¿Recuerda 2009, cuando un año y medio después de que la peor crisis financiera que ha golpeado el planeta desde la década de 1930 pareciese haber terminado por fin, los economistas comenzaron a especular sobre la probable forma de la recuperación? Los debates se volvieron alfabéticos, con las letras V, U, W y L como parte de los mismos y cuando se acabaron las letras adecuadas, aparecieron los símbolos matemáticos con forma de garabato (en particular el símbolo de la raíz cuadrada invertida de George Soros).
Casi ochos años después, de manera decepcionante, la recuperación económica ha resultado ser una de las más débiles y la más larga de la historia moderna, con muchas sacudidas por el camino.
En EE.UU., donde el crecimiento económico comenzó antes que en el resto del mundo desarrollado, el crecimiento ha sido desigual, tanto a nivel geográfico como a lo largo de los años, y a ciertos niveles ha sido solo modesto en el mejor de los casos. Tras alcanzar su octavo año y su mes número 96 el 30 de junio, este ha sido uno de los ciclos económicos más largos en EE.UU., por detrás tan solo de otros dos, en la década de 1960 (106 meses) y en la décadas de 1990 (120 meses).
Podemos decir que ha habido ciertas noticias positivas últimamente que apuntan a que el crecimiento bastante tibio podría haber empezado a acelerarse. En octubre, el Fondo Monetario Internacional revisó al alza sus previsiones para 2017 y 2018, afirmando que la economía mundial está ganando impulso, disfrutando su crecimiento más amplio desde el repunte temporal tras la recesión mundial en 2010.
Sin embargo, sigue existiendo preocupación porque a pesar de esta perspectiva benigna a corto plazo, la dinámica de crecimiento subyacente permanece débil en muchas economías desarrolladas. Esto se basa en los bajos niveles de inversión, una productividad floja y las políticas proteccionistas entre otros factores estructurales.
La sopa de letras
Desde la recesión, los esfuerzos en materia de política monetaria encaminados a impulsar el crecimiento económico han conseguido provocar una inflación considerable de los precios de los activos, pero una escasa inflación en los salarios o bienes. ¿Tenían como objetivo los banqueros centrales el tipo equivocado de inflación?
La expansión económica actual es bastante inusual. Diferentes partes de la economía han mostrado diferentes formas de recuperación. La recuperación de los precios de los activos ha tenido forma de V, cayendo de forma pronunciada pero recuperándose aún más rápido y con un repunte continuado. De hecho la renta variable parece alcanzar un nuevo máximo cada día (a lo que se ha hecho referencia de forma generalizada como «el mercado alcista más odiado de la historia»). El resultado ha sido más desigualdad en la sociedad, con los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, una situación exacerbada por nuevas fuerzas estructurales en la economía. Un ejemplo son los cambios en la población activa, con una nueva clase de trabajadores en rápida expansión (el precariado), definida por la inestabilidad y la seguridad de sus empleos.
La productividad y los salarios reales, que cayeron y no se recuperaron, muestran una clásica forma de L. El crecimiento económico (como en el producto interior bruto, PIB), sin embargo, ha adoptado una forma de raíz cuadrada.
Tal y como muestra el gráfico, tras la crisis financiera la economía mundial se colapsó, se recuperó y desde entonces casi se ha estancado.
Esto ha resultado ser un dilema para los bancos centrales. Las diversas políticas de expansión cuantitativa en los diez años desde la crisis financiera no han conseguido producir el contexto deseado de inflación y crecimiento. La falta de inversión y productividad han contribuido al patrón de bajo crecimiento, mientras que el deterioro demográfico, los efectos deflacionistas de la tecnología y los cambios en el comportamiento de los consumidores han contribuido al mundo de lento crecimiento y baja inflación en el que vivimos. Es improbable que estos factores desaparezcan próximamente.
Como resultado, muchas herramientas utilizadas por los bancos centrales para evaluar la economía y establecer sus políticas parecen ahora defectuosas y con los tipos de interés en unos niveles tan bajos, los banqueros centrales se enfrentan al problema de que no son capaces de abandonar la expansión cuantitativa tan fácilmente como creían. La Reserva Federal estadounidense ha anunciado una reducción gradual de su balance, a la vez que hizo hincapié en que las subidas de tipos serán lentas, graduales y dependientes de los datos, mientras que el Banco Central Europeo también ha indicado una reducción gradual de sus compras de activos. Se hace mucho hincapié en lo «gradual».
¿Estallido o suspiro?
A pesar del reciente optimismo por las tasas de crecimiento económico más elevadas, dado el panorama fundamental de los factores estructurales tanto a corto como a largo plazo que obstruyen el crecimiento y la inflación en el mundo actual, creemos que es probable que nos mantengamos en la raíz cuadrada durante mucho tiempo.
Tampoco creemos que la economía experimente un estallido, sino más bien un suspiro y que seguirá rengueando en el futuro próximo. Sin embargo, si hay otra recesión, las causas subyacentes podrían ser geopolíticas, causadas por China o debidas a una burbuja del precio de los activos, lo que podría desencadenar una corrección, pero no, en nuestra opinión, por un auge económico inflacionista.
John Pattullo es director de renta fija para clientes particulares de Janus Henderson Investors.