La popularidad generalmente es difícil de predecir, y mucho más difícil de entender. En 2015, nadie habría sido capaz de adelantar la popularidad que iba a adquirir el juego de Pokemon Go. La esencia es bastante simple: la victoria de los monstruos más fuertes. Similar fue el dictado de los banqueros y líderes del mundo hace un año: las economías más fuertes lo harán mejor. Por el contrario, las economías más débiles (los que cargaban con una deuda elevada) necesitaban un empuje de austeridad fiscal para reforzar sus cuentas públicas. Doce meses más tarde, en un contexto de crecimiento mundial todavía anémico, parece que la austeridad ya no está de moda, y la expansión fiscal es una mejor opción para el entorno actual.
Antes del Brexit, se produjo el Grexit. El año pasado, los mercados alertaban de que, sin un plan de rescate por parte del Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, Grecia tendría que abandonar el euro y volver al dracma. Después de un referéndum griego que fracasó, se llegó a un acuerdo para evitar la crisis. Pero el mensaje lanzado para los países con dificultades era que no podrían seguir gastando más de lo que ingresaban. Sobre el otoño del año pasado, la economía estadounidense parecía convencida de que llegaría la normalización de los tipos de interés y las perspectivas de crecimiento mundial eran optimistas. Sin embargo, como el crecimiento empezó a estancarse, algunos de los principales partidos políticos utilizaron la desaceleración como un indicativo del fracaso de esas políticas. Esa frustración avivó el populismo hasta que, en el verano de 2016, el Reino Unido votó en referéndum abandonar la Unión Europea.
Durante la reunión del G20, celebrada en el mes de julio en la ciudad de Chengdu, la primera tras el Brexit, los líderes mundiales se reunieron en medio de persistentes desafíos sobre la retórica del proteccionismo. Repitieron los compromisos de reuniones anteriores, pero parece que mostraron una mayor aceptación hacia la ampliación de las medidas de expansión fiscal, como una más de todas las herramientas políticas a su disposición, con el fin de generar un «crecimiento inclusivo». Aunque también se hicieron eco de las advertencias anteriores de los bancos centrales sobre la ineficacia de las políticas monetarias ultra laxas. En nuestra opinión, la contribución fiscal ayuda al crecimiento global. Similar a lo que ocurre con las políticas monetarias excesivamente laxas, la efectividad de las mismas se desvanece cuando las tasas reales se aproximan a cero, porque el perfil de deuda sigue siendo elevado. El mismo concepto se aplicaría a las políticas fiscales liberales y al gasto público que sólo aumentaría el crédito y expondría vulnerabilidades económicas.
Pero las políticas fiscales expansivas probablemente serían más efectivas en aquellas economías donde la deuda es baja, pero con el apoyo de unas balanzas de pago saneadas. Estas características son más evidentes en las economías asiáticas emergentes, particularmente las de la ASEAN y la India, que también son menos vulnerables a una desaceleración en el comercio mundial, debido a la mayor contribución de crecimiento de los mercados nacionales. La inversión sobre el PIB en ASEAN y la India, de 29% y 33% respectivamente, es menor en relación a la de los países de la Asia emergente, situada en el 38% del PIB. Mientras que en los países del G7, el gasto de inversión es sólo el 20% de la economía total, y la deuda pública es del 120% del PIB, frente al 48% en los países emergentes de Asia.
Los mercados no sólo pueden proporcionar incentivos a las economías donde las medidas fiscales expansionistas son más eficaces, sino que también pueden prolongar esos incentivos si la disponibilidad de capital es financiada con deuda y con las ganancias de comercio neto que generan una balance de pagos saludable. Así, que los países emergentes de Asia cuenten con superávit por cuenta corriente es positivo e importante porque proporciona una importante fuente de financiación, mientras que un balance por cuenta corriente negativo en países del G7 generaría una dependencia en la deuda o una devaluación de la divisa. Los países emergentes asiáticos también se benefician de las tasas de interés positivas, que meten menos presión a la depreciación de su moneda, lo que constituye una ventaja comercial.
La idea de elevar la deuda puede ser más popular mientras que el crecimiento económico mundial siga estando por debajo de lo esperado, tras la crisis financiera global. En este contexto, las reformas estructurales se han vuelto menos populares porque hacen poco para estimular el crecimiento en el corto plazo. Sin embargo, creemos que un repunte en el gasto fiscal sería más efectivo en los países emergentes asiáticos, donde el gasto en infraestructuras y las inversiones públicas no sólo han comenzado, sino que se mantienen gracias a que los gobiernos locales han mejorado el panorama de inversión, con la reforma de leyes y el fomento de una mayor competencia extranjera. Creer que, sin reformas estructurales y voluntad política, las políticas fiscales expansivas por sí solas pueden arreglar la situación económica actual, es algo que solo funciona en la realidad aumentada.
Columna de opinión de Christopher Chu, gestor de fondos y analista de mercados asiáticos de Union Bancaire Privée (UBP)