Sería muy fácil decir que, con los cambios drásticos que ya hemos visto en este sector, estamos llegando al final del ciclo. Sin embargo, no creemos que sea así; más bien al contrario. Pensamos que esto es solo el comienzo de los muchos avances tecnológicos que están por venir, especialmente en áreas de tecnología como el blockchain
En nuestra opinión, existen dos detonantes claves que explican la extraordinaria disrupción vista en el periodo posterior a 2007. Primero, la Ley de Moore: el principio de que el precio de la tecnología se reduce a la mitad cada 18 meses. La consecuencia económica de esto es que permitió a los consumidores adquirir dispositivos como el iPhone a un precio asequible y con un consumo de energía y tamaño gestionables, dos ventajas que no hubieran sido posibles en los años 1999 y 2000. Hasta ese momento, la mayoría de los ordenadores debían enchufarse a la toma de corriente para funcionar a una velocidad normal, pero el cambio de siglo marcó un punto de inflexión en el cual los dispositivos móviles pasaron de ser meros teléfonos a asumir las funciones de los ordenadores personales. Esto generó la proliferación de los dispositivos; lo cual nos lleva a la segunda parte de nuestra tesis: el efecto de las redes.
A mediados de la década de 1990, Robert Metcalfe ideó una ley en relación con las telecomunicaciones, en la que postulaba que el valor de una red aumenta exponencialmente a medida que crece el número de usuarios. Esto tiene sentido: si solo hay una persona con una máquina de fax, en realidad no sirve de mucho; pero a medida que prolifera el número de terminales la red se vuelve más poderosa y se puede multiplicar el número de puntos de conexión en progresión geométrica. Cuando se combinan estos dos factores, tenemos el bajo coste del terminal móvil junto con la ley de Metcalfe sobre las redes, lo que presagia una explosión del valor intrínseco que abre un montón de nuevas posibilidades sumamente disruptivas.
Creemos que esta plataforma ya está lista para que un gran número de nuevas tecnologías tomen posiciones, además de las oportunidades que ya brinda. Por ejemplo, la fase de interacción en redes sociales no se habría expandido tanto sin una tecnología móvil mejorada que la sustente; aun así, ha tenido que madurar en muchos aspectos. El software como servicio (SaaS) ha sido un nuevo motor clave de crecimiento, al permitir a los particulares, más que a las empresas, tomar decisiones sobre qué software quieren usar en su negocio. Muchas de estas empresas SaaS comenzaron con una sola persona o con un pequeño equipo y luego se establecieron y se expandieron eficazmente basándose en la experiencia de los usuarios: antiguamente la decisión de visar un enorme acuerdo de licencia de software se hubiera tomado en el seno de un consejo de administración. Estos tipos de avances amplían mucho más las posibilidades de proliferación.
En adelante creemos que un gran motor de la tecnología será el blockchain. Como tecnología principal que sostiene a las criptomonedas, el blockchain ha salido a relucir en algunas noticias negativas. No obstante, está empezando a verse como una tecnología realmente valiosa para automatizar el proceso de confianza, al permitir a los usuarios prescindir del intermediario en áreas que actualmente requieren una contraparte de confianza. Con el tiempo, creemos que debería cubrir multitud de formatos de transacciones, desde la compraventa de entradas para conciertos online hasta la realización de operaciones inmobiliarias (erradicando con ello la necesidad de contratar los servicios de agencias inmobiliarias o abogados). Incluso podrían eliminarse algunos procesos de contabilidad aplicados en transacciones de negocio. El blockchain podría ser la gran tecnología de nueva generación, aunque de momento se encuentra probablemente al nivel en que estaba Internet hace 15 años. Dicho esto, creemos que es conveniente identificar las nuevas tendencias en una etapa temprana y comprender su potencial para después buscar las mejores oportunidades de inversión.
La tecnología no solo está influyendo en el mundo donde vivimos, sino que también tiene un impacto notable en nuestra manera de examinar estas empresas desde la perspectiva de inversión. El creciente dominio de los valores tecnológicos en el S&P 500, por ejemplo, ha provocado que los responsables del índice tomen la decisión radical de reclasificar a los pesos pesados de la tecnología, Google y Facebook, para integrarlos en el sector servicios de comunicación recientemente ampliado. Esto significa que ahora se hallan en el mismo sector que la compañía de medios Disney y los proveedores de servicios de telecomunicaciones, lo que hace las cosas aún más interesantes a la hora de gestionar un fondo de tecnología, ya que muchos valores clave han salido del índice de referencia aplicado a este sector.
Esto nos sirve para ilustrar todavía más hasta qué punto la tecnología está trastocando cada tipo de actividad empresarial. John Chambers, ex director general de Cisco, predijo que todas las empresas serían negocios de tecnología y aquellas que no lo fueran dejarían de existir. En nuestra opinión, sea cual sea el sector que esté examinando ahora, y con independencia de su posición, deberá comprender estas nuevas tecnologías y saber quiénes tienen más probabilidades de ser ganadores y perdedores. Cada día vemos dónde las empresas han adoptado nuevas tecnologías y dónde no. Un ejemplo actual es el sector minorista: cada vez sabemos con más claridad qué minoristas están haciendo un esfuerzo razonable para sobrevivir al declive del comercio tradicional, al añadir a su negocio un sólido componente de venta online, y cuáles no. Estas últimas empresas están quebrando a un ritmo cada vez más rápido.
En el ámbito de la inversión, no se trata simplemente de identificar los temas más candentes y las mejores fórmulas para invertir en ellos. A pesar de la indudable importancia que revisten, creemos que es igual de crucial examinar el valor intrínseco de la compañía. En este sector tan cambiante, puede ser difícil predecir qué nivel de ingresos y beneficios obtendrán las empresas, por lo que planteamos diversos escenarios en los que podrían hallarse y usamos el modelo del flujo de caja descontado (DCF) para estimar su valor intrínseco.
Para nosotros, es esencial establecer el valor intrínseco de una empresa, tarea que se remonta al inicio de la inversión en tecnología hacia finales de la década de 1990. En aquel momento, la gente se dejaba llevar demasiado por los conceptos y perdía totalmente el contacto con la realidad cuando se trataba de determinar las valoraciones, lo cual provocó el crac de 2000/2001. Aunque creemos que todavía existen enormes oportunidades en todo lo que rodea al sector de tecnología, eso también comporta el riesgo de caer en la euforia, y los inversores deben ser conscientes de ello.
Columna de Mark Hawtin, responsable de inversiones de GAM Investments
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