asistencia e intervención del gobierno para que las plantas de energía solar fueran económicamente viables. En estos últimos cinco años, el costo de los paneles solares junto a los otros componentes ha caído de manera tan dramática que la energía solar se está equiparando con las fuentes de energía convencionales tales como el carbón y el gas natural. Hoy en día, el modelo de la energía solar es autosostenible y una fuente de energía sustentable que respalda la viabilidad de este negocio.
América Latina, como un mercado potencial, tiene también la ventaja competitiva de no ser el primero. Con las nuevas tecnologías, se puede aprender mucho de los errores de otros. El costo promedio de un vatio instalado de la energía solar se ha reducido casi en un 25 por ciento en los últimos dos años y la mayoría de las proyecciones indican que la tendencia positiva va a continuar. Para ilustrar este punto, considere el hecho de que en 1953 un vatio de la energía solar costaba 1.785 dólares para producirlo. Hoy en día, esta cifra se ha reducido y cuesta alrededor de un dólar. Asimismo, se espera que los costos subyacentes asociados a la energía solar fotovoltaica continúen disminuyendo.
A pesar de todas las críticas que ha enfrentado, la energía solar tiene la mayor ventaja de todas o sobre las otras energías renovables. Esto es igualmente cierto cuando es visto como una oportunidad de inversión. El tiempo necesario para construir un proyecto de energía solar es menor o comparable al de la energía eólica, significativamente menor que para la energía hidroeléctrica o biomasa y una fracción de lo que se requiere para el carbón o la energía geotérmica. El financiamiento está fácilmente disponible en los bancos comerciales y de desarrollo, e incluso no hay la necesidad de un acuerdo de compra de energía a largo plazo. Los operadores pueden comenzar a producir energía de forma comercial proporcionando flexibilidad -y una mayor rentabilidad a corto plazo-, en los mercados de energía más caros de América Latina. Adicionalmente, el impacto ambiental es a menudo mucho menor al de otras alternativas de energías renovables. Las instalaciones en azoteas residenciales y comerciales requieren una inversión aún más baja y la energía puede activarse rápidamente.
La energía solar se está convirtiendo en el recurso natural más productivo del mundo. Durante los próximos 20 años se espera que la inversión acumulada en la energía solar esté cerca de los 3 billones de dólares – tanto como 100.000 millones por año en todo el mundo. Con algunos de los mejores recursos solares del mundo, América Latina es una fuente potencial muy desaprovechada. No se necesita una linterna del tamaño del sol para ver la oportunidad.
Ben Moody es el presidente y CEO de Pan American Finance, una firma de asesoría de banca de inversión especializada la prestación de servicios de asesoría de clase mundial en energías renovables en los mercados de Estados Unidos, América Latina y el Caribe.