Trece meses después de su máximo en 10 años, el oro pierde alrededor de 15%; la plata, 23%, y descienden con trazos largos y respiros cortos, esporádicos. Se diría “normal”, luego de que subieran 63% y 105% desde mayo de 2019, si no fuera porque la baja se asemeja a la sufrida a partir de agosto de 2011, luego de llegar a su entonces cima histórica. ¿Se repetirá el desplome?
¿Mala racha o fin del ciclo positivo?
Oro y plata alcanzaron $1.900 y $48,5, en 2011, cuando la FED mantenía la tasa en 0,00%, e inyectaba liquidez, consecuencia de la crisis de 2008. La inflación era de 3,9%. El índice del dólar, DXY, bajó a 72,60. Conforme los estímulos se cortaban y los precios al consumidor se moderaban, los metales perdían brillo.
- Entre 2015 y 2016, la FED subió la tasa a 0,25%, con la inflación oscilando en 0,0%. Oro y plata bajaron a $1.140–$1.050 y $15,30–$13,8. Hacia 2019, la FED había elevados las tasas en forma escalonada a 2,25%. La inflación tuvo picos de 2,90%. El oro tuvo sesgo alcista, entre $1.128 y $1.423. La plata se movió entre $14,00 y $18,6.
- Los metales volvían a brillar según la FED volvía a su política “dovish”, en julio de 2019, recortando la tasa a 1,5%. El oro repuntó a $1.550, la plata, a $19,60. El dólar, que había llegado a 103,8, hizo vaivenes entre 95 y 99.
- A la irrupción de la pandemia, la FED volvió al costo de 0,0%, implantó la compra de bonos y el gobierno repartió dinero. La inflación bajó a 0,1%, luego rebotó a 1,4%. El oro subió a $2.075 (nuevo máximo inter-sesión) y la plata a $30. DXY cayó a 89,20 desde 103.
Este año, con la inflación en 5,4%, lo más alto en 13 años, la FED insinúa el principio del fin de los estímulos. Los metales rompen soportes. Hacia 2015, al acabar la expansión monetaria (aunque no solo por eso), oro y plata se habían desplomado 45% y 72%, respectivamente. Hoy, cuando apenas se plantea la reducción de estímulos, los metales no parecen tan preciosos. Si el patrón se repite, perderían más lustre una vez comience la disminución del ritmo de compra de bonos, el “tapering”. ¿Habrá algo que los sostenga?
El impulso (menguante) de los ETFs
En 2015, la inversión en oro de ETFs (GDL, IAU, GLDM…) era de 54,05M de onzas; la de plata (SLV, SIVR, AGQ…), de 524M. Al inicio de la política “hawkish”, la de oro cayó 9% desde su máximo, a 46,25M de onzas; la de plata, 14,4%, a 476,09M.
En septiembre de 2021, la inversión en oro (histograma amarillo), 99,825M de onzas, perdía 8,4% desde su cima de agosto del año pasado y 6% en este año. La de plata (histograma gris), 913M, ganaba 3,9% y 2,1%.
La industria consideraba que la reapertura de las economías impulsaría los precios, que el repunte de compras de oro en Asia (India, China, Singapur…), la demanda de plata para paneles solares y automóviles eléctricos, dinamizaría el mercado.
A fines de enero, sí, la plata subía a $29, por el llamado vía Reddit a exprimir el metal –silver squeeze–. La tenencia de ETFs subía 15%, a 1,02 MM de onzas, respecto al cierre de año. Pero… la inversión decreció entre febrero y mayo, a 920M de onzas, un 9%, ajustando el incremento en el año a 3,5%. Los ETFs fueron indiferentes a los vaivenes del precio (línea negra): la inversión decreció tanto en lapsos de rebote (enero-febrero y marzo-mayo), como en el de caída (febrero-marzo).
La variación de la tenencia de oro (histograma amarillo) fue positiva en enero, a 107,75M de onzas. Se tornó negativa en febrero, luego de la pausa del precio (línea dorada), en $1.860, de la caída comenzada desde $1.940. La tendencia bajista de la inversión continuó aun cuando el precio se impulsaba desde el mínimo de $1.670, en marzo. El nivel más bajo fue en abril, 99,35M de onzas, -7,03% en el año. Mejoró en mayo, cuando el precio aceleró de $1.760 a $1.900. Y ahí tuvo, como la de plata, mes y medio de estabilidad. Desde ese mes, a diferencia de la de plata, la tenencia disminuye a ritmo lento, con altibajos marginales.
Podríamos decir que tanto el entusiasmo más alto que mostraron los inversionistas por los metales, como su desencanto mayor, se dio en el primer semestre. La “indiferencia” en la segunda mitad del año parece indicar que están como a la espera, dando oportunidades a la recuperación, o aguardando señales definitorias. ¿De la FED?
¿Qué nos anticipan los Futuros?
El interés abierto, que con el volumen otorga fuerza al precio, desciende desde hace un año pese a rebotes promisorios. A marzo de 2020, el CME perdió en dos meses 40% de la cantidad negociada de oro (línea dorada) y 55% de plata (línea gris). Las recuperaciones han sido cada vez más débiles y las subsecuentes recaídas han ido más allá del fondo previo.
El interés abierto del oro parece estabilizarse en torno a 500 mil contratos, 65% del prevaleciente en enero de 2020. En cuanto a la plata, las dos elevaciones notorias restituyeron el 85% de lo que era, de modo breve. El pasado julio rompió por abajo del piso de 60% que había mantenido desde octubre-diciembre, se adelantó y previno de la precipitación del precio, y parece otra vez hacer fondo sobre los 140 mil contratos. ¿Seguirá cayendo?
Posiciones Especulativas Netas en CME
Los contratos largos netos (largos menos cortos) revelan el grado en que el mercado está orientado al alza. O a la baja. Parece que los especuladores de plata pasan rápido del optimismo al pesimismo y que la creencia de los que negocian oro es menos dubitativa.
Los largos netos de plata (histograma gris) emulan una montaña rusa. Entre 2018 y 2019 se invirtieron a “posiciones cortas netas”: los cortos superaban a los largos por 20 mil contratos. En enero y febrero de 2020 se mantuvieron entre 62 mil y 78 mil contratos. En agosto de 2020, aun con largos netos por debajo de 30 mil, el oro (línea negra), saltó a $29; de ahí escalaron hasta 57,3 mil y desde entonces suben o bajan según el precio. En agosto se redujeron al piso de 24 meses y en septiembre rebotaron para recolocarse por encima del mínimo de 12 meses.
Los largos netos de oro (histograma amarillo) van más alineados al vaivén del precio (línea dorada). Es decir que su trayectoria de largo plazo es bajista. En enero de 2020 llegaron a ser de 353.6 mil. En la semana del máximo histórico del precio rondaban los 224 mil contratos. La mayor cifra en tiempos de la pandemia fue de 280 mil. En diciembre perdieron el techo de 250 mil y desde febrero bajaron de nivel, con tope en 216 mil y pisos de 162 mil contratos.
Un vistazo técnico
Desde que cae de su máximo, el oro sigue un comportamiento típico técnico: se podría trazar una línea para delimitar la resistencia a lo largo de la trayectoria. Esa línea correspondió primero al promedio móvil de 20 días, luego al de 50 y finalmente al de 200; un promedio móvil más largo sustituía al anterior.
La primera etapa de la baja terminó en el doble fondo de marzo y abril, en $1.680. El rebote se validó al traspasar el promedio móvil medio, alcanzó para pasar en mayo por encima de la resistencia de $1.800 y se extendió en exceso hasta $1.900. El indicador RSI acusó de sobrecompra; al liberarla, el oro perdió el promedio de 20 días y cayó en vertical a $1.760. De ahí rebotó en diagonal hasta tocar dos veces el techo, el promedio móvil largo. Al segundo toque perdió de nuevo la media de 20 días, que recuperaría con el rebote en “V” de agosto, y lo traspasaría para chocar de nuevo con la barrera dura.
Con la recaída del 16 de septiembre, la posibilidad de que la tendencia bajista terminase para encauzar un alza sostenida, parecía aminorar. Los indicadores RSI y MACD, que sugerían perfil alcista, también se debilitaron en sus zonas media y de cero, respectivamente, para apuntar a la baja. Una nueva caída a $1.700, si se produce, lo reincorporaría a la tendencia de baja de largo plazo, realineándose a la plata.
La plata bajó en forma escalonada, en canal descendente ancho, a partir de junio, por el tanteo de que la FED comenzaría a cortar estímulos. En cada reacción falló al tocar el promedio móvil de 20 días y recayó gradualmente más abajo. En la primera rompió la media de 200 días. El segundo fallo propició el “cruce de la muerte”, meses después de que se produjera para el oro. La tercera, que parecía subir a la media de 50 días, se frustró trayendo el precio al mínimo desde diciembre, su último sostén. Los indicadores, que mostraban fuerza alcista, proyectaban ya un sesgo negativo. El canal sugería que la caída pudiera prolongarse más allá de $22.
Conclusiones
Los metales preciosos se han condicionado a las vicisitudes relativas a la política monetaria. No a las decisiones, sino al debate sobre lo que puede decidirse. Los elementos inherentes a su uso, producción y demanda, han pasado a plano secundario. El repunte inflacionario, favorable en la teoría, es ahora contraproducente, pues motivaría que la FED disminuyera los estímulos.
Algunos miembros de la junta de la reserva federal argumentan por comenzar a disminuirlos. Otros, entre ellos en presidente Powell, optan por la cautela y otros reclaman claridad y explicaciones.
Es posible que en la reunión de esta semana se den al fin no señales sino concreciones, en uno u otro sentido. Oro y plata, entonces, podrían definir el suyo.
Columna de Arturo Rueda