Lo sucedido con Turquía no se sale de lo normal. Un país con un déficit de cuenta corriente y moneda revaluada es el caldo de cultivo perfecto para una depreciación a gran escala de su moneda. Lo negativo es que los analistas tienden a olvidar la historia, lo cual es muy malo: desde hace meses dijimos que algún emergente iba a tener muchos problemas, pues la situación actual de sus economías recordaba mucho a Tailandia en 1996. Y así sucedió, lamentablemente.
Otro de los problemas es que se buscan “justificaciones” que ocultan realmente el trasfondo del asunto. En el caso de Turquía, dicen hoy los informes, el desplome de su moneda se debe a la incertidumbre política y la reducción del programa de expansión monetaria de la FED. Sí, pueden ser algunos activadores, pero realmente lo que sucede a Turquía es que tiene desajustes económicos acumulados, que es realmente el problema de fondo y lo que explica la situación.
No estamos ante una crisis como la asiática, porque aún estamos viviendo de la liquidez global. Pero en la medida que los correctivos no se tomen, una crisis emergente, en alguna parte, puede venir. Cuando el exceso de dólares en la economía global no financie los desequilibrios existentes, se van a ver las consecuencias del desorden que aún mantienen algunos emergentes.
Como lo de Turquía no se sale de lo normal, lo que sí se salió durante los últimos años fue el hecho de que los emergentes tuvieran una bonanza que no supieron aprovechar. La lira turca, desde octubre a hoy, ha caído un 15%, justo lo que un libro de texto dice que debe suceder cuando se encuentra una situación de desequilibrio. Lo que ha sucedido con Turquía es puro texto de economía, que debe poner nuevamente esta profesión de moda. Y de paso, reivindica a los economistas, quienes fueron los principales vapuleados durante los últimos años, por su falta de visión en la crisis.
La respuesta del Banco de Turquía también es de libro de texto y las consecuencias que se vienen no se salen de esta línea: un aumento desproporcionado de la tasa de interés, para controlar la salida de capitales y estabilizar la moneda (similar a lo que hizo Hungría en 2008, en medio de la crisis), evitando un aumento inmanejable del costo del endeudamiento del sector corporativo (ya que muchas empresas tienen deudas en dólares, pero recaudan en moneda local); pero con repercusiones sobre la economía interna en otros frentes: la subida de tasa de interés llevará a un aumento de los costos de financiación, frenando la actividad productiva, la compra de vivienda, incrementando la financiación del gobierno, aumentando el desempleo, desplomando las acciones (las empresas se financian más caro, disminuyendo su rentabilidad), entre otras cosas.
Lo que ocurrió con Turquía se podía anticipar. Y no es el único. Pueden ser otros, si las condiciones no se corrigen. Infortunadamente, hace mucho rato los inversionistas y analistas dejaron de ver las cifras económicas para sólo ver la noticia del día, la tendencia en gráficos, y las oportunidades tácticas. Pero hoy, más que antes, siento que la profesión del economista queda altamente reivindicada.
La opinión aquí expresada es a título personal y no refleja necesariamente la posición de Old Mutual Skandia sobre los temas tratados
Columna de Manuel García Ospina, gerente de Soluciones de Inversión de Old Mutual Skandia