La relación básica de riesgo-retorno establece que, a mayor nivel de riesgo, mayor debe ser el nivel de retorno. Esto quiere decir que, activos que presentan una mayor probabilidad de “impago”, deben registrar un mayor nivel de retorno. Esto ha sido aceptado muchas veces, pero en el furor de muchos momentos, lleva a los inversionistas a olvidar esta premisa básica.
Pero se debe entender que el riesgo se representa de muchas maneras, pues existen varios tipos de riesgo: el de crédito, el de mercado, el de liquidez, entre los más comunes. El primero, tiene que ver con la capacidad del emisor de un activo de repagar el capital y el rendimiento prometido. El segundo, tiene que ver con las fluctuaciones potenciales de un activo en su precio; y el tercero, con la posibilidad de convertir el activo en efectivo rápidamente.
Algunas veces, aparecen inversiones “milagrosas”, en las cuales el retorno es alto, y el riesgo parece mínimo. El tiempo se ha encargado de demostrar que no es así. Siempre, el retorno está representando el riesgo que puede tener el activo por detrás. Tenemos ejemplos por montones, y si nos olvidamos de ellos, tenderemos a repetir los errores del pasado.
Han sido famosos desde hace mucho tiempo los esquemas de Ponzi, en los cuales los primeros inversionistas reciben retornos muy altos, provenientes de los aportes de los nuevos inversionistas, no de los retornos en sí de la inversión. Estos funcionan bien para la cima de la pirámide, pero se ha demostrado que en la medida en que la base se tiene que ir ampliando para mantener el sistema, llega un punto en que no es sostenible, y el esquema cae. Estos esquemas, que ofrecen retornos mucho más grandes que lo “normal” de cualquier inversión, han mostrado con los años que, cada vez que aparece esa inversión “milagrosa”, se debe tener cuidado con algo, sea o no sea evidente a primera vista.
Hace un par de años tuve la inmensa fortuna de escuchar a Daniel Pink, con una charla titulada “todos somos vendedores”. De las conclusiones que más me quedaron sonando, fue una según la cual el cliente de hoy sabe todos los beneficios de un producto y que lo que realmente quiere escuchar del vendedor son los riesgos que enfrenta con el producto que compra. Eso, generalmente, no lo dicen muchos vendedores, que se centran en lo bueno de su producto, y cuando se les pregunta por los riesgos omiten la respuesta, no suenan convincentes con sus argumentos o, lo que es peor, se enfadan en sí por la pregunta.
Decidí referirme al tema de los riesgos, algo básico y que ha sido tradicionalmente explicado, porque en momentos en los cuales se presentan ciertas coyunturas económicas, la gente busca respuestas que a veces aparecen en forma de “retorno fácil” y es cuando han empezado los problemas para muchos inversionistas. Recuerdo la emoción que generó en el país hace unos años unos esquemas de Ponzi, justo en un momento económico global complejo. Al mismo tiempo que caían algunos de los grandes actores financieros mundiales, que algunos bancos centrales introdujeron esquemas de expansión monetaria, entre otras cosas; en Colombia el gobierno intervenía esquemas tipo Ponzi que parecían, en el primer momento, esas inversiones “milagrosas” que no existen.
Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor, y no representan necesariamente la posición de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, vicepresidente de wealth management de Old Mutual Colombia.