Los indicadores cíclicos finalmente se recuperaron en las últimas semanas tras varios meses de declive, lo que apunta a que la tan esperada estabilización del crecimiento mundial podría estar a punto de materializarse. De hecho, los índices de actividad industrial y de confianza económica han repuntado en Europa y en Estados Unidos, como ya lo hicieran en China desde finales de verano.
El apoyo esperado de una demanda interna resistente es el principal catalizador de esta estabilización, y es probable que los recientes avances en los planos comercial y del Brexit hayan ayudado. Por tanto, el riesgo de una recesión global en 2020, en su momento al alza, ahora parece estar retrocediendo. España fue probablemente una excepción temporal en este contexto, con una ralentización de la actividad que puede que refleje las incertidumbres políticas en torno a las elecciones generales y el efecto de los disturbios en Cataluña.
Mientras tanto, la economía estadounidense exhibió en noviembre unos datos económicos tranquilizadores tras la atonía de los meses previos. Los indicadores de actividad repuntaron tanto en el sector manufacturero como en el de servicios, la creación de empleo se mantuvo firme y las encuestas de confianza mejoraron ligeramente, lo que brindó una sensación de resistencia del crecimiento que también se vio corroborada por el crecimiento del PIB, en torno al 2% en el tercer trimestre. En un contexto de inflación persistentemente baja, la Fed realizó un tercer recorte de tipos en cuatro meses para rebajar el tipo de los Fondos federales hasta el 1,75%, aunque también señaló que era probable que el miniciclo de recortes de tipos acabara ahí, salvo que las condiciones económicas se deterioraran mucho más.
No obstante, los indicadores económicos japoneses cayeron, según lo previsto, tras el aumento del tipo del IVA, aunque es probable que éste anémico crecimiento solo sea leve y transitorio.
Los riesgos para las perspectivas macroeconómicas siguen orientados a la baja, ya que el escaso nivel actual de crecimiento del PIB hace que la economía mundial sea bastante vulnerable a un envite externo, ya sea otro giro en las negociaciones entre Estados Unidos y China, algún acontecimiento geopolítico, un varapalo para los precios de la energía o cualquier otro factor. Pero el mero hecho de que la dinámica de desaceleración, hasta ahora casi constante, no se perpetúe más contribuye a mantener una visión positiva de cara al próximo año. En los próximos meses se espera con impaciencia la confirmación de este repunte del crecimiento.
Entonces podríamos ver la última ralentización del crecimiento mundial como un miniciclo más de los que la economía mundial ha venido experimentando en la última década, después del de 2012, a causa de Europa, y del de 2015, propiciado por el precio del petróleo. Este tipo de miniciclo puede convertirse en una característica recurrente de la economía mundial, cada vez más niponizada. En un mundo de escaso crecimiento real y nominal, elevados niveles de endeudamiento, creciente participación de los servicios en el PIB y cada vez más penetración de la tecnología. Los ciclos económicos tienden a ser menos marcados, dado que la acumulación del exceso de capacidad, seguida de ajustes bruscos que provocan recesiones «reales», se torna mucho menos probable. En este contexto, la economía mundial bien podría estar al borde de un miniciclo de reactivación del crecimiento.
Tribuna de Adrien Pichoud, economista jefe de SYZ AM.