Tras semanas de especulaciones, el presidente Biden anunció el fin de semana que se retiraba de la carrera presidencial de este año y apoyaba a la vicepresidenta Kamala Harris como candidata demócrata. Aunque aún no se ha confirmado su nombramiento como candidata oficial, las cartas están a su favor y parece la candidata más probable según las cuotas de las apuestas.
La atención se centra ahora en el posible compañero de viaje Kamala Harris. Entre los candidatos más probables figuran los gobernadores de los estados más disputados. Mientras tanto, las probabilidades de que los demócratas conserven la Casa Blanca han mejorado ligeramente, sobre todo porque Harris tiene una hoja en blanco para cambiar la narrativa en torno a las elecciones.
En cuanto a la reacción del mercado, hemos visto que las curvas de rendimiento se han inclinado en las últimas semanas a medida que aumentaban las expectativas de una victoria de Trump. Esto se debió a que una victoria aplastante republicana permitiría a Trump una mano más libre en el estímulo fiscal. Por el contrario, un presidente demócrata se enfrentaría a un gobierno dividido. Por lo tanto, es posible que la reciente inclinación de las curvas de rendimiento se invierta si Harris, u otro candidato demócrata, reduce la diferencia en las encuestas.
No obstante, Donald Trump sigue pareciendo el ganador más probable. El reciente intento de asesinato ha dado a su campaña un impulso considerable que podría acompañarle hasta las elecciones de noviembre. Dada la ventaja de Trump en las encuestas, exponemos nuestras principales expectativas económicas si se produjera una victoria de Trump.
Las medidas proteccionistas podrían plantear riesgos inflacionistas
El pilar central de la agenda económica de Trump es el proteccionismo. Como presidente, hizo referencia a las preocupaciones de seguridad nacional para elevar los aranceles en virtud de los llamados poderes de la Sección 232. Pekín fue el objetivo más habitual, con el arancel medio aplicado a las importaciones procedentes de China subiendo del 3% a casi el 20% durante su mandato. Si es reelegido, Trump ha propuesto aumentarlo hasta el 60%, así como eliminar progresivamente todas las importaciones de bienes esenciales procedentes de China. Además, las importaciones procedentes del resto del mundo estarían sujetas a un arancel básico del 10%.
De aplicarse, estas propuestas supondrían un importante shock inflacionista. Sin embargo, sospechamos que Trump no tiene intención de llevarlas a la práctica en su totalidad, sino de aprovecharlas de forma selectiva para obtener concesiones comerciales.
Tres factores deberían contribuir a atenuar el impacto inflacionista de los aranceles. En primer lugar, es probable que el dólar se aprecie, especialmente frente al renminbi, ya que Pekín probablemente perseguiría una devaluación. En segundo lugar, la ampliación de los márgenes de beneficio de las empresas desde la pandemia debería servir para absorber los mayores costes de importación. En tercer y último lugar, las mercancías podrían desviarse a través de países que mantienen condiciones comerciales más favorables con Estados Unidos, como parece haber hecho China desde el inicio de la guerra comercial.
La inmigración puede ser un reto mayor
Una restricción de la inmigración sería probablemente más perturbadora esta vez que durante la anterior etapa de Trump en la Casa Blanca. El crecimiento del empleo en los últimos años ha sido impulsado casi en su totalidad por trabajadores nacidos en el extranjero. Por lo tanto, es probable que una menor inmigración exacerbe la escasez de trabajadores, especialmente en sectores que dependen en gran medida de la mano de obra extranjera, como la agricultura y la construcción. Esto podría dar lugar a un resurgimiento del crecimiento salarial que avivara aún más las presiones inflacionistas.
Aisladamente, una mayor inflación y una menor creación de empleo actuarían como un viento en contra de la economía. Pero nuestra previsión es que esto se verá compensado con creces por diversas políticas de fomento del crecimiento. De ellas, la más importante será la promesa de Trump de prorrogar las disposiciones de su Ley de recortes fiscales y empleo de 2017 (TCJA, por sus siglas en inglés) que expiran el próximo año.
El crecimiento también debería verse respaldado por la agenda desreguladora de Trump. Uno de los mayores beneficiarios sería el sector energético. Trump ha prometido poner fin a los retrasos en los permisos y arrendamientos federales de perforación, eliminar los límites a las exportaciones de gas natural y revertir las normas sobre emisiones de automóviles que entrarán en vigor en 2032.
Es probable que la victoria de Trump signifique un crecimiento más fuerte y una mayor inflación
Si Trump gana las elecciones, nuestra expectativa es que el crecimiento estadounidense sea más fuerte y la inflación más firme. Sin embargo, la campaña de Trump ha sido poco concreta, por lo que es difícil hacer suposiciones sobre política económica.
Una cosa de la que estamos seguros es que la mayor parte del impacto macroeconómico no se sentirá hasta 2026 en adelante. No sólo por el tiempo que llevará legislar y aplicar su programa, sino también por los retrasos asociados al mecanismo de transmisión de las políticas, que acabará repercutiendo en la actividad y los precios.
En términos de crecimiento, nuestro análisis sugiere que la economía estadounidense crecería un 2,2% en 2025 bajo una segunda presidencia de Trump. A continuación, se aceleraría hasta el 2,7% en 2026, a medida que las políticas de promoción del crecimiento de la administración entren en vigor, antes de volver a moderarse hasta el 2,3% en 2027, a medida que el aumento de la inflación pese sobre el gasto de los consumidores.