La normativa sobre sostenibilidad en 2024 ha supuesto un punto de inflexión clave para las finanzas sostenibles, aunque su impacto completo aún está por determinar. Entre los avances más destacados se encuentra el inicio del primer periodo de presentación de informes bajo la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa de la UE (CSRD), basada en las Normas Europeas de Información sobre Sostenibilidad (ESRS), así como la expansión global de los estándares de sostenibilidad corporativa impulsados por el ISSB. Estas iniciativas tienen como objetivo armonizar los informes de sostenibilidad y proporcionar a los inversores datos más fiables y comparables.
También destaca la evolución del Reglamento de Divulgación de Información sobre Finanzas Sostenibles (SFDR) de la UE, en particular con la implementación de las directrices de la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) sobre las denominaciones de los fondos. Estas directrices buscan combatir el greenwashing limitando el uso de términos relacionados con ASG, salvo que se cumplan criterios específicos. Por su parte, el Reino Unido presentó sus Requisitos de Divulgación sobre Sostenibilidad (SDR), que establecen las bases para lo que probablemente sea el marco más ambicioso hasta la fecha en materia de etiquetado de fondos. En conjunto, estas medidas reflejan un reconocimiento creciente de la importancia de garantizar que las declaraciones de sostenibilidad estén respaldadas por hechos concretos.
De cara al futuro, 2025 se presenta como un año clave para evaluar la eficacia de estas normativas. Entre los hitos principales destacan los primeros informes de cumplimiento en el marco de las normativas CSRD y SDR, el despliegue continuo de la normativa sobre denominaciones de fondos de la ESMA en mayo, y las obligaciones en curso a nivel de la UE, como los informes precontractuales y continuos bajo la normativa SFDR, los KPIs de la taxonomía y las divulgaciones del Pilar 3. También se espera la propuesta de la Comisión para la normativa SFDR 2.0 y, posiblemente, la introducción de nuevas taxonomías, incluso en el Reino Unido.Sin embargo, aunque estos marcos son prometedores, plantean preguntas importantes: ¿Mejorarán realmente la calidad de la información corporativa y las decisiones de inversión, o las empresas acabarán abrumadas por unos requisitos de cumplimiento cada vez más exigentes?
Se espera que la prevención del greenwashing siga siendo una prioridad clave en la agenda regulatoria de 2025. Las empresas deberán comunicar de forma clara y precisa las características de sostenibilidad de sus productos, respaldándolas con datos transparentes y KPIs sólidos. Esto no solo implica cumplir con la normativa, sino también adoptar un enfoque estratégico que integre la sostenibilidad en las operaciones clave de la organización. En Estados Unidos, demostrar el impacto financiero de los esfuerzos en materia de ESG será esencial para mantener la credibilidad y avanzar en las estrategias, pese a los desafíos políticos. Aunque los avances federales en ASG continúan siendo complicados, iniciativas audaces a nivel estatal, como las de California, podrían marcar nuevos caminos. Paradójicamente, este mayor escrutinio podría impulsar la innovación, aumentando la demanda de datos ASG más robustos para sustentar las afirmaciones y contrarrestar las acusaciones de greenwashing.
A nivel global, la interoperabilidad entre los distintos marcos de sostenibilidad sigue siendo un desafío, complicando las operaciones transfronterizas. Varios mercados en Asia, como China y Singapur, junto con países como Canadá, Australia, Suiza y el Reino Unido, están desarrollando e impulsando sus propios marcos de sostenibilidad. Además, la próxima Norma de Bonos Verdes de la UE y la ampliación del alcance de la CSRD a empresas no pertenecientes a la UE en 2028 aumentarán significativamente las exigencias para las compañías con operaciones internacionales.
El acceso a datos fiables y transparentes será fundamental para garantizar el cumplimiento normativo. En el caso de los bancos, la implementación del Pilar 3 de divulgación de riesgos ESG en 2025 no solo exigirá datos detallados, sino que también funcionará como un catalizador para integrar la gestión del riesgo climático en estrategias más amplias.
En definitiva, 2025 será un año crucial para las finanzas sostenibles. Aunque estas normativas representan un avance en la dirección correcta, su éxito dependerá de si logran impulsar acciones significativas o si se quedan en un mero ejercicio de cumplimiento formal. Las empresas que prioricen la calidad de los datos, la transparencia y la capacidad de adaptación estarán mejor posicionadas para afrontar este panorama en constante evolución y aprovechar las oportunidades que se presenten.