Jair Bolsonaro ha ganado las elecciones brasileñas con facilidad frente a Fernando Haddad, un resultado ampliamente anticipado por las encuestas. Esta votación ha sido la más divisiva de la historia democrática de Brasil, ilustrando la profunda polarización de la política doméstica en los últimos meses. En un desarrollo de los acontecimientos similar al de otros países de todo el mundo, estas elecciones han mostrado la fuerte caída del apoyo a los partidos tradicionales brasileños como el PBDB, PSDB y PT, todos ellos con problemas para conectar con la población.
Los activos de riesgo brasileños como las acciones han disfrutado de un fuerte repunte en los últimos dos meses, ya que el mercado se ha sentido claramente más cómodo con una victoria de Bolsonaro que con las perspectivas de la vuelta al poder del PT, algo comprensible dados los acontecimientos que llevaron a la destitución de la presidenta Dilma Roussef, la excesiva relajación fiscal y el gran escándalo de corrupción de Lava Jato.
El discurso de Bolsonaro tras su victoria fue pro-mercado, con el nuevo presidente insinuando una agenda centrada en unificar el país, combatir la corrupción y centrarse en una reforma fiscal muy necesaria. Esto es algo alentador y probablemente la reciente recuperación de las acciones brasileñas continúe a corto plazo, ya que Bolsonaro debería disfrutar de una breve luna de miel en los primeros días de su nueva administración.
Las siguientes señales clave a seguir en la política brasileña serán por un lado los nombramientos para el gabinete de Bolsonaro (especialmente el presidente de la Cámara de Representantes) y por otro quién será el próximo gobernador del Banco Central de Brasil si el actual no es reelegido. El actual presidente de la Cámara de Representantes, Rodrigo Maia, es uno de los pocos candidatos para ese rol que podría lograr el apoyo de todos los partidos a la reforma fiscal. También será importante observar el liderazgo de las principales empresas estatales, como Petrobras y Electrobras, así como los planes de Bolsonaro para privatizar los activos estatales.
A medio plazo somos bajistas con los fundamentos brasileños y seguimos preocupados por la trayectoria de los balances fiscales del país. No creemos en la probabilidad de una reforma fiscal significativa, especialmente en las pensiones, la seguridad social y los impuestos (que es, en última instancia, lo que Brasil necesitará para mantener a raya las calificaciones de las agencias de crédito en 2019). Sentimos que la controversia y división que provoca la agenda política de Bolsonaro, junto con sus altos niveles de rechazo, le impedirá aprobar los proyectos de ley necesarios en el Congreso. Esperamos que Brasil mantenga un crecimiento inferior al de su potencial y que la inflación aumente en 2019, lo que hará que el banco central aumente los tipos de interés.
Columna de Paul Greer, gestor de fondos emergentes de Fidelity