Uno de los primeros aspectos que tenemos que destacar es que los fundamentales de los bonos de mercados emergentes son positivos. A día de hoy, los mercados emergentes representan más del 50% del crecimiento global, del comercio mundial y de las reservas de los bancos centrales a nivel global. Sin embargo, todavía suponen un porcentaje pequeño en términos de capitalización de activos.
Según las perspectivas del FMI, el crecimiento económico en las economías emergentes ascenderá al 4,9%, pero no se trata solo de que el crecimiento se está acelerando, sino también del hecho de que los países emergentes dependen cada vez menos de las economías desarrolladas. Como resultado, todo apunta a que la diferencia entre el crecimiento de ambas regiones se ampliará en los próximos años.
A medida que los mercados emergentes van suponiendo una parte cada vez mayor de la economía global, se hace necesario poner en práctica un rebalanceo global, lo que debería traducirse en flujos de dinero sostenidos y continuos. La guinda del pastel viene de la mando de PwC, que ha estimado que para 2030 seis de las diez mayores economías mundiales serán países que a día de hoy están catalogados como emergentes. Todos estos son los motivos por los cuales los inversores no pueden permitirse mantenerse al margen de la deuda emergente.
La subida de tipos de interés es una preocupación constante para los inversores, pero en nuestra opinión se trata de una preocupación excesiva. Si los tipos suben respaldados por una situación de crecimiento económico, esto también será positivo para los mercados emergentes. Para 2018 nuestra opinión es que las subidas de tipos a nivel global serán moderadas, ya que el crecimiento es limitado y los bancos centrales de todo el mundo buscan evitar una subida abrupta de tipos.
Cobertura para los inversores
Sin embargo, si los tipos de interés subiesen más rápido de lo que se espera, esto impactaría de forma negativa en los bonos emergentes, de la misma forma que también sería negativo para los activos de renta fija en general. Si se diese dicho escenario, el mayor cupón de los bonos emergentes ofrecería a los inversores algo de cobertura y probablemente los bonos corporativos son los que menos sufrirían dado que suelen tener duraciones inferiores.
En 2017 los bonos emergentes recibieron flujos de más de 100.000 millones de dólares (incluyendo cerca de 70.000 millones en fondos en divisa extranjera). No hay que olvidar que estos números no están contabilizando algunas partidas importantes de flujos globales como, por ejemplo, los inversores locales en China o Taiwán.
No vemos ningún motivo por el cual estos flujos podrían reducirse de forma significativa. Una menor presencia en las carteras así como un entorno económico benigno deberían suponer un sólido viento a favor para la navegación este año. Como siempre con los mercados emergentes, no podemos descartar que durante el año veamos algunas tormentas que crearán olas suficientemente grandes como para alterar el mercado. Sin embargo, porque el barco se esté moviendo un poco, no significa que tengas que saltar por la borda y probar suerte nadando con tiburones
Los inversores en mercados emergentes pueden ser algo nerviosos y cuando el riesgo entra en escena, los flujos tienden a hacer un giro en U más cerrado que un taxi en Londres. Estos momentos de risk-off suelen ser breves y a medida que los precios se ajustan a la nueva realidad, hay una cierta tendencia a sobre-reaccionar. De hecho, según nuestros propios análisis, no se ha dado el caso de dos años consecutivos con retornos negativos tanto en los índices emergentes soberanos como corporativos.
Además, cuando se ha producido un año negativo, los retornos positivos del año siguiente han compensado ampliamente las pérdidas. Además, en una clase de activo ineficiente como la deuda emergente este es precisamente el momento en el que aparecen las oportunidades.
Tribuna de Luc D´hooge, director de bonos en emergentes en Vontobel Asset Management.