Cada vez se escucha más hablar sobre la falsa gestión activa o ‘closet indexing’, y razones no faltan. En primer lugar, conviene definir qué es y, para ello, primero es necesario entender qué es la gestión activa.
Básicamente, la gestión de un producto de inversión –principalmente fondos de inversión- es activa cuando su gestor o los gestores responsables del mismo toman las decisiones de inversión usando criterios propios y no siguen de forma alguna la composición de ningún índice de referencia o benchmark. Cuando un gestor apuesta por seguir una estrategia de gestión activa lo hace, básicamente, por su convencimiento de poder obtener rentabilidades superiores a un índice concreto; de lo contrario, apostaría por la gestión pasiva, cuyas comisiones son significativamente menores.
La falsa gestión activa es aquella gestión aparentemente activa que, en realidad, construye las carteras con un nivel de similitud con respecto a los índices de referencia muy elevado, tanto en los pesos sectoriales, geográficos, como de los propios valores individuales. Hasta aquí las definiciones de lo que es cada estrategia. Pero, ¿por qué es mala para los inversores la falsa gestión activa?
El principal problema que plantea estar invertido en un fondo de inversión que utiliza una estrategia de falsa gestión activa (más allá del engaño implícito a los inversores sobre cómo se gestiona en realidad un fondo) es que, inevitablemente, se obtendrán peores rentabilidades a largo plazo que en una estrategia de gestión activa por dos motivos: el primero de ellos, viene por el lado de las rentabilidades. A largo plazo, prácticamente ningún gestor va a ser capaz de superar a su índice en términos de rentabilidad si no se aleja de él, es decir, si no toma apuestas claras por compañías concretas con independencia de la composición del mismo.
Según S&P Dow Jones Indices, más del 90% de los fondos grandes no lograron batir a su índice en un periodo de 15 años. De ese menos del 10% que sí lo logro, la mayoría son, evidentemente, fondos con gestión activa. El segundo motivo tiene que ver con las comisiones de la falsa gestión activa en comparación con la gestión pasiva. Un fondo índice puede tener comisiones de gestión inferiores a un 0,15% mientras que los fondos con ‘closet indexing’ pueden superar tranquilamente el 1% de comisión de gestión.
En este sentido, la pregunta más pertinente es qué herramientas puede utilizar un inversor para detectar esta falsa gestión activa. Fundamentalmente existen dos: el ‘tracking error’ y el ‘active share’.
El tracking error mide la desviación típica que se produce entre un fondo concreto y su índice de referencia. Cuanto más bajo sea el tracking error de un fondo, más se asemeja en su composición a su benchmark. Por tanto, debemos evitar invertir en falsos fondos activos que tienen un ‘tracking error’ bajo. La segunda herramienta, mucho más reciente, es el denominado ‘active share’.
Los profesores Martijn Cremers y Antti Petjistö de la Yale School of Management publicaron en 2009 un estudio en donde introducían por primera vez esta nueva estadística para medir la gestión activa. El ‘active share’ mide el porcentaje de las diferentes posiciones dentro de la cartera de un fondo que difiere de las de su índice de referencia. Cuanto mayor sea el ‘active share’, más se está alejando el gestor del benchmark. Estos profesores concluyeron que de los 2.650 fondos analizados entre 1980 y 2003 aquellos con un ‘active share’ superior al 80% habían batido a sus benchmarks en más de un 2-2,71% antes de comisiones o un 1,49%-1,59% neto de comisiones. Es una idea bastante intuitiva: la única forma de batir a un índice es diferenciarse mucho de él.
Algún lector bien intencionado puede pensar que dadas las características inferiores que ofrecen los fondos de ‘closet indexing’ no representarán una cuota relevante del mercado. Pero, ¿quién, en su sano juicio, preferiría pagar una comisión de gestión superior a cambio de obtener peores rentabilidades? En principio, nadie debería hacerlo, pero como suele suceder en finanzas, hay muchos más inversores irracionales –o mal informados- de lo que cabría esperar. Las cifras del tamaño que puede tener la falsa gestión activa son escalofriantes y preocupantes a partes iguales. Así, según Cremers y Petjistö, el porcentaje de fondos con un ‘active share’ bajo (menos del 60%) se ha disparado: si en 1980 apenas había un 1,5% de fondos por debajo de esa cifra, en 2003 era del 40,7%. Cifras preocupantes para un falso estilo de gestión condenado a ofrecer rentabilidades insuficientes para los inversores.
De esta manera, merece la pena estudiar nuestra cartera y averiguar cómo de alejados están los fondos de sus índices, pues es precisamente esa la clave para batirlos a largo plazo.
Tribuna de Pablo Martínez Bernal, responsable de Relación con Inversores en España de Amiral Gestion