Los mercados de riesgo, y la bolsa es uno de ellos, están permanente expuestos a variaciones inesperadas en sus precios. La volatilidad es un elemento consustancial a ellos y es el precio que pagan los inversores por la rentabilidad superior a largo plazo de la renta variable en comparación con otras clases de inversiones. Obtener un retorno en bolsa sin su volatilidad intrínseca no es posible. En cambio, sí que lo es renunciar al riesgo que la bolsa supone a cambio de aceptar un rendimiento más bajo en el futuro.
En definitiva, si queremos evitar el riesgo de mercado contamos con las siguientes alternativas: vender todos los activos de riesgo (renta variable y bonos high yield en general y activos ligados a zonas emergentes en particular); cubrir la cartera con derivados, si bien esto no está al alcance de todos los inversores (al menos el hacerlo eficaz y fácilmente y además esta estrategia de cobertura puede comportar un coste económico y, en todo caso, un coste de oportunidad); y finalmente, como tercera posibilidad, contar con un enfoque de diversificación de los activos que forman parte de una cartera.
¿La diversificación en cuestión?
La diversificación como fórmula más eficiente para lograr sortear los riesgos de la inversión financiera y mantener cierta expectativa de rentabilidad se ha puesto en cuestión por datos como los que muestra el siguiente gráfico de Aviva Investors:
En él se muestra cómo desde 1990 hasta el comienzo de la crisis financiera posLehman Brothers, una cartera de renta fija y variable con pesos optimizados para lograr la mejor ratio rentabilidad/riesgo posible, obtuvo una rentabilidad anualizada del 5,3% con una volatilidad del 4,3% (línea verde).
En el período de seis años justo posterior (2010-2015), una cartera así creada mejoró incluso su eficiencia consiguiendo un retorno anualizado de casi el 6% con una volatilidad de poco más del 3% (línea amarilla). Este fenómeno fue posible gracias al descenso progresivo de los tipos de interés que revalorizó los bonos hasta niveles insospechados (en los que hoy nos movemos).
Finalmente, el gráfico expone la expectativa de rentabilidad que esa cartera compensada eficientemente con bonos y acciones tiene en la actualidad (línea roja): un retorno anual esperado de poco más del 2% con una volatilidad del 3,5%, resultando un ratio de Sharpe bastante pobre (el ratio de Sharpe mide la rentabilidad obtenida por cada punto de volatilidad de una cartera, por lo que cuanto más elevado, mayor nivel de eficiencia).
Las altas correlaciones entre activos: el enemigo de la diversificación
Los motivos de esta «decadencia» en la rentabilidad esperada por un inversor que ha diversificado sus inversiones en base a activos tradicionales para maximizar el retorno y minimizar el riesgo (núcleo de la teoría moderna de carteras), se encuentra en el débil crecimiento de las economías, las poco exitosas políticas expansivas de los bancos centrales y el bajísimo nivel en el que éstas han situado los tipos de interés. Esta situación lleva a muchos inversores a incurrir en mayores riesgos para intentar obtener retornos equivalentes a los del pasado.
¿Se puede hoy reducir el riesgo diversificando?
La respuesta a la pregunta del título es un rotundo SÍ. Sucede que, para lograrlo, se requiere mucho más conocimiento y trabajo que antes por parte del inversor, contar con un buen asesoramiento profesional y atenerse a unas cuantas reglas que sólo enunciaré:
– Dar entrada a activos distintos a los tradicionales (bonos y acciones) como los fondos de inversión con gestión long/short y de valor relativo, activos ligados al sector inmobiliario y al private equity y ciertas materias primas con efecto de cobertura (oro).
– No despreciar el cash como protección. Su remuneración es nula o incluso ligeramente negativa, pero es el coste que hoy tiene la seguridad.
– Recurrir a fórmulas de gestión flexible con vocación de llevar a cabo coberturas puntuales y con un componente de inversión táctica y oportunista.
– Infraponderar la gestión ligada a un benchmark estático, especialmente en renta variable, y sobreponderar aquélla más centrada en la búsqueda de valor (compañías que pueden cotizar por debajo de su valor intrínseco) y con mayor margen de seguridad.
Habiendo hecho todo lo anterior, solo queda contar con un enfoque de largo plazo para las inversiones cuyo nivel de riesgo así lo requiera y a corto en aquellas que deberían de comportarse favorablemente en todo momento.
Tribuna de Guillermo Santos, fundador de iCapital EAFI.