Con la elección de Javier Milei como presidente de la Argentina, se cierra el capítulo de la campaña electoral que consumió casi todo el 2023, para volver la atención al tan necesario plan de estabilización económica. Los desequilibrios macroeconómicos en Argentina no solo han sido evidentes en los últimos años, sino que se agrandaron en una magnitud considerablemente durante los últimos meses.
El plan integral depende de la consolidación coordinada en tres frentes: el fiscal, el monetario y el cambiario. A nuestro modo de ver, la rápida implementación de cambios radicales resulta imprescindible, aunque el respeto por la secuencia en la resolución de estos problemas también lo es.
La madre de todas las batallas es, sin duda, el frente fiscal. Con una necesidad imperiosa, Argentina debe ir hacia un nivel de, al menos, equilibrio en 2024 y superávit primario en 2025. La ausencia de crédito debería ser el elemento disciplinador de ese objetivo. El principal desafío se vincula en cómo se llega a ese destino final: con recorte del gasto, con mayor presión impositiva o con una combinación de lo anterior. A priori, según lo expresado por el candidato electo, el camino a seguir será la primera opción, algo que es bien recibido por inversores y agentes de la economía.
Pero además el horizonte luce bastante sombrío en el frente monetario. Acá las Leliqs es la “bomba de tiempo” que amenaza la frágil estabilidad actual.
Las Leliqs es la deuda que tiene el Banco Central de la República Argentina (BCRA) con los bancos comerciales. Es el mecanismo por el cual la autoridad monetaria retira la liquidez excedente, evitando presiones inflacionarias adicionales en una economía que ya navega por encima del 140% de inflación anual. La contracara de las Leliqs son los depósitos de los individuos y empresas, que muchas de ellas los utilizan como capital de trabajo.
¿Cuál es el problema de esta deuda?
En primer lugar, el stock actual de la misma. A un tipo de cambio de 900 pesos argentinos por dólar estadounidense, según la cotización del dólar libre en el mercado de capitales al 21 de noviembre, esta deuda llega a los 15.500 millones de dólares (más otros casi 10.000 millones de dólares de pases). Considerando la delicada situación macroeconómica, es un monto más que considerable.
En segundo lugar, si bien esta deuda no se encuentra indexada a ninguna variable particular, como inflación o tipo de cambio oficial, hoy está capitalizando a una tasa efectiva anual de 254,8%, lo que agranda exponencialmente el pasivo futuro en términos nominales.
Finalmente, si esta cantidad de pesos futuros llegará a salir a mercado por falta de renovación se constituiría en una oferta excedente de moneda doméstica imposible de atender con la débil demanda existente verificada en la actualidad. De mínima, esto generaría una aceleración inflacionaria adicional que podría derivar en un camino hiperinflacionario.
¿Cuál es la solución?
No podemos analizar este stock de deuda de manera aislada, ni tampoco la solución debería ir por esa vía. El plan de estabilización deberá cubrir todas las aristas y ángulos mencionados, con una integralidad de los aspectos fiscales, monetarios y regulatorios. Si el plan es exitoso, la demanda de pesos podría recuperarse paulatinamente de la mano de una mayor credibilidad. Allí, el temor sobre el stock de las Leliqs comenzaría a mermar.
Si se busca un camino resolutorio de shock, el peligro es que la mala praxis aumente los riesgos y costos que fueron planteados, alterando aún más la probabilidad de éxito de un plan de estabilización integral.
Las cartas están arriba de la mesa. Es cuestión de jugar las correctas en un escenario de altísima incertidumbre.
Columna de Diego Martinez Burzaco, jefe de Estrategia y Country Manager de Inviu Argentina