Si tuviera 10.000 millones de dólares para invertir en la lucha contra el cambio climático y la protección de nuestro planeta, ¿a qué lo destinaría? Es el dilema al que se enfrenta el presidente de Amazon, Jeff Bezos, que ha reservado esa cantidad para su nuevo fondo filantrópico “Earth Fund”.
Hay que tener en cuenta que la gama de tecnologías medioambientales viables a las que destinar ese dinero es cada vez más amplia, desde las más prosaicas, como monitores de la presión del agua para prevenir fugas en las tuberías, a las más futuristas, como drones que generan energía eólica.
Ahora bien, además de nuevas tecnologías, es sumamente útil mejorar la investigación de los beneficios que obtenemos del medio ambiente natural y los ecosistemas sanos. Al identificar estos servicios, considerados “ecosistémicos” y asignarles un valor, podremos orientar mejor los esfuerzos de conservación y estimular inversión en infraestructuras ecológicas. De hecho hasta ahora un conocimiento insuficiente de lo que es necesario preservar, cómo y por qué, ha dificultado la coordinación de tales iniciativas.
El caso es que, basándonos en nuestra experiencia de dos décadas en inversión temática, hay tres áreas más idóneas para beneficiarse de la multimillonaria aportación de Bezos.
En el ámbito de la construcción es necesario profundizar en la investigación de materiales avanzados derivados de la madera. Los materiales de construcción tradicionales, cemento y acero, requieren un elevado consumo energético para su fabricación. En cambio los materiales a base de madera consumen menos energía y, más importante, actúan como almacenes de carbono.
Así que la ciencia de los materiales ofrece una oportunidad para nuevas formas de construcción urbana mediante materiales avanzados basados en madera que sustituyan progresivamente al acero y cemento. De hecho el mercado de productos derivados de la madera puede crecer a una tasa anual compuesta del 25%. Como está en una fase temprana de desarrollo esta investigación, tanto fundamental como aplicada, puede verse muy beneficiada de una mayor financiación.
Por otra parte no ha faltado inversión en la industria de energías limpias, pero hay un área rezagada en cuanto a almacenamiento de dicha energía. Se estima que solo en EE.UU. se necesitarán 120 gigavatios de almacenamiento para 2050, cinco veces más que la capacidad disponible actualmente. Se han logrado avances en almacenamiento por breves periodos de tiempo, pero la integración del excedente de las energías renovables en la red eléctrica a la escala necesaria requiere de soluciones de almacenamiento a más largo plazo, de varios meses, de manera que haya margen de seguridad frente a variaciones estacionales de la producción y consumo energéticos.
El almacenamiento de hidrógeno, si se puede perfeccionar, puede ser una solución viable. Además la investigación puede centrarse en mejorar la huella medioambiental de las baterías (en particular las de ion-litio) y en hacerlas más reciclables.
El tercer área de interés es el plástico, que tiene un problema de imagen. Es difícil de reciclar, no se descompone fácilmente y puede ser letal para la fauna y flora silvestre terrestre y marina. Pero en lugar de excluirlo por completo, necesitamos hacerlo más ecológico. Esto implica desarrollar plásticos biodegradables viables para reemplazar los actuales basados en combustibles fósiles. Estos últimos emiten CO2 a la atmósfera si se incineran tras su uso y contaminan los ecosistemas si se deja que se descompongan libremente.
Al respecto los bioplásticos pueden reducir la dependencia de los combustibles fósiles, pero muchos se sintetizan para convertirlos en químicamente equivalentes a los convencionales, con los mismos efectos perjudiciales para el medio ambiente al final de su ciclo de vida. De ahí la necesidad de desarrollar bioplásticos biodegradables, cuya velocidad de biodegradación sea adecuada para cada aplicación específica. Ya se prevé que el valor de los mercados globales de plásticos biodegradables alcance 12.400 millones de dólares para 2027, cuatro veces más en una década.