Pronto se conocerán los datos de la nueva encuesta de población activa en España para el próximo trimestre de este año. Estos deberían reflejar una vez más el buen comportamiento del mercado laboral. Las cifras de empleo seguirán registrando una dinámica positiva, aunque el empleo total permanecerá significativamente inferior a su récord histórico del verano de 2007, cuando el número de activos empleados alcanzo 20,8 millones de personas.
Con cerca de 1,9 millones de puestos de trabajo menos la cifra es, sin embargo, desoladora de un puro punto de vista cuantitativo. Si además se compara al conjunto de la población activa, resulta una tasa de paro de aproximadamente 14%, o sea un nivel 6 puntos superior al mínimo de 7,9% alcanzado también en el verano 2007 justo antes del estallido de la crisis económica y financiera. Como lo vemos, las cifras se pueden leer de maneras muy diferentes dependiendo de si se quiere resaltar la dinámica positiva del mercado laboral desde la crisis, o el hecho de que no se han recuperado los niveles anteriores.
Pero más allá de las cantidades dos preguntas son interesantes en vista de abordar los próximos desafíos del mercado laboral. Primero, ¿cuál es la calidad de los empleos creados? y, segundo, ¿cuál es el nivel de paro estructural?
La primera pregunta remite a la calificación de la población activa, a su nivel de estudio y a los sectores que han creado empleos en los últimos años. De los 2,4 millones de puestos de trabajo creados desde principios de 2013 hasta principios de 2019, más de la mitad se concentran en actividades intensivas en mano de obra (hostelería, actividades sanitarias y de servicios sociales, construcción, transporte y almacenamiento, comercio, agricultura) es decir, en empleos con un nivel de calificación mediano o bajo y de baja productividad. Esto nos da una primera pista sobre la dirección que deberían tomar las próximas reformas del mercado laboral.
Las políticas de empleo deberán centrarse en la mejora del nivel de calificación de la población activa. Los principales objetivos serían desarrollar las competencias en vista de disponer de un vivero de mano de obra cualificada que permita atraer inversiones y actividades de mayor valor añadido. La presencia en territorio español de un mayor un número de empresas “high-tech” es una de las condiciones para incentivar a los jóvenes a que mejoren aún más su nivel de estudios y que encuentren al final de su formación verdaderas oportunidades de empleo en adecuación con su formación.
Todas las reformas que consistan en favorecer e incentivar el desarrollo y la implantación de empresas en actividades con alto valor añadido serán positivas para llegar a superar los desafíos del mercado laboral. En ese sentido las políticas económicas no solo deben centrarse en el mercado laboral sino también en crear las condiciones necesarias para atraer los inversores.
En un entorno de tipos de interés nulos o negativos, invertir en proyectos de desarrollo de actividades innovadoras puede constituir una alternativa interesante. En efecto, el umbral de rentabilidad de numerosos proyectos de inversión (en la economía real) se han visto reducidos gracias a condiciones financieras muy favorables. Las oportunidades de emprender actividades que en otro entorno hubieran resultado imposibles se han multiplicado.
No obstante, también ha aumentado el riesgo de que dichos proyectos no puedan sobrevivir en un entorno financiero más restrictivo en el futuro. En todo caso, merece la pena cuestionar la capacidad de las políticas económicas que acompañan al desarrollo y a la creación de empleo que mejoren la calidad del mercado laboral pero también el nivel de valor añadido de la economía española.
La respuesta a la segunda pregunta relativa al nivel de paro estructural depende también del tipo de empleos que se crearán en el futuro. El nivel educativo de los parados entrará también en consideración. En una economía moderna donde las nuevas tecnologías digitales y los robots pueden sustituir empleos pocos cualificados o tareas muy repetitivas en muchos sectores, solo los trabajadores con un nivel de formación elevado seguirán ocupando los puestos de trabajo cada vez menos numerosos, pero más productivos.
La cuestión de la formación de los parados es central en materia de paro estructural. La transformación del trabajo en sí mismo, debido al desarrollo masivo de nuevas tecnologías, supone repensar el mercado laboral en vista de adaptarse a un mundo con más máquinas y menos trabajo humano, o mejor dicho con un trabajo humano totalmente diferente en cantidades y cualidades.
En tal entorno será muy difícil disminuir el nivel de paro estructural, tal y como lo definimos actualmente, sin un esfuerzo importante y duradero en términos de educación y de formación profesional a lo largo de toda la vida.