El mes de septiembre en el hemisferio norte suele marcar el inicio de un nuevo curso escolar. Este año parece venir cargado de asignaturas pendientes en el currículum.
Comenzando con el Brexit, la temperatura sube a medida que avanzan las negociaciones, dado que la postura inicial del Reino Unido de «estar en misa y repicando»(siguiendo la analogía expresada por Boris Johnson, el secretario de Asuntos Exteriores británico) es incompatible con una comunidad compartida.
Cualquiera que haya tenido experiencia en una compañía manufacturera sabe que las cadenas de suministro son complejas y están sumamente integradas. Transcurridos 15 meses desde la votación, la mayoría del bando partidario de la salida se ha retractado de la postura de «Brexit duro» solo con percatarse de que sería muy dañino para la economía británica y sus ciudadanos. Los «verdes prados» que prometía la campaña «Vote Leave» en realidad no existen y el partido Conservador no parece muy bien equipado para arreglar el desorden fácilmente. De todos modos, lo importante es saber si el Reino Unido, como nación unida, podrá hacerlo. Esto marcará la «vuelta al colegio» del país.
¿Europa ha aprendido la lección?
En las elecciones federales alemanas previstas el 24 de septiembre, en donde se elegirán a los miembros del 19º Bundestag, probablemente asistamos al regreso de la coalición de la canciller Merkel de uno u otro modo. Dado el amplio rechazo al movimiento de ultraderecha y anti Unión Europea visto en las elecciones de Francia, Hungría y los Países Bajos a principios de este año, que han acaparado la cobertura reciente de los medios, los líderes de Europa (por fin) deberían tener cierto margen de respiro. Buena parte de las críticas vertidas en la UE en los días previos a la votación sobre el Brexit del Reino Unido estaban justificadas, a nuestro juicio, y algunas de estas cuestiones ahora se están debatiendo abiertamente.
Turquía, por ejemplo, salió a relucir en el debate televisado en directo, con motivo de las elecciones alemanas, entre Merkel y su rival social demócrata Martin Schulz, en donde Merkel tomó la inesperada iniciativa de prometer que intentaría poner fin a las negociaciones sobre la adhesión de Turquía a la UE. Existen muchos otros asuntos a tratar en el orden del día y será crucial ver cómo Francia y Alemania podrán trabajar juntas más estrechamente en el futuro.
En Francia, el presidente Macron ha sacado adelante extensas reformas pensadas para hacer más flexible el mercado laboral, incentivando con ello el crecimiento económico. Como suele ocurrir en Francia, surgirán gritos de protesta, pero esta vez existe la impresión de que las reformas debían haberse implantado hace tiempo. Aunque la política de proponer al parlamento cambios normativos por la vía rápida adoptada por Macron es polémica, parece probable que salga airoso de las protestas, dada la intensa agenda de reuniones diseñadas para incorporar concesiones a favor de los principales grupos de interés (sindicatos y empresarios) sin crear obstáculos.
Italia se ha mantenido discreta, pero probablemente sea el próximo obstáculo político en algún momento de los meses que vienen. Sin embargo, ahora se conoce su hoja de ruta con mayor claridad que hace un año. La maraña en Europa no se está desenredando del modo que quisieran Nigel Farage en el Reino Unido, Geert Wilders en los Países Bajos o el presidente de EE.UU. Donald Trump (un acérrimo defensor del Brexit).
La solidez del euro eclipsa la recuperación de Europa
Con la pujanza de la recuperación económica en toda Europa, no es extraño que el euro se aprecie levemente frente al dólar estadounidense, pero este avance posiblemente resultó excesivo cuando la divisa alcanzó el nivel de 1,20 dólares (el 28 de agosto de 2017). Afortunadamente, la rentabilidad de los bonos del Estado alemanes a 10 años (bunds) ha abandonado los niveles negativos que alcanzaron hace un año, pero es indudable que la solidez del euro se convertirá en un escollo para los beneficios, a juzgar también por la tendencia de rebajas de calificación que vienen aplicando los analistas desde hace algunas semanas en empresas que obtienen un porcentaje considerable de sus ganancias en dólares.
Pese a todo, el crecimiento de los beneficios en Europa podría rondar, en términos medios, el 10–12% en 2017, con posibilidades de alcanzar niveles similares en 2018. No obstante, conviene situar en contexto estas cifras. En años previos Europa ha pasado apuros para generar el crecimiento de beneficios que muchos esperaban, pero en este año parece que ha cobrado impulso, y existen muchos sectores, especialmente el financiero, donde su reanimación podría mantenerse sólida de cara a 2018.
A pesar del excelente comportamiento de los mercados europeos para los inversores basados en libras, si lo expresamos en la moneda local las principales bolsas de la región han subido menos de un 5 % en la mayoría de casos en lo que va de 2017 (hasta el 31 de agosto de 2017). Eso parece una respuesta bastante apática a la estabilidad política (fuera del Reino Unido) y un regreso al crecimiento económico y de los beneficios, por lo que sospecho que la renta variable europea aun tiene margen para comportarse bien durante el próximo año.
Tim Stevenson es director de renta variable europea de Janus Henderson Investors.