Si un activo sorprendió, tanto a los gestores como a los inversores, en 2019 por su más que favorable evolución fue la renta fija. Prácticamente todos los segmentos de este activo tradicionalmente conservador batieron las expectativas. Fue un gran año tanto para los que decidieron tomar riesgo de crédito como para los que lo tomaron en duración. Todas las áreas geográficas se vieron favorecidas por esta tendencia, anotándose fuertes avances los países desarrollados y los países emergentes. Son pocos los países que no lograron rentabilidades positivas.
Frente a este escenario tan optimista, los activos de corto plazo lograron cerrar el año con avances, con la excepción de los fondos europeos estrictamente monetarios. Cabe recordar que ya desde principios de año el tipo de intervención del Banco Central Europeo se encontraba en el -0,40%, y desde la última rebaja del mes de septiembre se sitúa en el -0,50%.
Con este escenario, y teniendo en cuenta todo lo anterior, parece tarea difícil poder construir una cartera de renta fija conservadora con retorno positivo. Los activos de corto plazo se vieron recompensados por la contracción de diferenciales y por la rebaja en todos los tramos de la curva de tipos de interés, pero para el 2020 ya no queda prácticamente margen de mejora. El tipo de interés al que se contratan hoy estos activos arroja rentabilidad cero o incluso negativa, por lo que la única esperanza de obtener un retorno mejor es que los tipos ahondasen en terreno negativo o que los diferenciales de crédito mejorasen aún más.
Debemos ser conscientes de que esta situación parece que no revertirá ni en el corto ni en el medio plazo, por lo que este escenario de no rentabilidad en este segmento de la renta fija puede durar meses e incluso años.
Recomendaciones para los inversores más conservadores
En este sentido, nuestra recomendación para los inversores más conservadores es que no tomen riesgo en renta fija, evitando invertir en fondos de alta rentabilidad y en fondos con largas duraciones, y que busquen un activo que, en la medida de lo posible, preserve su capital, y asignen su presupuesto de riesgo a activos de renta variable conservadores, en la proporción que su perfil inversor o su aversión al riesgo les permita.
En el segmento de renta fija únicamente recomendaríamos fondos de corta duración flexibles, es decir que puedan invertir tanto en bonos soberanos como en corporativos, de países desarrollados o emergentes. Para la renta variable buscaríamos fondos conservadores, entre ellos destacan los que invierten en acciones de alta rentabilidad por dividendo, fondos de renta variable “value” e incluso fondos con un enfoque ISR (inversión socialmente responsable).
Para inversores con un mayor grado de experiencia o que tengan un contrato de gestión discrecional, podrían plantearse la posibilidad de hacer gestión activa de la inversión en renta variable, y aprovechar la más que posible volatilidad de los mercados. Esto podría traducirse en dos o tres movimientos de entrada y salida a lo largo del año cuando los mercados corrijan y, de esta forma, con un pequeño porcentaje poder obtener unos pocos puntos porcentuales de rentabilidad adicional para la cartera. No es un reto fácil, pero prácticamente todos los años, por difíciles que se planteen, nos ofrecen oportunidades.