Desde la crisis financiera mundial, los bancos centrales han venido respaldando de forma muy activa los mercados financieros, influyendo por tanto en la riqueza de las economías. A lo largo de 2018, veremos una reversión de esta tendencia que será cada vez más patente y de la que se hablará cada vez más. Aunque las economías han ido avanzando a ritmos distintos, los bancos centrales han acabado aplicando políticas monetarias muy similares (agresivas) y anticipamos un cambio en este sentido.
Como, según el calendario chino, nos encontramos en el Año del Perro, nos ha parecido oportuno asociar los diferentes enfoques con distintos tipos de perro
Durante muchos años, los bancos centrales se comportaron como San Bernardos: encargados de rescatar a las economías y los mercados financieros de las «avalanchas» de la crisis de las hipotecas subprime y, después, de la crisis de la eurozona. Incluso los bancos centrales de Japón y China participaron en este proceso.
Este periodo de intervención en los mercados fue similar al que se vivió tras la Primera Guerra Mundial, cuando los cuatro hombres más poderosos del mundo eran los responsables de los cuatro principales bancos centrales (Alemania, EE. UU., Gran Bretaña y Francia), que respondieron de forma diferente, pero expansiva, a la creciente crisis.
Ahora, los bancos centrales forman un grupo cada vez más diverso
La Reserva Federal estadounidense (Fed) es como un bulldog: es muy poderoso y ya le ha pegado un buen «mordisco» a la política de tipos de interés cero (ZIRP, por sus siglas en inglés) aplicada en los últimos años. El crecimiento económico estadounidense continúa siendo relativamente robusto y la inflación está repuntando, por lo que es probable que el país vaya dejando atrás la política monetaria acomodaticia. La Fed no solo ha subido sus tipos de interés sino que, además, ha empezado a reducir el volumen de treasuries estadounidenses y de bonos hipotecarios que mantiene en balance. Si la inflación continúa aumentando, el banco central podría acelerar este proceso y dejar de renovar hasta 50.000 millones de dólares en activos al mes.
El Banco de Inglaterra (BoE) es como un perro guardián que protege frente a la inflación pero también frente a la complacencia. Tras recortar los tipos en 2016, después del referéndum sobre el brexit, volvió a aumentarlos en noviembre de 2017, cuando la economía británica empezó a beneficiarse del bajo valor de la libra esterlina y de una recuperación económica sincronizada a nivel mundial. Puede que el BoE quiera hacer más pero el recalentamiento del consumo podría suponer un freno para el dinamismo de la economía.
El Banco de Japón (BoJ), por su parte, es menos independiente y se parece más a un perro guía dirigiendo a los mercados hacia un tipo de interés cero para los bonos gubernamentales a diez años. Como la inflación se mantiene por debajo de su objetivo de largo plazo, el BoJ puede compensar las importantes necesidades de emisión de deuda del gobierno que, en una situación normal, provocarían un aumento de las tires.
Por último, el Banco Central Europeo (BCE) es como un perro pastorintentando llevar al rebaño de los 27 Estados miembros hasta el redil de la moneda única. El BCE también ha empezado a reducir el respaldo monetario que venía prestándole a las economías y los mercados de la eurozona. Aunque sigue comprando bonos por valor de 30.000 millones de euros al mes, lo que contribuye a que los costes de empréstito se mantengan bajos, esta cantidad se ha reducido desde los 60.000 millones y es probable que el programa de compra de bonos no se prolongue más allá de septiembre, cuando está previsto que finalice. Después podría empezar a plantearse subir sus tipos de interés pero, con el desempleo aún en niveles altos y exceso de capacidad en la economía, el BCE no tiene por qué apurarse.
Diez años después de la crisis financiera mundial, los bancos centrales de todo el mundo se ven capaces de retirar el respaldo monetario que han venido prestándole a los mercados. La economía mundial está mejorando y el temor es que, si los bancos centrales no reaccionan, la inflación podría convertirse en un problema.
Cada uno de los bancos centrales se enorgullece de su independencia, no solo en términos políticos sino también con respecto a los demás, por lo que las respuestas y las reacciones de cada uno serándiferentes. Una situación que nos recuerda al periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, cuando los bancos centrales vieron la necesidad de abandonar el patrón oro pero lo hicieron en momentos distintos, tomando diferentes rutas hacia la recuperación económica.