El mes pasado, el precio del petróleo Brent alcanzó los 75 dólares, su nivel más alto desde 2014. Hace apenas dos años, era de tan solo 28 dólares. Y es obvio que el repunte tiene amplias implicaciones para la inversión y para la economía global.
Por el lado de la demanda, el petróleo se vio afectado por una desaceleración del crecimiento mundial, específicamente la de China y otros mercados emergentes, desde 2014 hasta principios de 2016. Por el lado de la oferta, Arabia Saudí tomó la decisión estratégica de inundar el mercado en un intento de recuperar su cuota, reduciendo el precio mediante un aumento de la oferta tratando de provocar el cierre de los productores estadounidenses de gas shale.
Finalmente, la apreciación del 25% en el dólar durante este período también lastró el precio. El repunte del petróleo en los últimos dos años refleja en gran parte estas condiciones. La economía mundial se recuperó fuertemente en el transcurso de 2016, respaldada por el estímulo chino y la política monetaria extraordinariamente relajada de los bancos centrales de los mercados desarrollados.
Mientras tanto, las consideraciones internas llevaron a Arabia Saudí no solo a revertir su propia política de exceso de oferta, sino que lideró un acuerdo entre la OPEP junto con Rusia para recortar la producción bruscamente. La fortaleza del dólar ha disminuido parcialmente, lo que también ha impulsado el petróleo.
Implicaciones para los mercados
Un aumento del precio del petróleo es un impuesto a los consumidores en las economías desarrolladas importadoras de petróleo y una ganancia inesperada para los principales países productores, que en su mayoría pertenecer al conjunto de los mercados emergentes. Los precios de la gasolina «en los surtidores» han aumentado constantemente en Estados Unidos, y esto supone que el consumo haya sido más suave durante el primer trimestre.
Pero dado que la revolución del shale gas ha convertido a Estados Unidos en uno de los productores de petróleo más grandes del mundo, la energía se ha convertido en una parte cada vez más importante de su economía impulsando el empleo y el gasto de capital de las empresas.
Además, los recortes fiscales están comenzando a impulsar los ingresos disponibles, lo que debería amortiguar el impacto negativo de los mayores costes de la energía. Y aunque el aumento del precio del petróleo está haciendo subir la inflación, este es un dato que no se incluye en el índice de Gastos de Consumo Personal Básico de la Reserva Federal, aunque es probable que el organismo se concentre en la tendencia de una inflación subyacente menos volátil. Como tal, no creemos que el aumento en los precios del petróleo conduzca automáticamente a un ritmo más rápido de ajuste de la política monetaria de la Fed.
La subida del precio del petróleo ha sido un factor clave en la volatilidad del mercado de deuda pública y, como subproducto, gran parte de la volatilidad de la renta variable observada este año. Sin embargo, al desglosar las tasas de interés en componentes clave de los rendimientos reales y las tasas de inflación esperada, a menudo denominadas «breakevens», encontramos que los precios más altos del petróleo explican gran parte del aumento en breakevens.
Por lo tanto, a pesar de que los rendimientos nominales han aumentado, todavía no ha habido un ajuste suficientemente significativo de las condiciones financieras como resultado de los tipos más altos como para creer que una recesión en Estados Unidos o una importante caída en las bolsas sea inminente. Asi que aunque observamos una potencial desventaja para los bonos por los altos precios del petróleo debido a los breakevens, no lo vemos como una amenaza significativa para la renta variable.
Erin Browne es responsable de Asset Allocation Investment Solutions de UBS AM.