Dentro del espacio de los fondos cotizados (ETFs, por sus siglas en inglés), las estrategias Smart beta han ganado popularidad en los últimos años, pues los inversores buscan fuentes alternativas de rentabilidad y los proveedores de producto encuentran nuevas maneras de estructurar estas estrategias de un modo eficiente. El término “Smart beta” no le gusta a todos los inversores, lo que tal vez explique la proliferación de otros nombres, tales como índices mejorados, beta estratégico, beta alternativo o beta plus. Sea cual sea el nombre, todas ellas pretenden conseguir una de estas dos cosas: mejorar el perfil de rentabilidad o el perfil de riesgo frente a los índices tradicionales ponderados por capitalización de mercado. En esta columna, nos referiremos a todas ellas como Smart beta.
La mayoría de las opiniones están de acuerdo en que se sitúan en algún lugar entre los principales índices pasivos y las estrategias más activas. A diferencia de una estrategia activa, donde el gestor tiene la discreción de escoger en qué invierte y en qué no en todo momento, un enfoque Smart beta seguirá un conjunto de reglas predefinidas. En este sentido, un inversor en una estrategia Smart beta tiene claridad sobre a qué está expuesto en cada momento, al igual que en cualquier otro vehículo puramente pasivo. Hay generalmente plena transparencia en la metodología de inversión. La diferencia radica en qué conjunto de reglas sigue cada estrategia.
Y hay muchas. Una estrategia Smart beta puede ser tan sencilla como ganar exposición a las compañías de un índice que cumplan ciertos criterios de valoración. Las así llamadas estrategias value (valor) se sitúan entre las que más tiempo llevan en vigor. De la misma manera, pueden seguir una multitud de otros factores comunes, tales como growth (crecimiento), calidad o momentum. Las estrategias growth y value aún representan la mitad del total de activos invertidos en ETFs de Smart beta.
Las estrategias Smart beta pueden también perseguir activos que generen ingresos altos y sostenibles, tanto en renta variable como en renta fija, y son éstas las que han ganado el favor de los inversores en el actual exigente entorno de mercado.
Buena parte de los últimos lanzamientos de producto han sido algo más sofisticados, y aquí es donde se sitúa buena parte de la demanda. Muchas de estas estrategias Smart beta utilizan sofisticados filtros y mecanismos de ponderación. Un ejemplo es una estrategia que gana exposición a varios de los factores arriba mencionados, pero que de cara a conseguir el calificativo de “Smart” (inteligente) su asignación de activos deba hacerse siguiendo reglas predeterminadas. También debe ofrecer a los inversores el potencial de reducir el riesgo o mejorar el retorno.
A medida que los inversores empiezan a familiarizarse con las estrategias Smart beta, empiezan a entender los usos potenciales dentro de sus carteras. Las estrategias Smart beta no están pensadas para reemplazar a los índices tradicionales o a las estrategias activas. Para ganar exposición a bolsa americana, por ejemplo, tiene todo el sentido del mundo invertir en un fondo totalmente pasivo que replique el comportamiento de un índice como el S&P 500 o el MSCI USA. Para otras clases de activo, puede ser que una estrategia activa aporte más valor.
Creemos que los tres estilos de inversión tienen un lugar legítimo en cualquier cartera bien diversificada. El gran valor reside en saber cuándo utilizar una frente a las otras. Las estrategias Smart beta deberían complementar a las otras y juntas mejorar el perfil riesgo-rentabilidad de las carteras.
Leonardo Lopez, responsable del mercado de Iberia para Source. De estos temas habló en pasadas conferencias de fondos y pensiones organizadas por iiR.
Los inversores en productos de Source deben ser conscientes que el valor de sus inversiones puede caer al igual que subir y puede estar sujeto a volatilidad debido a factores tales como cambios en los precios de los instrumentos subyacentes y tipos de interés. Como consecuencia de esto, los inversores podrían no recibir la misma cantidad de capital invertido. Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.
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