Quienes decidieron la adopción del modelo de retiro chileno ignoraron los estudios que advertían sus deficiencias, materializadas ya con el resultado conocido: no pasó la prueba crucial, el objetivo mínimo de otorgar pensiones dignas. Y crearon el Sistema de Ahorro de Retiro, SAR, con tal insuficiencia, que persiste para muchos.
Importar el modelo, reducir el alcance
En Chile, y los demás países que lo implantaron, el sistema afilia a todos los trabajadores, privados, burócratas, independientes. El SAR, a los de empresas privadas, para coexistir con los de servidores públicos y trabajadores de empresas del Estado, entidades federativas, fuerzas armadas, escuelas de gobierno, banca de desarrollo y hasta municipios. Cada uno con sus leyes, políticas, criterios de inversión… y problemas: en conjunto, representan una carga o pasivo contingente de gran dimensión. Sin novedades del pretendido sistema nacional único.
La “portabilidad”, unificación de saldos, se ofrece a los afiliados al IMSS e ISSSTE que, al cumplir la edad, alcancen las semanas mínimas requeridas
¿Por qué la aspiración de pensión irrisoria?
La falla medular del modelo chileno fue la cuota de aportación, 45% inferior a la estimada necesaria para dar un retiro digno. Había y hay más grietas por donde escurre parte del potencial de pensión: se asumió que el afiliado tendría empleo ininterrumpido durante toda su vida laboral, sin prever etapas de desempleo; que recibiría ascensos y salarios mayores que aumentarían su ahorro en forma exponencial; se desestimó que el disponible se agotaría en 15 años, dejando en el aire a los jubilados que superen la edad de 80.
El SAR se implantó con esas grietas y una cuota 64% menor a la requerida. Se estipuló una ínfima aportación de los trabajadores, la menor de la región. Así, la pensión proyectada, irrisoria, podía activar consecuencias más graves que las de Chile. ¿Cómo determinaron la cuota? Es preciso conocer los análisis, proyecciones, suposiciones y explicaciones que indujeron al desatino.
La reforma de 2020 salva del problema a las generaciones que comienzan ahora, pero no evita la precariedad a los que iniciaron entre 1997 −a la par del sistema− y alrededor de 2012. Ni evitaría carencias a jubilados octogenarios, pese al apoyo a los adultos mayores.
La filosofía básica de inversión, con calzador
Al principio fue una Siefore Básica, SB. Después, dos. Luego cinco, después cuatro. En los primeros años, el regulador modificaba el esquema de inversiones según los cambios del arquetipo chileno. Al tiempo, lo adecuó para guardar la forma mas no para subir los parámetros fundamentales. Reamoldaba la estructura, no el relleno.
El SAR nombró a las SB con un número. Se determinó que los primerizos fueran a la “5”, para moverlos, a su tiempo, a la “4”, “3”, “2”, “1”. Cuando aumentó de nuevo a cinco, llamó “cero” al fondo de quienes cumplían 65 pues la numeración no dio. Tendría que haber sido “-1”.
La tasa de reemplazo (monto esperado de pensión) se estimula con las inversiones. Por eso, el ahorro en las AFP se asignó a cinco fondos, del “A” al “E”, para agrupar a los afiliados en rangos de edad; pasarían al siguiente al cumplir los años límite. El de los jóvenes, “A”, asumiría más riesgo para buscar más rendimiento.
La filosofía de inversión sugiere asumir más riesgo en tanto más joven sea el inversionista. Por supuesto: hay veinteañeros que no toleran pérdidas y sexagenarios que aspiran a ganar más. Chile facilitó la elección de fondo, en uno u otro sentido.
La distribución cobra lógica con proporciones diferenciadas para cada portafolio. La renta variable, RV, del “A” chileno sería más alta que la del “B”; la de éste, mayor que la del “C”, que superaría a la del “D”. Se estipularon máximos del 80% al 20%, del “A” al “D”, y mínimos del 40% al 5%. Incluso el “E” podría tener hasta 5%. Todas las AFP explotaron los parámetros a plenitud.
En el SAR, el regulador lo dejó a criterio, estilo o capacidad de las gestoras, que no asumieron más de la mitad del límite. Con asimetrías: algunas SB “2” y “3” de Afores comedidas tenían más RV que algunas SB “4” de Afores conservadoras.
Aunque el límite de las “4” subió al 45%, y se permitieron mercaderías, FIBRAs, CDKs, las Afores apenas reaccionaron. Al disolverse las carteras “4” a “0”, el ahorro del sistema estaba concentrado en deuda, con poca RV: 72.4% contra 18.6%. En las SB “4”, 66.5% contra 24%[CM2] .
Adiós a los multifondos estilo Chile. Ahora, los TDFs
No ha habido equipo regulatorio que no procure cambios al SAR, importantes o sin relevancia (lo trascendente, mejoría a la pensión esperada, la impulsó el gobierno). El de este sexenio desechó las SB “4” a “0” e instauró las “Generacionales”, copia de los target date funds, TDF, fondos de fecha objetivo, de EUA, sin exponer razones de peso ni realidades del producto.
Los afiliados a planes de pensión 401(k) –subsección del Código de Ingresos de la Ley Fiscal Federal–, invierten con libertad, directamente, ante intermediarios clásicos. Compran lo que prefieren, en la medida que desean. A falta de gestión especializada, los profesionales ofrecen TDFs como una cartera más para mejorar, completar, encauzar el ahorro a la meta. Se ofrecen como acá los planes para financiar los estudios profesionales de los hijos o cualquier propósito de larga mira. No es el único mecanismo ni se promueve como panacea.
Según Investment Company Institute, ICI, el saldo de los distintos planes al 31 de marzo era de 7.3 billones de dólares. En fondos tradicionales había 4.67 billones; en los de RV, 2.8 billones. Los fondos híbridos, incluyendo TDFs, captaban 1.3 billones, 17.80% del total. Claramente, la mayor parte del ahorro para el retiro en EUA está en productos típicos.
ICI reveló recién que los TDFs son preferidos por veinteañeros (54% de sus ahorros), no por mayores de 60, más preparados (29% de su saldo). Es probable que ganen terreno. Valórense con el hecho de que reciben el dinero de los que no eligen un instrumento concreto, porque no saben, o por indiferencia; y que son una opción nueva, que aún no ha probado su eficiencia.
Las SB “generacionales”, también cortas en riesgo y potencial
En EU no hay un entramado nacional como el SAR, ni equivalentes de Afores. De haberlo, puede que no hubiera TDFs. Hay sistemas como los de nuestras entidades federativas, como el de los empleados públicos de California, “CalPERS”, con sus beneficios y dilemas. Su portafolio tenía 57% en RV al 31 de mayo. Así serían allá las carteras o fondos si hubiera un sistema general.
Cada TDF se distingue por el año objetivo, alguna palabra alusiva al estilo de inversión y el nombre del gestor: Fidelity Freedom 2060, “FDKVX; BlackRock LifePath ESG Index 2055, “LEVKX”, American Century One Choice 2050 Port, “ARFMX”; etcétera.
El SAR tiene ahora ocho fondos, nombrados por los años de nacimiento (lo opuesto a la meta) de cada grupo de afiliados, del “55-59” al “90-94”. Tendrá más: “95-99”, “00-05”, y sucesivas. Para las Afores implica un desahogo respecto de las SB “4” a “0”: ya no tienen cada año que mover, al fondo subsecuente, el ahorro de los que llegan a la edad tope, ni hacer el rebalanceo correspondiente de las carteras. El afiliado permanece en una SB hasta su jubilación. Se supone que el gestor irá graduando el riesgo. Esta es la diferencia sustantiva. ¿Era necesario? Lo relativo a las inversiones podía lograrse aplicando parámetros, como en Chile.
Pero también las SB “generacionales” se quedan cortas en riesgo. Al 31 de mayo, mientras, por ejemplo, “LEVKX”, tenía 98.10% de RV (pese a la debacle de los mercados), el conjunto de las SB “90-94”, solo 25%, o 35% en alto riesgo agregando estructurados, FIBRAs y mercancías. La de Coppel asumía 36% y 44%. Principal era aún más cautelosa: 18% y 31%.
Y seguían las asimetrías: había SB “65-69”, “75-79”, “80-84” y “85-89” con más riesgo que algunas “90-94”, que en teoría (y posibilidad regulatoria) habrían de tomar más.
Columna de Arturo Rueda