Érase una vez una niña llamada Ricitos de Oro. Acababa de disfrutar de un día espléndido en el bosque después de tomar un desayuno muy apetitoso hurtado a tres osos: cuatro tazones de copos de avena con leche. A Ricitos de Oro le encantaba la avena y cada día comía mucha. A veces se preguntaba cómo se las apañaría sin avena.
En el día recién transcurrido (2017) todo había sido perfecto: había hecho buen «tiempo», una «temperatura» agradable (ni muy calurosa ni muy fría), una apacible y suave brisa («viento») y había disfrutado del «canto de los pájaros». Obviamente, ya había vivido otros días maravillosos antes, pero este (2017) había sido exquisito y esperaba volver a disfrutar tanto el día siguiente.
A la mañana siguiente (2018), Ricitos de Oro volvió a casa de los tres osos en busca de su desayuno. Muy hambrienta, se sentó a la mesa de los osos, con la esperanza de ver cuatro grandes tazones de avena. Esperaba que igual que el día anterior todos los tazones estuvieran llenos de avena. Pero quedó sorprendida al ver que el primero, que tenía escrito «Fed» en un lado, no estaba tan lleno como el día anterior. Y para colmo, cuando se disponía a engullirlos, Ricitos de Oro notó algo extraño: la avena estaba desapareciendo poco a poco de dos de ellos: el que tenía «Fed» escrito en un lado y otro llamado «Banco Popular de China»…
Aun así, distaban de estar vacíos, así que Ricitos de Oro supo que podría comer de sobras, pese a que había menos de lo que había esperado. «No importa», pensó, pues además aún le quedaban otros dos tazones, llenos… ¿O tal vez no? Cuando empezó a comer de los tazones de la Fed y el Banco Popular de China, algo extraño sucedió: parte de la avena también empezó a desaparecer de los otros dos tazones, los que tenían escrito «BCE» y «Banco de Japón».
Cuando Ricitos de Oro acabó de comer, no pudo evitar sentirse algo descontenta por haber comido menos de lo que esperaba. Aun así se sintió llena y salió a dar un nuevo paseo por el bosque. Gracias a la avena que había comido, Ricitos de Oro tenía muchas energías y volvió a disfrutar de un buen tiempo (crecimiento sincronizado), una temperatura ideal (inflación baja, pero positiva), una brisa agradable (tipos bajos) y del canto de los pájaros (bolsas alcistas).
Y por si fuera poco, no sólo los tres osos no anduvieron merodeando por allí para quejarse de que se les comieran la avena, sino que durante muchos días siguieron llenando los tazones de avena, para mayor regocijo de Ricitos de Oro
Los cuentos infantiles suelen tener un final feliz, y este no es una excepción. Aun así, consideremos otras variantes del cuento de Ricitos de Oro y cómo podrían alterar el final feliz. Érase una vez una niña llamada Ricitos de Oro. Acababa de disfrutar de un día espléndido en el bosque después de tomar un desayuno hurtado a tres osos: cuatro tazones de copos de avena con leche. A Ricitos de Oro le encantaba la avena y cada día comía mucha. A veces se preguntaba cómo se las apañaría sin avena.
En el día recién transcurrido (2017) todo había sido perfecto: buen tiempo, una temperatura agradable, una apacible y suave brisa y había disfrutado del canto de los pájaros. No había disfrutado de un día tan maravilloso en mucho tiempo y esperaba seguir disfrutando tanto el día siguiente. A la mañana siguiente (2018), Ricitos de Oro, muy hambrienta, se sentó a desayunar, con cuatro grandes tazones de avena.
Variante oso 1: Pero cuando Ricitos de Oro estaba a punto de empezar a comer, la avena de los tazones de la Fed y el Banco Popular de China empezó a desaparecer de pronto, como si alguien la estuviera aspirando. Y, poco después, ¡los tazones del BCE y el Banco de Japón también empezaron a vaciarse! Ricitos de Oro estaba horrorizada y se apresuró a comer la avena que aún quedaba en los tazones. Pero se quedó con hambre, ¡no había bastante! Muy afligida, salió, pero fue mucho menos agradable que el día anterior: el viento había comenzado a soplar con más fuerza y los pájaros habían enmudecido. Ricitos de Oro se sintió débil y se tumbó en el suelo con ánimo de quedarse dormida. Pero de pronto un olor familiar y reconfortante penetró su nariz. ¿Qué era? Volvió a rastras a la casa de los osos, alcanzó la mesa y se encontró con los cuatro tazones llenos de avena otra vez. Y se la zampó toda.
Variante oso 2: Pero conforme Ricitos de Oro se disponía a comer, fue sintiendo un dolor cada vez más fuerte en el pecho. Notaba como si su corazón (la economía de EE.UU. o la china) estuviera cansado de haber aguantado su cuerpo todos aquellos años de enorme ingesta de avena. Ricitos de Oro empezó a sentirse débil: ¿cómo iba a sobrevivir si su corazón no estaba sano? Pese a sus inquietudes cardíacas y ya que los cuatro tazones estaban llenos, Ricitos de Oro se precipitó hacia ellos y engulló su avena. Ricitos de Oro ya había sentido un dolor agudo antes (en realidad, apenas «seis días» antes, en 2011) y cuando así había sido siempre había recurrido a la avena. Sabía que estaba engordando al comer tanta avena y que ello no le curaría el dolor de pecho, pero aun así se la comió y así se sintió mejor, al menos por un tiempo.
Variante oso 3: Pero cuando Ricitos de Oro se disponía a comer, de pronto afuera empezó a aullar un vendaval que sopló por la ventana y derribo al suelo los cuatro tazones de avena. ¿Cómo había podido suceder? El tiempo se había vuelto muy caluroso afuera y el cambio de temperatura había hecho que el viento arreciara desopetón. El pánico atenazó a Ricitos de Oro. Sin la avena de los osos, estaba hambrienta, y no había vivido un vendaval tan violento ni cambios de temperatura tan bruscos desde hacía mucho tiempo. De pronto se sintió muy débil, y todo se oscureció conforme las nubes ocultaban la luz del sol. La pobre Ricitos de Oro estaba temblorosa y se agazapó. Por fortuna, el vendaval se calmó enseguida, el tiempo escampó y la temperatura volvió a la normalidad. Ricitos de Oro empezó a sentirse un poco mejor y cuando salió de su escondrijo se percató de que los cuatro tazones estaban otra vez llenos de avena. ¡Seguramente los osos los habían llenado mientras estaba escondida! Los osos no estaban por ningún lado, así que se lo zampó todo y se sintió mucho mejor: todo había vuelto a la normalidad.
Y ese nuevo día volvió a ser bueno gracias a que al final los cuatro tazones de avena habían reaparecido llenos. El buen tiempo (crecimiento sincronizado), la temperatura suave (inflación baja, pero positiva), la brisa agradable (tipos bajos) y el canto de los pájaros (bolsas alcistas) volvieron a alegrar a Ricitos de Oro.
Adrien Pichoud, economista jefe de SYZ AM