Desde Robeco llevamos varios años destacando la importancia de ser conscientes del impacto que generamos con todo lo que hacemos.
Un ciudadano cualquiera debiera conocer cuáles son los consumos mensuales en los que incurre para, disminuyéndolos, entender qué efecto tienen y cuál es el ahorro económico y medioambiental que puede producir.
Una empresa conoce bien lo que produce y cómo lo produce. Aunque se avecinen vientos de cambio, en la actualidad una empresa puede verse penalizada por sus emisiones de CO2, bien mediante impuestos, bien mediante el precio del carbono, pero no se ve penalizada ante su responsabilidad, por ejemplo, al comercializar vehículos de combustión interna que, una vez en la calle, producirán significativas emisiones de CO2 (alcance 3).
Los inversores se encuentran en una tesitura similar, ya que su singularidad se debe a que su impacto negativo proviene no tanto de su operativa, sino de las compañías y los activos en los que invierte.
Para entender este impacto, los inversores reclaman información a los distintos proveedores de datos para incorporarlos a sus procesos de análisis. Y es que, es directamente la regulación la que lo solicita dentro de la ley que afecta a la información no financiera, donde se considera significativa la información relativa a las emisiones de carbono y su reducción. También ocurre con la regulación de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR) que exigirá a las gestoras que publiquen el impacto adverso que tengan las empresas de sus carteras (p.ej. las emisiones de carbono).
Todo lo anterior nos abre un nuevo reto; el de la información. Como dice nuestro especialista en cambio climático, Lucian Peppelenbos, contamos con datos relevantes a nivel sectorial, pero necesitamos datos a nivel emisor, y eso representa un desafío al que cualquier empresa se enfrenta por la diversidad, las dependencias, y los impactos a múltiples niveles y localizaciones en el mundo. Es más, no olvidemos que cuando nos ponemos a recabar datos en el ámbito del cambio climático, los históricos serían básicos, pero la información acumulada sobre huella de carbono habitualmente no supera los dos años. Esto es insuficiente para aclarar cómo de preparada está una empresa para la transición. En consecuencia, buscamos otra información que pueda adelantarnos los planes de descarbonización de la compañía, como su estrategia, su gobernanza o su capex relacionados con el clima.
A este desafío hay que sumar que, a veces, los proveedores de información entregan datos contradictorios, al ser normalmente modelados.
La relación de las empresas hacia el medioambiente se va tornando en cada vez más compleja, encaminada hacia una realidad inexorable, que ya fue predicha por algunos economistas; recalcaban la importancia de que las externalidades negativas que producían algunas empresas debían tener reflejo, de algún modo, en los resultados financieros.
La doble materialidad es la siguiente frontera de la sostenibilidad, tanto para las corporaciones como para los inversores. Ya no es suficiente cuantificar cómo impacta el entorno en la empresa, sino que es absolutamente relevante cuantificar cómo las actividades de esta afectan al ecosistema en el que opera.
Todo esto es algo que los inversores deben prever a la hora de seleccionar dónde invertir su capital con mayores garantías, porque las cosas están cambiando. Resulta interesante esta nueva óptica que se está imponiendo, donde los inversores reclaman una mayor información sobre los efectos de su capital. Ahora no interesa únicamente entender cómo los riesgos están afectando a mi negocio, en estos momentos también es clave conocer cómo mi actividad afecta a nuestro entorno, social y ambientalmente.
Desde Robeco, tratamos de entender el impacto que tienen las empresas en el medioambiente, y así invertir allí donde existan menos riesgos potenciales, identificando a su vez las oportunidades.
Para esto, Robeco emplea una herramienta de seguimiento de impacto propia para ayudar a los inversores a cuantificar el impacto de sus carteras en los cuatro indicadores ambientales más significativos: emisiones de GEI, consumo energético, empleo y gestión del agua, y generación de residuos. Mediante esta herramienta de información analítica que informa cuantitativamente por dólar invertido, se ajustarán las ponderaciones empresariales de la cartera y se maximizarán los impactos positivos, limitando los negativos.
Como consecuencia, los inversores cuantifican y comunican los impactos ambientales de sus carteras, tomando decisiones mejor documentadas sobre cómo ajustar sus carteras para optimizar esos efectos positivos de sus inversiones.
Por ello, siempre hemos afirmado que resulta apropiado continuar fomentando la transparencia y divulgación de la información. Pero, aun así, en Robeco no nos sentamos a esperar, y continuamos interactuando desde nuestros equipos de titularidad activa para mejorar ese flujo de información en diferentes temas, por ejemplo, colaborando desde un grupo especializado en la transición climática de instituciones financieras creado para este fin.
Los datos no son perfectos, pero sí son suficientes para tomar decisiones de inversión mejor fundamentadas y actuar. En Robeco continuamos siendo pioneros y abriendo camino en el mundo de la sostenibilidad.